jueves, 30 de junio de 2011

¿Indignados?

Me parece interesante este comentario de Víctor Codina, sj y desearía que todo eso que se va acumulando se convirtiera en un grito que llegue hasta esa institución que queremos y que nos preocupa...

¿Indignados en la Iglesia?
Victor Codina, sj.
Ante el reciente movimiento social de los "indignados" en España (y también, aunque en otro contexto diferente, en el Norte de África), todavía incierto y difícil de ser juzgado, podemos preguntarnos si en la Iglesia no hay también indignados. No encontramos ciertamente en la Iglesia algo semejante a lo ocurrido en la plaza del Sol de Madrid o en la plaza de Catalunya de Barcelona. No hay nadie acampado en la plaza de San Pedro de Roma, no hay pancartas que digan "Democracia en la Iglesia, ya" o "Cristo si, Iglesia no", la guardia suiza con sus pintorescos uniformes miguelangelescos no ha reprimido a nadie, como sí lo han hecho los mossos d´esquadra en Barcelona.

Hay ciertamente en la Iglesia voces indignadas como la de Hans Küng, personas y foros que expresan su disgusto, que añoran el Vaticano II, hay gente que abandona la Iglesia, grupos que en América Latina se pasan a los pentecostales, se constata un cisma blando y silencioso de mujeres, de intelectuales y de jóvenes, hay desencanto e indiferencia en muchos. Pero existe una mayoría silenciosa de fieles que sufrimos calladamente, trabajamos, oramos y esperamos tiempos mejores. Silencio ¿por cobardía, prudencia o miedo? No lo sabemos.

Pero si miramos más a fondo, en Israel y en la Iglesia siempre ha habido indignación ética y religiosa ante muchas circunstancias adversas, aunque no se llamen "indignados" sino profetas y profetisas. Los profetas de Israel eran voces de indignación y denuncia ante la idolatría del pueblo y la corrupción e injusticia de los reyes. Jesús de Nazaret, cuando expulsó a los mercaderes del templo ¿no estaba indignado porque habían convertido la casa de su Padre en una cueva de ladrones? Los monjes que iban al desierto para protestar de la Iglesia de Cristiandad constantiniana, Francisco y Domingo, Catalina de Siena, Ignacio y Teresa ¿no querían reformar la Iglesia de su tiempo? Más recientemente, teólogos de la liberación como Boff y Sobrino, teólogas como Yvonne Gebara y Lucía Ramón, ¿no están proféticamente indignados-as ante realidades indignas e injustas? ¿Qué fueron en su tiempo Juan XXIII, Romero, Helder Cámara, Samuel Ruiz. Arrupe, Espinal y Ellacuría, sino profetas? ¿Que hay detrás de Desmon Tutu, de Nicolás Castellanos, de Buxarrais, de Casaldáliga y del mismo Cardenal Martini, sino voces proféticas y deseos de reforma eclesial? Muchos de estos profetas también fueron reprimidos, silenciados, sufrieron persecución e incluso martirio. A Jesús de Nazaret la expulsión de los mercaderes del templo le costó la condena a muerte y la crucifixión.

Los creyentes, creemos que detrás de estos movimientos sociales de protesta, detrás de estas voces proféticas de la Iglesia, muchas veces mezcladas con ambigüedades, errores y desviaciones que hay que discernir continuamente, está presente el Espíritu del Señor que llena el universo, el mismo que hace surgir la vida del caos, el que habló por los profetas, el que acompañó la vida de Jesús de Nazaret, el que hizo nacer la Iglesia y el que conduce la historia de la humanidad hacia su consumación del Reino. Llamémoslo indignación, profetismo, contestación, reforma, opinión pública o disenso, en el fondo es el Espíritu de Jesús quien está presente de forma callada pero real bajo estos movimientos.

En la Iglesia todos los bautizados participamos del profetismo de Cristo y faltaría algo esencial a la Iglesia si desapareciese, o no se tuviera en cuanta, la opinión pública de laicos, religiosos y religiosas, de ministros del Señor. Por esto Pablo nos exhorta a que no apaguemos el Espíritu, que no despreciemos lo que dicen los profetas, que lo examinemos todo y nos quedemos con lo mejor (Tes 5, 19). Porque el Espíritu renueva la faz de la tierra (Salmo, 103, 30).

domingo, 26 de junio de 2011

El que come este pan vivirá para siempre


26 de junio 2011 - Fiesta del Corpus
Fiesta de la Eucaristía

"Os aseguro que si no coméis la carne del hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros..."

