jueves, 31 de marzo de 2022

No juzguéis y no seréis juzgados

Tampoco yo te condeno

3 de abril 2022

Para este fin de semana se nos propone un texto del evangelio de Juan que es seguro que cuestiona muchas actitudes. Como escribe Inma Calvo, -"El texto de la mujer sorprendida en adulterio ofrece muchas lecturas: ¿hasta qué punto hay que ser valiente como Jesús, que toma posición por la mujer sin importarle el qué dirán de una turba armada con piedras?, ¿por qué no se juzga igualmente al varón sorprendido en el mismo adulterio?, ¿es ético anteponer normas y tradiciones por encima de las personas?, ¿está justificando Jesús que todo vale?"


Demasiado a menudo ocurre que, también nosotros, nos inclinamos a reclamar la Ley antes que considerar a las personas. Exigimos "Ley y Orden", ante todo. Por eso, al leer el evangelio (la Buena Noticia de Jesús), nos sentimos descolocados. Y eso es así porque, ante el fallo de una persona, pedimos y exigimos que se cumpla la sentencia: que se le condene, que pague, que pida perdón... Y ya veremos si lo hacemos.


Más de una vez hemos escuchado aquello de: No lo puedo olvidar; no puedo perdonar... Y, ante muchas situaciones, nos hemos constituído en jueces y hemos condenado. Y si se trata de alguna mujer... ¡con qué facilidad se la declara culpable!


Damos por supuesto que Jesús de Nazaret es nuestro Maestro y el que nos marca el camino...; pero como comenta Fray Marcos: -"En contra de lo que nos repetirán hasta la saciedad durante estos días, Jesús perdona a la mujer, antes de que se lo pida; no exige ninguna condición. No es el arrepentimiento ni la penitencia lo que consigue el perdón. Por el contrario, es el descubrimiento del amor incondicional, lo que debe llevar a la adúltera al cambio de vida..."


Tal vez sea precisamente eso lo que falte en nuestra vida (en la vida de las comunidades cristianas): descubrir el amor (el amor con el que Dios, nuestro padre nos ama). Porque, después de tantos siglos de insistir en el cumplimiento de la Ley y de los Mandamientos, ponemos a las normas y leyes por delante y por encima de las personas. Y si no cambiamos, no entenderemos nunca la Buena Noticia de Jesús.

Por eso, insiste Fray Marcos, -"La base y fundamento del mensaje de Jesús es precisamente que, para Dios, el valor primero es la persona de carne y hueso, no la institución ni la “Ley”. El PADRE estará siempre con los brazos abiertos para el hermano menor y para el mayor. El Padre no puede dejar de considerar hijo a nadie."


Aferrados a la Ley queremos y marcamos una línea clara entre los buenos y los malos. Están los que cumplen la Ley y los que se la saltan. Y la Ley dice... (como le dicen los fariseos a Jesús): "en la Ley nos mandó Moisés apedrear a esta clase de mujeres..."


En una sociedad como la nuestra con qué facilidad juzgamos y condenamos. Y nosotros, naturalmente, estamos y vivimos en el lado de los buenos...


Quiero añadir el comentario final que escribe José Antonio Pagola: 

-"Qué cómodo es juzgar a las personas desde criterios seguros. Qué fácil y qué injusto apelar al peso de la ley para condenar a tantas personas marginadas, incapacitadas para vivir integradas en nuestra sociedad, conforme a la «ley del ciudadano ideal»: hijos sin verdadero hogar, jóvenes delincuentes, vagabundos analfabetos, drogadictos sin remedio, ladrones sin posibilidad de trabajo, prostitutas sin amor alguno, esposos fracasados en su amor matrimonial..."


"Jesús le dijo: -Tampoco yo te condeno. Vete y, en adelante, no vuelvas a pecar."

Es más importante la persona que la Ley. Si no soy capaz de mirar como Dios, sólo entenderé de Leyes; pero no de Amor.

Texto del evangelio de JUAN 8, 1-11


jueves, 24 de marzo de 2022

Todo lo mío es tuyo


Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y se conmovió


27 de marzo 2022


Este fin de semana nos propone la Iglesia la parábola del hijo pródigo, una parábola que todos conocemos y que, al llegar la Cuaresma, nos la han comentado para que, también nosotros, cambiemos y nos convirtamos como el hijo de la parábola...


