...Nadie puede servir a dos señores
21 de septiembre 2025
Si nos fijamos bien, el lenguaje de Jesús resulta siempre incisivo. Nos pone ejemplos, nos cuenta parábolas y nos deja siempre una pregunta crítica. No nos da respuestas hechas. Sus enunciados llevan siempre ese punto en el que nos toca a nosotros responder, cuestionarnos...
Este fin de semana nos cuenta la historia del mal administrador (o injusto administrador) que hace trampas para justificarse ante su señor o su amo. Hace un guiño a ese tramposo que se vale de todas sus mañas para salir del lío en el que se ha metido.
Y ahí viene la cuestión: No podéis servir a dos señores: a Dios y al dinero.
Entonces me aparece en la cabecera la pregunta: "Dame cuenta de tu administración". No, porque Dios me vaya a juzgar. No es el examen del juicio final (siguiendo el ejemplo que puso Jesús en otro momento). No, es la pregunta que me hago yo mismo al hacerme presente o encontradizo con Dios, nuestro padre-madre.
¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Cuáles son mis objetivos?
Siguiendo la corriente, la moda o los valores que nos propone nuestra sociedad: ¿El dinero, la posición y la fama, el reconocimiento social, tener y tener más cosas, pasarlo bien y disfrutar...? Todo eso son valores externos a mí mismo. Todo ello es algo fabricado sobre arena. Una enfermedad, un accidente, un cambio social o de gobierno, una operación clínica... Todas esas cosas pueden echar abajo los sueños más bonitos y dejarme tan desamparado como los más pobres y marginados.
Como persona, como humano. Voy pasando los años. Voy viviendo... Ahora me pregunto: -¿Soy más humano? ¿Puedo decir que, poco a poco, año a año, voy creciendo en humanidad?
Lo que me indica el grado de humanidad es mi atención consciente a lo que me rodea: la naturaleza, sobre todo las personas; mi empatía, mi compasión y atención; mi cercanía a las personas que necesitan apoyo y ayuda; mi solidaridad; mi fraternidad...
Todo ello me lleva a vivir a la manera de Jesús, a seguir sus huellas, a intentar ser hijo de nuestro padre-madre Dios.
Si mi vida la he centrado en todas esas cosas tan efímeras, mi vida será como humo, como ceniza, como arena que se me escurre entre los dedos. Nunca será una vida de verdad, esa vida para siempre (lo que dicen en las charlas religiosas: vida eterna).
Cuando vivimos a la manera de hijos de Dios, nuestra vida tiene una fuerza que va más allá de la enfermedad, de las dificultades, de la muerte misma. Porque estamos aferrados a Dios mismo.
No podemos vivir la vida de Dios y, al mismo tiempo, andar inquieto y preocupado por tantas cosas... Como le decía Jesús a Marta: -"Andas inquieta y preocupada con muchas cosas... Una sola cosa es necesaria".
Llevar una vida centrada en el reino de Dios, en que venga su reino, en que se haga su voluntad... Eso es estar centrado en Dios mismo, en su estilo de vida.
Ésas son las cuentas que quiero dar. Ésa es mi respuesta.
Texto del evangelio de Lucas 16, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dijo:
“Aquí está tu recibo, escribe ochenta”.
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».