domingo, 27 de noviembre de 2011

Vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento

27 de noviembre 2011 - 1º domingo de Adviento
"Velad... que no nos encuentre dormidos"


Las palabras que escuchamos hoy, en el evangelio de Marcos, y que ya hemos oído muchas veces, sentíamos que se aplicaban a nuestra muerte, al momento ése en que nos van a juzgar... Velad, porque no sabéis el día ni la hora.
Precisamente en estos días en que hemos acompañado a familiares y amigos en el momento de su muerte... Con tiempo para todas esas reflexiones, para preguntarnos por nuestra vida, por lo hacemos y vivimos, por lo que es importante y necesario, por nuestras actitudes, por lo frágil que es lo que tenemos.


Así, con todos esos momentos fuertes vividos, me inclinaría a repetir una vez más los mismos pensamientos, las mismas ideas... Pero creo que no es ésa la intención de las palabras de Jesús de Nazaret.
Me doy cuenta de con cuanta facilidad adaptamos su mensaje a nuestro mundo, a nuestras ideas, a nuestras situaciones.


Me gusta volver una y otra vez al núcleo del mensaje que nos da como buena noticia: el Reino de Dios, la conversión, la atención a los pequeños, a los humildes, a los desvalidos, esa manera nueva de ser hombre y mujer.
Si en otros domingos he comentado y sentido las palabras de Jesús que nos ponen como ante un examen final, hoy vuelvo a experimentar eso mismo, pero con el toque de atención: Velad, vigilad...
Desgraciadamente hemos tomado la parábola o ejemplo casi al pie de la letra y nos hemos olvidado del "examen" que tenemos que pasar:
"Porque tuve hambre..., sed..., estaba desnudo..., en la cárcel..." Y, al pasar ese examen añade aquello de: "Venid, benditos de mi padre..." o "Apartaos de mí, malditos..."


Entonces creo entender que el "dueño de la casa" que se ha ido de viaje y que no sabemos cuándo vendrá... es precisamente ese hermano tirado en la calle, hambriento, oprimido, que sufre violencia, que es despreciado, que es marginado, que es explotado... 
Lo podemos encontrar en cualquier sitio, a cualquier hora...
Y si no vigilo y estoy atento "paso de largo", no lo veo, y no lo puedo atender y acoger... Y me llega ese examen. ¿Qué voy a decir? ¿Voy a repetir lo que dice el texto del evangelio? ¿Cuándo te vimos en esas condiciones...?


Porque no es en los momentos finales de nuestra vida... Entonces sólo es la despedida de los que tenemos cerca, de los que amamos.
El "dueño de la casa", que no sabemos cuándo volverá... se encarna en tantas situaciones, en tantas personas tan despojadas y olvidadas que apenas si les queda otra cosa que su humanidad... Tan poco importantes y anodinas que pasamos de largo... y caminamos como dormidos sin percibir nada.


Mirad y vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento..."


Ése es nuestro esfuerzo de cada día. Quiero que sea mi pensamiento y mi deseo más profundo. Atento siempre al mensaje de Jesús de Nazaret.


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

sábado, 19 de noviembre de 2011

Venid, benditos de mi Padre...