Era un buen ejemplo a seguir, aunque como afina Inma Calvo: -"La parábola del hijo pródigo nos habla de tres actitudes arquetípicas que se dan en cada uno de los seres humanos, aunque en diversos grados y de diferentes formas. Todos somos ese hijo menor que se deja llevar por su rebeldía y hedonismo. También somos ese hijo mayor que cumple normas, sin que éstas le cambien por dentro o le hagan mejor persona. Por último, estamos llamados a ser ese Padre bueno que acoge, que sabe reconocer como hijo tanto al que viene vestido de harapos como al que permanece en casa pero con el corazón helado: llamados a ser Padre bueno con nosotros mismos y con nuestros semejantes."


Creo que la mayoría de nosotros (siguiendo el ejemplo de los que vivieron antes que nosotros) nos hemos hecho una imagen de Dios a nuestra medida. También los predicadores, escritores y comentaristas han abundado en ciertas imágenes que están muy lejos de la manera de pensar y de vivir de Jesús de Nazaret.

Es más, nos cuadraba mucho mejor el pensar, creer e imaginar a un Dios que premia y/o castiga; un Dios que nos vigila constantemente y ve todo lo que hacemos y pensamos; un Dios que lleva la contabilidad de nuestra vida... Y, al final, nos ofrecerá la Vida Eterna junto a él.


La parábola que nos propone Jesús nos habla de un modo muy distinto.

Y, como comenta José Antonio Pagola, tenemos que dejar esa imagen tan a nuestra medida para acoger y aceptar al Dios de Jesús. Dice J.A.Pagola: -"Exegetas contemporáneos han abierto una nueva vía de lectura de la parábola llamada tradicionalmente del «hijo pródigo», para descubrir en ella la tragedia de un padre que, a pesar de su amor «increíble» por sus hijos, no logra construir una familia unida. Esa sería, según Jesús, la tragedia de Dios."


El hijo menor pide su parte (como si su padre ya hubiera muerto) y se larga a vivir su vida... y sólo vuelve a casa hambriento y humillado. El hijo mayor, una persona correcta y ordenada; pero de corazón duro y resentido... No quiere saber nada de su hermano que vuelve, ni de su padre... Mejor se iría de fiesta con los amigos...


Y ahí está el Padre: ..."que sale también a su encuentro y le revela el deseo más hondo de su corazón de padre: ver a sus hijos sentados a la misma mesa, compartiendo amistosamente un banquete festivo, por encima de enfrentamientos, odios y condenas."


No acabamos de vernos como familia de Dios, humanidad nueva que siente en su cuerpo y en su alma todo lo que le sucede al más pequeño y humilde: el hambre, la marginación, la opresión, el desprecio, la prepotencia, el abuso, el olvido... Se nos hace muy difícil pensar y aceptar a toda esa humanidad que sobrevive por debajo del nivel mínimo de las personas... Todo lo mío es tuyo..., le dice el padre al hijo mayor. Y, al revés, todo lo nuestro es de Dios, es de la familia humana.


¡Qué reflexiones más apropiadas las que nos ofrece hoy J.A.Pagola:  "Pueblos enfrentados por la guerra, terrorismos ciegos, políticas insolidarias, religiones de corazón endurecido, países hundidos en el hambre... Nunca compartiremos la Tierra de manera digna y dichosa si no nos miramos con el amor compasivo de Dios. Esta mirada nueva es lo más importante que podemos introducir hoy en el mundo los seguidores de Jesús."


Texto del evangelio de LUCAS 15, 1-3. 11-32

jueves, 17 de marzo de 2022

De qué se trata

 Encuentros y reuniones preparando el Sínodo

A lo largo de estos últimos meses nos hemos reunido tratando de dar una respuesta a la sugerencia del Papa Francisco sobre la Iglesia.

    -¿Qué tenemos que decir nosotros los laicos sobre nuestra Iglesia?

    Y "nuestra Iglesia" nos ha sugerido toda una serie de preguntas o cuestiones: 

      -Compañeros de viaje. "Caminar juntos - Crecer como compañeros...

    -Escuchar con una mente y corazón abiertos

    -Invitados a hablar con libertad..

    -Nuestras celebraciones inspiran y guían nuestra vida...?

    -Llamados a una Misión común...

En esa línea nos han ido proponiendo que vayamos comentando cómo vemos nuestra Iglesia, si realmente responde a las exigencias del evangelio. ¿Cómo la sentimos?

Todos tenemos una experiencia de Iglesia que, con sus charlas y sermones y, sobre todo, con su práctica nos ha ido formando y hemos ido aceptando como algo establecido y sagrado la estructura y organigrama de una Iglesia jerárquica, clerical y autoritaria.

