domingo, 21 de febrero de 2010

La tentación


Éste es un domingo clásico.
La lectura de las tentaciones de Jesús que, según las explicaciones más tópicas y típicas, sólo son una prueba para demostrar cómo Jesús vence al diablo "como Mesías e Hijo de Dios"...
Y visto así, las tentaciones son una demostración.
De esa manera, creo yo, nos perdemos los aspectos profundos de una realidad: la tentación.
El evangelio y Jesús, a lo largo de su vida, nos muestran una línea clara: el Reino de Dios.
Ésa es la referencia.
También la tentación o tentaciones tienen como referencia el Reino, la voluntad de Dios, el camino o manera de vivir.
Si nos separamos de esa línea, ya no entendemos nada. Todo se convierte en anécdota, en ejemplos, en sucesos bonitos.
Jesús vivió con la tentación toda su vida. Una tentación que viene simplificada en la lectura de hoy.
Nos tientan las cosas (el pan, la ropa, el coche, etc, etc.) Quiere decir que a la hora de seguir el camino de Jesús (el Reino de Dios) lo importante no es lo que tenemos o lo que nos falta por tener ( y otros tienen)... sino estar centrados en la manera de vivir (como hermanos, dirá Jesús).
Nos tienta el poder (ser más que los otros, dominar, mandar... y hay tantas maneras de hacerlo). Os acordáis de lo que dice Jesús: "el que quiera ser más, ser el primero, que sea servidor de los otros..."
Y nos tienta, también, utilizar a Dios mismo para lo que nos interesa: la salud, las pruebas, los resultados, los exámenes, las cosechas, el trabajo, el marido, la mujer, los hijos... Y pedimos más que los frailes, así se decía antes.
Jesús decía: Cuando reces no uses muchas palabras. Dios, nuestro padre, sabe bien lo que necesitamos. Si tiene contados hasta los cabellos de nuestra cabeza... Entonces, por qué andar pidiendo y pidiendo... ya sé que durante muchos, muchos años la Iglesia ha hecho y predicado las devociones y oraciones para pedir a Dios y para pedir a los santos y santas... Pero, con perdón de la Iglesia y sus doctores, creo que eso no cuadra con el estilo de Jesús. "No os preocupéis tanto por qué comeréis o qué vestiréis. Mirad y ved los pájaros del cielo y los lirios de los campos..."
Por eso "no tentarás a Dios".
La vida que nos ha dado es para que la vivamos, la gestionemos nosotros con la cabeza y el corazón puestos en el Reino de Dios, en su camino, en su manera de vivir...
Quiero citar a San Ignacio de Loyola que decía que teníamos que vivir con la confianza puesta en Dios "como si todo dependiera de El"; pero que, al mismo tiempo, tenemos que trabajar y hacer todo tan bien y de tal manera "como si Dios no existiera".
Entonces, ante los innumerables problemas que aparecen en nuestra vida, ante todas las tentaciones que se nos presentan, creo yo que lo importante es mantener nuestro corazón y nuestra cabeza fijos en esa manera nueva que nos muestra Jesús, el Reino de Dios.
Fijaos que lo importante es, como hemos leído en otra lectura, "profesar que Jesús es el Señor". Y pienso que "profesar" significa asumir, hacer mío su estilo de vida, su manera de entender la vida, su modo de actuar y de hacer.
Y San Pablo, añade que "si crees en tu corazón que Dios lo resucitó, te salvarás"...
Nuestra manera occidental de entender las cosas ha reducido esa palabra "creer" a algo parecido a "aceptar", "dar por bueno", "confiar".
Pero yo entiendo que se trata de algo más profundo. Si en mi vida y en mi manera de hacer y actuar acepto el camino de Jesús y me fío de Dios, mi Padre, hasta sus últimas consecuencias, acepto la nueva vida de Jesús en Dios (resucitado) y que yo también alcanzaré esa nueva vida (la salvación).
Una palabra más sobre algo que hemos leído. Recordando su historia, el pueblo judío dice: "Mi padre fue un arameo errante... etc." Y en su relato corto resume su camino hacia Dios.
Cada uno de nosotros debería hacer (o intentar hacerlo) un resumen parecido: "Mi padre, mi abuelo fue un hombre de campo... que vivió con muchas fatigas y mucha entrega... siempre en camino y con la mente puesta en Dios... Y entiendo que Dios, nuestro padre, nos regaló -no una tierra que mana leche y miel- sino un corazón que saborea la paz y la honradez de gentes que confiaban plenamente el El".
Y una nota final: Para Dios, dice San Pablo, no hay judío ni griego... Es como un pequeño toque de atención. Y no se refiere sólo a la raza, al país, a la cultura. Eso va hasta el fondo. Lo digo con cuidado: Para Dios no hay bautizados y no bautizados, católicos y protestantes, judíos y musulmanes, agnósticos y comunistas, ateos y creyentes... Dios no mira eso.
"Dios, nuestro padre, que hace salir el sol sobre buenos y malos..."
Amén, amén, amén.

Yo soy el buen pastor

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