20 de noviembre 2011 - 34º domingo tiempo ordinario
"Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis..."
Lo hemos escuchado tantas veces que casi no nos afecta... Y sin embargo esta especie de resumen que hace Mateo es como la clave de toda la buena noticia del evangelio de Jesús de Nazaret.
Con su vida, con su ejemplo, con sus palabras, Jesús nos va mostrando otro camino que no es el de la religión. Estamos seguros de que él era muy religioso, que había escuchado bien atentamente y seguido todo lo que proponía el judaísmo, la religión de sus padres. Seguro que se sentía, también, muy judío... Pero poco a poco nos indica que hay que cambiar, que el reino de Dios es otra cosa. Y nos habla en parábolas, en cuentos y ejemplos que cualquiera podía entender muy bien. La gente humilde y sencilla (también las mujeres y los niños) captaba esos ejemplos y percibía que les hablaba de algo bien distinto a la religión que siempre habían escuchado.
Los hombres y mujeres que le siguieron, aunque les costaba hacer ese cambio, fueron comprendiendo que Jesús se desligaba del templo, de tantas normas y mandamientos, que el camino estaba abierto a todos, que Dios (a quien llama nuestro padre) se hacía presente, se encarnaba en los hombres, que se hacía carne precisamente en los más débiles (los niños, las mujeres, los desvalidos, los enfermos, los extranjeros, los oprimidos...) y que sólo había una manera de entrar en el reino de Dios: poniendo toda nuestra atención, nuestro corazón y nuestra mente en encontrarlo, en atenderlo, en cuidarlo... Porque lo que Dios quiere es una humanidad nueva, un mundo de hermanos, de solidaridad, de no-violencia.
Y el texto de hoy es como el resumen de todo esto.
Pienso en nuestra iglesia. Me gustaría poder pasar por el examen de lo que hoy dice el evangelio toda nuestra práctica...
Sí, a menudo escucho a personas que tratan de "defender" a la institución que llamamos iglesia... y nos ofrecen argumentos como "miremos lo que hace Cáritas o Manos Unidas o los misioneros y misioneras por todo el mundo..." Pero eso no me sirve. Porque no es lo que algunas personas hacen. Es el estilo de iglesia, el estilo y modo de plantear su vida la institución.
Entiendo que las personas implicadas directamente en la organización y funcionamiento de la iglesia se vean abocados a seguir con unos ritos, unas prácticas y unas costumbres que recibieron y que están ahí como algo que les supera... Pero me descoloca el gran esfuerzo que se hace en mantener "la religión", con todo lo que conlleva de ritos, preparaciones, reuniones, comentarios, exposiciones, protocolos... que, al final, dan la impresión de querer mantener lo que está establecido. Con el agravante de que todo eso recibe una valor cuasi divino.
Los niños que se inician en la catequesis, los jóvenes que se preparan para la confirmación, los novios que quieren casarse en la iglesia, la reunión semanal para la eucaristía, la atención a los enfermos, etc. Me pregunto: No sería mejor comenzar por el programa del evangelio de hoy? Descubrir la humanidad de Dios en los pobres, en los hambrientos, en los que no tienen para comer, en los que no tienen casa, en los abandonados, en los oprimidos y explotados, en los inmigrantes... Porque si "nuestro examen final" es ése, significa que eso es lo importante, lo único que vale y que importa. 
Entiendo, y cada vez lo siento con más fuerza, que si quiero seguir a Jesús de Nazaret ése es el único camino. Vivir mi vida (mi humanidad) tratando de descubrirlo (a Dios) en esos hermanos y hermanas que parece que la vida los ha arrinconado. Bueno, la vida no, nuestro mundo (del que formamos parte) los echa en la cuneta, al borde del camino, los pisotea, los explota, los oprime y los convierte en basura...
Y si mi práctica religiosa no me lleva a ellos... no vale de nada. La eucaristía de los domingos, mis oraciones, los sacramentos que he recibido... si no me acercan a ellos, sólo serán eso: prácticas religiosas. Pero que, al final, sólo podré escuchar unas palabras terribles: "Apartaos de mí, malditos..."
¿Verdad que sólo de pensarlo le entran a uno escalofríos?
Hace unos pocos días falleció la madre de mi esposa. Un tiempo especial de reflexión. Uno termina su vida y... No deja uno de pensar: ¿qué hice con ella? ¿cómo la he vivido? ¿fui capaz de encontrar a Dios en los hombres y mujeres, sobre todo en los más necesitados?
Me alegra volver a escuchar las palabras de Jesús. Y deseo intentarlo una vez más. Porque creo en Jesús de Nazaret y acepto sus palabras como camino y vida... 
Me gustaría que al final de mi vida, cuando me despida de las personas que más he querido y he tenido cerca de mí, pueda sentir las palabras de Jesús de Nazaret: "Venid benditos de mi padre..., entrad en la vida plena de Dios".
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

domingo, 13 de noviembre de 2011

Al que tiene se le dará...