¿Qué podemos decir?

De entrada damos por buena la Iglesia que tenemos porque es algo que nos viene de los Apóstoles, de Jesucristo, de Dios... O sea, algo sagrado.

Simplemente nos toca aceptarla tal como es y, si acaso, intentar mejorar algunos aspectos que hagan que fucione mejor.

Y, ante eso, creo que estamos cometiendo un error. Porque de lo que se trata no es de mejorar la Iglesia, ni siquiera hacerla más grande, más numerosa, más participativa, más moderna y adaptada a los nuevos tiempos... No!. 

Lo que importa no es la Iglesia. Y ahí está nuestro error. Nosotros (nuestra Iglesia) repite el esquema de la religión judía en tiempos Jesús de Nazaret. Jerarquía, normas y mandamientos, clérigos y laicos, lugares sagrados, cumplimiento de ritos y ceremonias...

Jesús quiso hacerles entender que no era ése el camino. Que lo importante no era la religión. Que el hombre, la mujer, el niño, el esclavo, el extranjero, el leproso, el marginado... Cualquiera era más importante que el sábado.

Creo que no tenemos que esforzarnos en hacer más Iglesia.  Porque no se trata de restaurar, repintar, cambiar el tejado... No!, a lo que estamos llamados es a proclamar el mensaje de Jesús, intentar vivir una nueva humanidad, crear una sociedad más justa y solidaria... Y si no ponemos ese mensaje en la cabecera de nuestros requisitos, sólo haremos un trabajo sin sentido reforzando una estructura y una construcción que se cree que es la salvación del mundo.

Intenté comentarlo al principio de nuestras reuniones: Nuestra respuesta al mensaje de Jesús; vivir como hermanos; nuestras reuniones o celebraciones para tomar fuerzas y salir con más ilusión y ánimo de ellas para seguir las huelas de Jesús...

Todo lo demás (y me refiero a los ritos y ceremonias, a la jerarquía, al clero, a los sacramentos y oraciones), todo, tiene que ir enfocado y dirigido a vivir al estilo de Jesús.

El que sigamos con una jerarquía (que se cree sagrada y puesta por Dios mismo), el que se excluya a las mujeres de la dirección o animación de las comuidades o grupos, el que sigamos con ese afán de que todos se bauticen, vayan a misa, practiquen los ritos y devociones establecidas... Todo eso deja de tener importancia. Y deja de tener sentido preguntar cómo vamos a responder a nuestro mundo y a nuestra sociedad, cómo llegar a los jóvenes o a los marginados...

¿Qué propone Jesús de Nazaret? ¿Cómo actuaba él mismo? ¿Nuestra vida es coherente con el evangelio?


El fruto de nuestra vida

Hablamos de "conversión"

20 de marzo 2022


Entendemos que el tiempo de la Cuaresma es una invitación a la reflexión y una especie de examen de nuestra vida.

En el texto que leemos este fin de semana (texto del evangelio de Lucas) escuchamos una comparación que hace Jesús: la higuera estéril.

"Que lleva tres años yendo a buscar fruto y no lo encuentra..."

¿De qué habla? ¿A qué se refiere? Y tratándose de nosotros, ¿cuál sería el fruto de nuestra vida?

Como comenta José Antonio Pagola: "El riesgo más grave que nos amenaza a todos es terminar viviendo una vida estéril. Sin darnos cuenta vamos reduciendo la vida a lo que nos parece importante: ganar dinero, no tener problemas, comprar cosas, saber divertirnos... Pasados unos años nos podemos encontrar viviendo sin más horizonte ni proyecto."

Después de haber escuchado durante muchos años las explicaciones y sermones sobre la salvación eterna o sobre el premio o castigo de Dios, empujados por el ambiente de nuestra sociedad, hemos ido dejando de lado todos esos pensamientos y nos conformamos simplemente con vivir. Y el fruto y valor de nuestra vida los medimos con los pequeños éxitos o fracasos que vamos cosechando día a día.

Una buena pregunta. Así escribe J.A. Pagola: -"Jesús compara la vida estéril de una persona con una «higuera que no da fruto». ¿Para qué va a ocupar un terreno en balde? La pregunta de Jesús es inquietante. ¿Qué sentido tiene vivir ocupando un lugar en el conjunto de la creación si nuestra vida no contribuye a construir un mundo mejor? ¿Nos contentamos con pasar por esta vida sin hacerla un poco más humana?"

