...sino para se salve por él
14 de septiembre 2025
(Fiesta de la Exaltación de la Cruz)
A mi entender (y según he ido leyendo y aprendiendo de personas que entienden y saben más que yo), Dios no envió a Jesús (ni a nadie) a sufrir y morir en la cruz. Tampoco creo que el sufrimiento, el dolor, la muerte sea algo que agrada a Dios. Igualmente me parece que la cruz sea un precio a pagar por los pecados de los demás...
Entonces, la Exaltación de la Cruz me parece que es escamotear el sentido de la muerte en la cruz de Jesús. El asesinato de Jesús, su tortura, su humillación, el desprecio de los grandes dirigentes de la religión y de los poderosos, no es algo a envolver en actos religiosos, en espiritualidad y rezos... A lo largo de los tiempos la religión oficial ha bendecido cruces, imágenes, pinturas y esculturas (también medallas y cruces que se llevan colgadas al cuello) como si fueran signos de bendición, algo que nos salva y santifica.
De ahí, hemos pasado a bendecir a los pobres, la miseria, la opresión, la marginación y la tortura…(también la penitencia, el dolor corporal, los sacrificios) porque nos salva de los pecados y nos lleva a la vida eterna.
El mensaje de Buena Noticia que nos trajo Jesús de Nazaret es el del amor de Dios nuestro padre, nuestra madre; su deseo que vivamos como hermanos; la sed y ansia de que ese reinado (esa presencia de Dios) se vaya haciendo presente en nuestra vida, en nuestro mundo. Aquí y ahora. No en el más allá (después de la muerte).
Y cuando, a lo largo de la historia (en todas las edades) los poderosos (también los grandes dirigentes religiosos) masacran, torturan y matan a tantas personas inocentes... Eso no es voluntad de Dios. No son ninguna ofrenda que agrada a Dios. Nos duele, nos sentimos heridos con ellos. Y nos tiene que llamar a cambiar nuestro modo de vivir para que eso no ocurra más.
El texto que hemos leído subraya que Dios no mandó a su hijo (ni a nadie) al mundo para condenar..., sino para que nuestro mundo, nuestra sociedad, todos nosotros, nos salvemos. Es decir tengamos la vida de verdad, que es la vida de Dios. La fraternidad, la compasión, la entrega y el servicio que no salva de la marginación, del desprecio y humillación, de la desigualdad que provoca la muerte en la cruz (o de hambre, de enfermedad, de falta de recursos y cuidados).
Asumir la cruz (como nos decía en el texto que leímos hace poco) y seguirle (a Jesús de Nazaret) viviendo como él, en ese estilo que tanto nos cuesta asumir. Sí, incluso si nos llega el sufrimiento, la falta de aprecio, de fama o la misma muerte...
Entonces la exaltación única es la de Dios nuestro padre-madre que está en cada uno de nosotros, en todo el universo que nos rodea. Y al descubrirlo nos unimos a esa gloria de Dios que, prácticamente, desaparece en nosotros a pesar de ser el alma, el aliento vital que nos hace ser y existir.
Lectura del evangelio de Juan 3, 13-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».