13 de noviembre 2011 - 33º domingo tiempo ordinario
"Al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene..."
Las palabras de Jesús en este fragmento del evangelio no son una lección de economía ni de inversiones en banca... Y, dentro de la mentalidad que llena nuestro mundo actual, el ejemplo de Jesús nos desborda.
Rentabilidad, ahorro, intereses, créditos, ventajas de un banco...
Lo que se nos hace más difícil es la condena del que recibe un talento... que lo guarda y lo devuelve. Es cierto que no ha ganado intereses; pero por lo menos no ha perdido (que es lo que nos sucede muy a menudo aunque lo tengas invertido en el banco).
Y en cuanto a los que tienen mucho... que aún se les dará más. Eso también lo vemos en el mundo que nos gobierna. Los ricos siempre tienen más, siempre se les da más... mientras muchos otros apenas tienen para vivir.
Por eso, uno se pregunta lo que Jesús quiere decirnos:
En primer lugar, creo que es importante no perder de vista la base y punto de partida de Jesús de Nazaret: el reino de Dios. La buena noticia de ese reino que ya está entre nosotros. El cambio que tenemos que hacer en nuestra vida para ver y sentir como Dios. Vivir de manera que lo más importante es el hermano, la solidaridad, la compasión, el compartir, hacer una vida digna, justa que llegue a todos...
Y ahí comienza la parábola: "Un hombre...llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes..."
Ahí aparecemos nosotros, todos nosotros. Nos han dejado encargados de todos los bienes de este mundo. A cada uno según su capacidad. Sin olvidar que lo importante es conseguir una vida digna, justa, solidaria, compartida, que llegue a todos, que refleje el estilo y manera de Jesús de Nazaret, la vida de Dios mismo.
Y si tengo cualidades, bienes, posibilidades, medios... y no los utilizo para el fin que tienen... es como si escondiera en lugar secreto y seguro el "talento" que me encargaron ("empleado negligente y holgazán"...) estoy haciendo el papel de ese empleado. Eso es cuando en nuestra vida nos desentendemos de los hermanos, de los que tienen menos, de los que lo pasan mal, de los oprimidos, de los que sufren violencia, de los olvidados por los grandes y poderosos...
Claro, cada persona tiene su medida. Como cuando Jesús de Nazaret comentó a los que estaban con él el hecho de que una viejecita entró en el templo y echó unas moneditas... "Véis? Esa mujer es muchísimo más generosa que todos esos ricos, porque ella ha echado de lo que necesita para comer mientras que ellos echan de lo que les sobra..."
La medida que he recibido, mi medida, es algo que descubro día a día a medida que intento avanzar en el camino de Jesús de Nazaret. Y es así como también siento que voy entrando en el reino de Dios y recibo algo que no se puede medir, que me desborda, que me sobra. Y tengo la sensación de que cuanto más doy, más tengo, más recibo.
Son las matemáticas raras del evangelio. Un banco y unas inversiones que funcionan al revés...
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,14-30):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.” Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.” Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.” El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”»