Durante muchos años escuché las palabras del evangelio de hoy y, seguramente, yo mismo me hice eco de ellas en mi vida, en mis prácticas religiosas y en mis creencias.
La eucaristía se convertía de esa manera en el centro de toda vida religiosa. Se incentivaba de todos los modos y maneras las prácticas en torno al sagrario: visitas al santísimo, asistir a misa siempre que fuera posible, comulgar diariamente si podía... Y se añadían otras prácticas como la Adoración Nocturna, procesiones, los altares tan adornados, el oro y la plata que brillaba, la custodia donde se sacaba en procesión al santísimo, la adoración profunda, el arrodillarse el máximo de tiempo posible, etc.
Todo ello ha ido creando, podríamos decir, una religión paralela en la que teníamos a un "dios" cercano y a nuestro alcance. Lo podía visitar, lo podía adorar, le podía pedir todo lo que necesitaba, y lo podía recibir en forma de comida y bebida... De ahí, también, la gran profusión de oraciones (a veces tan melosas y acarameladas) en las que se van centrando esta especie de religión en la que nuestro dios es mucho más cercano que el de otras religiones... (Todavía nos lo decía el sacerdote en la eucaristía de este domingo... "a diferencia de nuestros hermanos protestantes...").

Reflexionando ahora sobre el evangelio, me parece entender que los católicos, como institución, hemos hecho como separaciones dentro del mensaje de Jesús de Nazaret. Por un lado escuchamos el evangelio y comentamos las parábolas, los milagros y enseñanzas y por otra tomamos ciertos elementos y los colocamos en el altar para que presidan nuestra vida y nos sirvan como punto concreto de adoración, de culto, de veneración, de trono de peticiones... Es decir, convertimos la buena noticia de Jesús en una religión en la que unos hemos tenido la suerte de entrar (gracias a nuestra familia y haber nacido dentro de la "religión") y otros muchos se quedan fuera porque no han tenido tanta suerte... De ese modo nos colocamos aparte, entre los elegidos. Sin ningún mérito, claro. Y la gran noticia del reino de Dios en la que tanto insistía Jesús de Nazaret se queda y se convierte en el "regalo" que nosotros vamos a llevar a los paganos... (que son tantos y tantos millones!).
Como que no me quedo satisfecho. Entiendo que hay algo que no cuadra.
La eucaristía, es y tiene que ser otra cosa.
Si el mensaje clave de Jesús es el "reino de Dios", también la eucaristía tiene que tener ese sentido. No puede ir en otra dirección.
Si la cena de Jesús (aquella cena de despedida) fue como hacer hincapié precisamente en la profundidad de eso que llaman ahora la "comensalía" = la mesa compartida, desde abajo, desde los últimos... porque es ahí donde encontramos a Dios, al padre que se identifica con los últimos, con los más desgraciados, con los depreciados, con los que no son nadie, ni tienen poder, ni dinero, ni influencias... Y, cuidado, que en esa cena de despedida que entiende (él y todos aquellos hombres y mujeres que están con él), entiende que es la última, que le han tendido una trampa, que lo van a asesinar... En esa situación tan tensa esa cena y la importancia que todos entendieron que tenía resulta muy fuerte el pan y el vino compartidos = la mesa compartida... Y no hace alusión a ritos religiosos, a los recuerdos del pueblo judío, a la salida de Egipto...
Juan, en su evangelio, lo presenta así de elaborado (como algo rumiado y meditado).
La marca sigue ahí en las primeras comunidades. Incluso Pablo, llama la atención a los cristianos de Corinto, creo recordar, al reprocharles que mantengan distancias y desigualdades al tiempo que pretenden tener la "mesa compartida" = la mesa del Señor, la cena del Señor...
Y debió marcar mucho a todos esa cena de despedida en la que Jesús de Nazaret, al que seguirán sintiendo que "sigue vivo", fue fiel a su mensaje de buena noticia hasta el final. A pesar de las traiciones, de las negaciones, de los abandonos... Y ahí se veían incluidos todos: Pedro, Judas y todos que huyeron en el momento más duro.
El que "sigue vivo, el viviente" sigue apostando por la humanidad, por los de abajo. Y la cena, la mesa compartida, comer el pan y beber el vino juntos... tiene que ser la manera en que nos hacemos solidarios, nos acercamos a todos esos (los últimos de este mundo) y podemos escuchar y sentir su vida como nuestra... Sólo en esos momentos se hace presente, no un sacramento, sino Dios mismo que se identifica con ellos. Es como ese chispazo o conexión con la buena noticia que nos entregó Jesús de Nazaret.
Y entonces, lo sentiremos "vivo" y presente. Y nosotros, al comer y beber de ese vino = esa comensalía, empezaremos a sentir esa "vida para siempre". Y en esa línea podemos entender esa palabra de Jesús: "El que come este pan vivirá para siempre"... Será como sentir una vida nueva en nosotros, algo distinto... que el reino de Dios ha llegado a nuestras vidas.
La eucaristía no es algo estático que se guarda en el sagrario, se adora, se venera o se recibe como una medicina maravillosa.
Por eso, ciertas presentaciones y predicaciones, que todavía se escuchan, me producen cierta pena (con todo el respeto para tantas, tantísimas personas mayores que han vivido toda su vida con ello). Las siento tan lejos del dinamismo y sentir profundo del evangelio...
Porque, ¿qué tiene de buena noticia para el mundo de hoy? Que los católicos van a su iglesia y reciben esa oblea o galletita...? Que dicen que "su Dios" está ahí? Como ni se ve ni se toca... Bueno, no hay más consecuencias.
En cambio, el "banquete del reino", la mesa compartida, el comer y beber con los últimos... donde desaparecen las desigualdades, se crea fraternidad, se borran las injusticias y abusos, se rehace la humanidad más justa y solidaria... "a imagen de nuestro padre Dios"... Eso es otra cosa. Eso nos compromete, cambia mi vida, le da un giro total... En definitiva, empiezo a recibir una vida "para siempre", la que no teme ni siquiera a la muerte.
Esa es mi oración de hoy y mi máximo deseo.