Porque, finalmente, esa es la cuestión más importante. La razón de nuestra vida no es vivir porque sí. Mi vida, mi existir tiene un sentido y un valor. Cuando trato de situarme en la creación, en este mundo tan maravilloso (en la enormidad de las galaxias, estrellas y planetas... o en el micro-cosmos que está alrededor nuestro o incluso dentro de nosotros) yo, mi vida, tiene un sentido y una razón de ser. Y sólo si descubro lo que me hace profundamente hombre-mujer llevaré a plenitud mi vida, el ser que he recibido...

Me gusta la explicación que escribe Fray Marcos: -¿Qué significa dar fruto? ¿En qué consistiría la salvación para nosotros aquí y ahora? Tal vez sea esta la cuestión más importante que nos debemos plantear. No se trata de hacer, o dejar de hacer, esto o aquello para alcanzar la salvación. Se trata de alcanzar una liberación interior que me lleve a hacer esto, o dejar de hacer lo otro, porque me lo pide mi auténtico ser. La salvación no es alcanzar nada ni conseguir nada. Es tu verdadero ser, estar identificado con Dios. Descubrir y vivir esa realidad es tu verdadera salvación."

A ver cómo lo digo. Dios sigue creando y evolucionando dentro de mí. Todo lo que me rodea (lo grande y extraordinario del macro o micro-cosmos) es una obra actual y constante de Dios y mi vida tiene que ir descubriendo esa realidad y al acercarme a Él mi vida tiene que ir pareciéndose a Dios mismo del que Jesús de Nazaret nos dice que es Abbá, que es compasivo y misericordioso, que nos ama... y espera de nosotros que vivamos a su manera: personas que miran con bondad, que comparten y son solidarias. En resumen, que crecen en humanidad día a día.

Texto del evangelio de Lucas  13, 1-9 La higuera estéril

jueves, 10 de marzo de 2022

Aprender a escuchar

Éste es mi hijo, el Elegido. Escuchadlo a él

13 de marzo 2022


Este fin de semana se nos propone un texto del evangelio de Lucas al que se le ha dado el nombre de la Transfiguración.


A lo largo de la historia la Iglesia (sus predicadores y sus pintores) nos han presentado frecuentemente como un verdadero espectáculo en el que Jesús aparecía en toda su gloria. Era como dejar ver su divinidad.

Y nos parecía graciosa la intervención de Pedro al proponer lo de "hacer tres chozas: una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías".


Porque Jesús, nuestro Salvador, llevaba dentro de sí toda la santidad, toda la gracia y toda la gloria de su divinidad... Y por eso nos salva, nos libra del pecado y de la muerte. Él que luego se entregará a la muerte (y muerte de cruz, como escribe Pablo).


Ésa es la doctrina. Lo hemos escuchado muchas veces, lo hemos pensado y reflexionado y estamos convencidos de que es así, tal como nos han enseñado.

Pero...


Veamos. Como escribe Fray Marcos: -"La transfiguración no debemos entenderla como una puesta en escena por parte de Jesús. El querer explicar el relato como si fuera una crónica de lo sucedido, es la mejor manera de hacer polvo el mensaje. No es verosímil que Jesús montara una exhibición de luz y sonido, ni para tres ni para tres mil."


Ese Jesús que vemos o imaginamos en la Transfiguración, o el que veremos y escucharemos en los relatos de Pascua es el mismo que nos habla en las parábolas, el que nos dice cómo vivir y actuar, el que nos habla de la Buena Noticia del Reino de Dios (que ya está dentro de nosotros), el que dirá que el hombre es más importante que el sábado, que si vas a hacer tu ofrenda (o a misa) y recuerdas que tu hermano o tu vecino tiene algo contra tí..., deja la ofrenda, la misa o lo que sea y vete a reconciliarte con él...

Jesús, en su hacer de cada día, en su humanidad, llevaba ese algo tan grande y maravilloso que todos entendieron que era la manera de ser de Dios, su divinidad. Y todo su esfuerzo e interés fue darnos a entender que ese estilo de vida era lo que Dios quería: que cada uno de nosotros fuera creciendo en humanidad, en fraternidad, en entrega y solidaridad... Eso es lo que nos haría hijos de Dios. Y si no somos capaces de ver y mirar a los otros con los ojos de Dios, nunca nos reconocerá.

Y para ello lo que tenemos que hacer es escuchar. Prestar atención a su mensaje, a su vida, a su Buena Noticia.

Creo que, en general, nos sobran doctrinas y explicaciones. Incluso muchas normas y ritos. Y tenemos el peligro de quedarnos con todas esas apariencias olvidando lo que es principal.