sábado, 5 de noviembre de 2011

Os aseguro que no os conozco


6 de noviembre 2011 -  32º domingo ordinario
Cuántas veces he escuchado este evangelio...
La boda. La preparación. Las doncellas, muchachas o chicas, que esperan al novio con sus lámparas (según la costumbre de aquellos tiempos de Jesús de Nazaret). El novio que se retrasa. El aceite de las lámparas que se acaba... Y como tarda, las muchachas que se van corriendo a comprar más aceite.
El novio que llega y no están. Luego... "Señor, Señor, ábrenos!"
Y esa respuesta que te da pena y te sobrecoge: "Os aseguro que no os conozco"...
Y en todos los sermones y explicaciones trataban de hallar un significado, algo oculto, como si se tratara de una clave que nos dijera claramente lo que Jesús quiso decir...
Influenciado por lo que nos decían, pensaba que se trataba de "tener fe", de "portarse bien", de "cumplir los mandamientos", de "rezar mucho"... Y me esforzaba en pedir todo eso. Que el Señor tuviera compasión de mí y no me dejara fuera, que me permitiera entrar en la boda.
Ahora que reflexiono, me parece que el mensaje de Jesús de Nazaret sólo tiene una clave: el reino de Dios. Nuestra conversión para vivir a su estilo (el de Dios). Y eso implica aceptar y asumir que se ha hecho carne entre nosotros. Que es en nuestra humanidad donde puedo tocarlo, atenderlo, cuidarlo, conseguir ese "aceite" para mi lámpara... y entrar con él en la boda del reino de Dios.
A veces me parece tan sencillo que cualquiera lo puede entender.
No necesitamos grandes estudios ni grandes conocimientos para captar todo eso. Las imágenes de las parábolas o cuentos que hace Jesús están tomadas de la vida corriente de la gente, de lo que hacían y vivían continuamente. Y los más sencillos y humildes lo entendían.
Ahora, nosotros nos hacemos los sabios e intelectuales y tratamos de buscar claves y explicaciones para hablar de religión, de fe, de mandamientos y demás.
Pero creo que no es nada de eso. Esa palabra final: "Os aseguro: no os conozco" viene a ser un estribillo que se repite en Jesús de Nazaret. Basta recordar cuando dice aquello de "muchos vendrán diciendo que han hecho milagros en mi nombre o que han predicado, etc. Os aseguro que no les conozco". O aquello de "no todo el que dice Señor, Señor... entrará en el reino de Dios". O cuando nos cuenta la escena del juicio final: "Venid, benditos de mi padre, porque tuve hambre..., sed..., estaba desnudo... y me cuidasteis". En cambio a los otros... "id, malditos, al fuego del infierno... porque no me atendisteis, ni me visitasteis, ni me cuidasteis..."
Y todo eso porque no supimos descubrirlo en los hermanos (en los más débiles de nuestra humanidad) en los que Dios se encarna... "Os aseguro que no os conozco".
Entiendo que ésa es la clave. Que no hay otra manera de entender el reino de Dios. De manera que o tenemos ese "aceite" en nuestra lámpara o no entramos en el reino.
Así que hoy mi gran deseo es abrir bien los ojos y el corazón a la humanidad doliente que nos rodea, a tantos hombres y mujeres que parecen faltos de todo: de comida, de aprecio, de estima, de respeto, de ropa, de atención... Gentes que viven cerca y gentes cuyo eco nos llega a través de las informaciones, de los medios de comunicación.
Y es que si no dejamos que nuestro corazón se llene de compasión y de ternura llegamos a mirar sin ver, tocamos sin sentir nada, y nuestra vida pierde humanidad... Nuestra lámpara se apaga y no tenemos aceite de repuesto... Y la súplica final resulta angustiosa y dolorosa: "Señor, señor, ábrenos".
Que no tengamos que oír la respuesta!
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,1-13):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!” Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos.” Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco.” Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Dónde dormirán los pobres?