sábado, 25 de junio de 2011

Testigos del Reino


Me encanta hacerme eco de este escrito de Pedro Casaldáliga...
Entiendo que a eso estamos llamados.
Cuando Jesús de Nazaret nos habla del reino, es para invitarnos a ser testigos.
Cuando las primeras comunidades celebran la memoria de Jesús, es para ser testigos.


Y ahora, también en nuestro mundo de hoy, es el verdadero motivo, el que nos debe mover y dinamizar: ser testigos.

Lo que viene a ser lo que Pedro Casaldáliga repite:
Ser cristiano, cristiana, es dar testimonio; responder con la propia vida a las llamadas del Reino y denunciar proféticamente la iniquidad del anti-Reino. Responder diariamente, con fidelidad, al Amor de Dios en el servicio fraterno. Es ser coherente con la palabra hecha anuncio y con el anuncio hecho práctica

TESTIGOS DEL REINO

PEDRO CASALDÁLIGA, Obispo, pedro.casaldaliga@uol.com.br

SÃO FÉLIX DO ARAGUAIA (BRASIL).

ECLESALIA, 24/06/11.- El tema-lema de nuestra Romería de los Mártires de este año 2011 es «Testigos del Reino». Es el título más abarcador y más profundo que se podía escoger para una romería martirial. Dar la vida dando testimonio del Dios de la Vida, de la Paz y del Amor. Todos aquellos y aquellas que van dando su vida, en el día a día y dándola totalmente, en el momento final de su caminar, son testigos del proyecto de Dios para la Humanidad, para el Universo; responden con lo que mejor tienen al sueño de Dios, al Reino de Dios.

Con estas dos palabras, -«Testigos del Reino»- sintetizamos todo lo que se pueda decir de una vida donada, de una muerte vivida. En la visión cristiana más tradicional esa muerte es vivida por la Fe cristiana. Los mártires que la Iglesia reconoce oficialmente son mártires de la Fe, de la Moral cristiana, del Evangelio, explícitamente: misioneros tal vez, víctimas de la caridad heroica, vírgenes radicalmente fieles al divino Esposo.

En una visión cristiana renovada, más profunda, más consonante con la Palabra y con la Vida, con la Muerte y la Resurrección de Jesús, son mártires todos aquellos que dan su vida en la muerte por las causas del Reino, por la justicia, por la paz, por la solidaridad, por la ecología, por la verdadera promoción del prójimo marginalizado. Jesús en el Evangelio los define categóricamente: la prueba mayor del amor es dar la vida por amor. Nuestro P. João Bosco Penido Burnier dio la vida como misionero entre indígenas y campesinos y dio la vida para liberar a dos mujeres sometidas a tortura.

En estos días es noticia, por lo menos en medios de comunicación más al servicio del pueblo, la muerte matada, en el Sur de Pará, de un matrimonio de militantes al servicio de la Naturaleza. José Cláudio y Maria do Espírito Santo. Después de Chico Mendes y de la hermana Dorothy, dos ambientalistas más son asesinados en el sur de Pará. Tristemente en el mismo día en que la Cámara de Diputados aprobaba el siniestro nuevo Código Forestal, que legalizará la deforestación, amnistiando los crímenes de los madereros. José Cláudio y Maria do Espírito Santo son dos nuevos mártires de la floresta.