José Antonio Pagola lo resume así: -"Los seguidores de Jesús no vivimos de cualquier creencia, norma o rito. Una comunidad se va haciendo cristiana cuando va poniendo en su centro el Evangelio y solo el Evangelio. Ahí se juega nuestra identidad. No es fácil imaginar un hecho social más humanizador que un grupo de creyentes escuchando juntos el «relato de Jesús». Cada domingo podemos sentir su llamada a mirar la vida con ojos diferentes y a vivirla con más responsabilidad, construyendo un mundo más habitable."


Ahora mismo todos andamos pensando en esa guerra y todas sus consecuencias (entre Rusia y Ucrania). Pero cuántas guerras, cuántas agresiones y violencias, cuántas personas humilladas y despreciadas... en tantos otros países.

Tenemos que espabilarnos, salir de nuestro sueño, y escuchar todo lo que nos dice Jesús el Maestro.

Texto del evangelio de LUCAS 9, 28-36


jueves, 3 de marzo de 2022

No tientes a Dios

"No sólo de pan vivirá el hombre"

6 de marzo 2022

Comenzamos la Cuaresma. Para los tiempos que corren parece como si habláramos de tiempos pasados, de algo caído en desuso: La ceniza del miércoles pasado; el ayuno; la penitencia; las charlas de cuaresma; el Via-Crucis...

Durante tantos años hemos vivido una Iglesia y una religiosidad representada por todos esas prácticas. Y, si las dejamos de lado, ¿qué nos queda?

En la última reunión que tuvimos en nuestro grupo de preparación al Sínodo, se planteaba precisamente ese detalle: ¿Cómo responder a la cuestión sobre nuestra Fe? ¿Por qué soy cristiano? ¿Qué es lo que me motiva? ¿A quién sigo?

Entonces nos vemos obligados a reflexionar: Si Jesús de Nazaret es el Maestro, ¿cuál es su mensaje? ¿Cuál es su propuesta? Me doy cuenta de que todas esas prácticas religiosas son como la parte externa, el adorno, costumbres antiguas o modernas que pueden ir cambiando; pero si no he captado el mensaje auténtico de Jesús, todo eso que hago puede convertirse en una especie de mantra que puedo repetir y repetir casi sin darme cuenta de lo que digo.

Por otra parte, en el mundo, en la sociedad en la que vivimos sufrimos una tentación constante: la de convertir todo en pan: -"Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en un pan."

José Antoni Pagola lo expresa así: -"Es nuestra gran tentación. Reducir todo el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos: empeñarnos en convertirlo todo en pan con que alimentar nuestras apetencias."

Si analizamos nuestra vida, nuestra actividad, nuestros objetivos, nuestros planes y sueños... ¿qué encontramos?

Sigue el comentario de J.A. Pagola: -"Nuestra mayor satisfacción, y a veces casi la única, es digerir y consumir productos, artículos, objetos, espectáculos, libros, televisión. Hasta el amor ha quedado convertido con frecuencia en mera satisfacción sexual."

¿A eso he reducido mi vida?

Me acaban de comunicar la muerte de un amigo (cáncer de páncreas). Es la vida, es lo que hay, cuando te toca... Utiliza

mos expresiones parecidas. Pero, en el fondo, la cuestión que me presiona y me exige es otra: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Todo eso que vivo, planifico y sueño, me hace crecer en humanidad? Una humanidad que es una relación fraterna, compartir, sentirme responsable de lo que les sucede a las otras personas... Y ahí entran tantas cosas: la marginación de mucha gente, el desprecio y la opresión por ser de otra raza y color, por pensar distinto, etc. (Cosas así terminan en guerras de todo tipo en las que siempre lo pagan los más débiles).


 Una reflexión final de J.A. Pagola: "-¿No necesitamos liberarnos de nuestra avidez, egoísmo y superficialidad, para despertar en nosotros el amor y la generosidad? ¿No necesitamos escuchar a Dios, que nos invita a gozar creando solidaridad, amistad y fraternidad?


Algo así sería la invitación que se nos hace para ir al desierto: lugar y tiempo de reflexión y de centrarnos. Y no tentemos a Dios esperando que Él nos saque de apuros o simplemente nos salve.


Texto del evangelio de Lucas, 4, 1-13


 

Yo soy el buen pastor

...que se entrega por sus ovejas 21 de abril 2024 El texto del evangelio de Juan que escuchamos este domingo 4º de Pascua nos habla del &quo...