Copio esta "carta" de Jon Sobrino... 
Me ayuda a comprender mejor ese lugar en el que debo buscar a Dios... Iba a decir el único lugar en el que puedo encontrarlo, tocarlo, atenderlo y cuidarlo: en ese pueblo "siempre" crucificado. Lo veo en los inmigrantes que pasan por Cáritas, en los inmigrantes africanos que acuden a las clases en Karibu, en tantas y tantas personas que, sin saber cómo, se encuentran en unas situaciones tan poco humanas...
Gracias, Jon. Gracias, Ellacu.
EL “SIEMPRE” DEL PUEBLO CRUCIFICADO.Carta a Ignacio Ellacuría
JON SOBRINO, jsobrino@cmr.uca.edu.svSAN SALVADOR (EL SALVADOR).
ECLESALIA, 04/11/11.- Querido Ellacu: Es una ficción escribirte, pero quizás de este modo nos digamos a nosotros mismos cosas que pueden ser importantes. Y con ello también quisiera ambientar un poco el aniversario de su martirio. Te voy a hablar de tres cosas de actualidad, tal como las veo, que tienen que ver con lo que tú fuiste y dijiste.
1. El “siempre” del pueblo crucificado. Ya no se habla mucho de “pueblos crucificados” como lo hiciste tú y Monseñor Romero, llegando a esa genial formulación, creo que independientemente el uno del otro, y guiados del mismo espíritu salvadoreño y cristiano. Y menos aún se insiste en que ese pueblo crucificado es “siempre” el signo de los tiempos como lo escribiste en el exilio de Madrid. La razón para ese silencio no es que vuelva a estar en voga el pensamiento utópico de Ernst Bloch, filósofo, o de Teilhard de Chardin, teólogo. Tampoco es que el mundo esté mejorando, pues sigue gravemente enfermo, como dijiste en tu último discurso. Creo que la razón es que hoy hay menos profetas y que ha empeorado la honradez con lo real. Hablar del “siempre” no solo no es políticamente correcto, sino que es locura impensable. Pero no hay que darle vueltas. Siguen existiendo Haití y Somalia, y entre nosotros se ha propagado una nueva epidemia: el homicidio. De 12 a 15 asesinatos diarios en los últimos años. Es la enfermedad que produce más muertes. Lo light ha avanzado mucho en el modo de pensar y lo políticamente correctose ha apoderado del lenguaje: “vulnerabilidad”, “los menos favorecidos”, “países en vías de desarrollo”. Nada suena mal.
Por ello, mencionar el “siempre” del pueblo crucificado parece ser cosa de masoquistas irredentos. Pero no es así. En el país siempre llueve cada año, y siempre hay torrentes, destrucción y muerte. Pero también siempre son los mismos los que sufren las consecuencias, los que viven en quebradas, en champas y casas pobres. La pregunta de Gustavo Gutiérrez sigue siendo la pregunta fundamental: “¿dónde dormirán los pobres?”. Hay pueblos depredados como el Congo, pueblos ignorados como Haití, pueblos inundados, como los nuestros… Siguen siendo el pueblo crucificado.
¿Y los ricos y poderosos? Siempre sufren algunos daños, pero casi siempre los superan sin mucho costo. Y nada digamos de las crisis financieras. Se invierten miles de millones de dólares o euros para que no se hunda el sistema. El pueblo crucificado no da la vida por supuesto, pero los pueblos ricos sí, y además tienen la profunda convicción de ser los elegidos: dan por supuesto la vida, y están convencidos de que el buen vivir les es debido. Si a ellos les ocurre algo grave elevan la realidad a escándalo metafísico. Pero si ocurren cosas mucho más graves en África o en el Bajo Lempa, no hay tal escándalo. Pertenece al existencial histórico de haber nacido pobres. Es el “siempre” del pecado.
Pero quiero añadir, Ellacu, e insistir, en que hay también otro “siempre”. Hay mucha gente honrada que trabaja para que “el pueblo inundado” -hablamos de El Salvador- no acabe muriendo como “pueblo desplazado” o como “pueblo ahogado”. La entrega y la bondad también tienen su “siempre”. Es el siempre de la gracia.
Y a veces surge un Dean Brackley. Cuando le dicen que muchos rezan por él, contesta con toda sencillez: “Recen por los que tienen cáncer y no pueden tener la atención médica que yo tengo. Y recen por los que estos días se han quedado sin casa y sin comida”.

Yo soy el buen pastor

...que se entrega por sus ovejas 21 de abril 2024 El texto del evangelio de Juan que escuchamos este domingo 4º de Pascua nos habla del &quo...