Ser cristiano, cristiana, es dar testimonio; responder con la propia vida a las llamadas del Reino y denunciar proféticamente la iniquidad del anti-Reino. Responder diariamente, con fidelidad, al Amor de Dios en el servicio fraterno. Es ser coherente con la palabra hecha anuncio y con el anuncio hecho práctica. Es ser testigo, en primer lugar, del supremo testigo, Jesús de Nazaret, proclamado en el Apocalipsis como «El Testigo fiel». Él vino para hacer la voluntad del Padre, testimoniando radicalmente el amor de Dios. Él vino para que todos tengamos vida y vida plena.Él repitió ante sus perseguidores y todo el pueblo que sus obras daban testimonio de Aquel que lo envió

Es una cadena de ‘testimoniedad’. Jesús da testimonio del Padre, los mártires dan testimonio de Jesús, nosotros damos testimonio de nuestros mártires. Somos testigos de testigos. Y celebramos la Romería de los Mártires de la Caminada, en el Santuario de Ribeirão Cascalheira, para mantener viva la memoria de todos aquellos y aquellas que cayeron gloriosamente, con el testimonio de la propia sangre.

Celebramos la Romería de los Mártires en un día, en un lugar, para reasumir el compromiso de vivir como testigos del Reino, cada día, y en todo lugar. Para dar testimonio del testimonio de nuestros mártires y renovar, con pasión, con radicalidad, con alegría, nuestro seguimiento de Jesús, en la búsqueda del Reino, en la vivencia del Reino, en la celebración del Reino, en la invencible esperanza del Reino.

Para mi ordenación sacerdotal, allá por los años de 1952, escogí como recordatorio una estampa con aquella pintura de El Greco que presenta a Jesús mirando para el Padre y entregándose a su servicio. Los sacrificios no te agradaron y yo vine para hacer tu voluntad, dice Jesús. En el recordatorio recogí el versículo 8 del capítulo 1 del libro de los Hechos de los Apóstoles, «Seréis mis testigos hasta los confines de la Tierra».

Y de cualquier confín y en toda circunstancia seguiremos en la caminada, como testigos de testigos, como «Testigos del Reino».(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

domingo, 19 de junio de 2011

Para que el mundo se salve...


19 de junio 2011 - Fiesta Santísima Trinidad

"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo único... para que tengan vida para siempre, de verdad"
"... no mandó a su hijo al mundo para juzgar, sino para que el mundo se salve..."

Hoy nos dieron una clase de teología (antigua), de la de siempre, de la que se predicaba desde hace siglos... Como tiene que ser! pensará más de uno.
Y, precisamente por eso, se me atraganta. Se nos va la predicación de Jesús a tales alturas que ya nos perdimos. Las naturalezas, las personas, las relaciones... todo eso poniendo todo el interés en que entendamos o hagamos como que entendemos "quién es Dios", cómo es su "esencia", su "naturaleza", su composición... Algo que es imposible. Todo el mundo lo sabe. Si ya Juan, en sus cartas decía: "A Dios nadie le ha visto..." Y si queremos entender algo de Dios, sólo hay un camino: Amar. Porque "Dios es amor". Y es la única explicación que da.
Y aún es mucha explicación.
Jesús no trata de explicarnos "cómo es", sino cómo actúa. Y cómo conocemos que Dios está presente... Algo que acontece, no que se sabe o se entiende.
Y es que esa manera o manía (filosófica), recogida de los filósofos griegos, de querer buscar explicaciones y esencias, de razonar y diseccionar hasta encontrar "el alma" o la quintaesencia de todo... no es un buen camino.
Entonces, cuando escucho a Jesús de Nazaret, no necesito que me digan eso de las naturalezas, de las personas y demás... Y aplicar a Dios ese lenguaje humano... nos distrae de lo principal: actuar como Dios, como él quiere, parecernos a él. A eso nos invita Jesús. Y cuando nos propone parábolas (como cuentos o comparaciones) es para que podamos hacernos un poco de idea de "cómo hacer y actuar".
Y habla de la misericordia y de la ternura, de la acogida y el perdón, de la atención a los pequeños y desvalidos, de la ausencia de aspiraciones al poder, del desprendimiento (incluido el dinero), de la solidaridad con los extraños (extranjeros, inmigrantes, etc.).
Y cuando hacemos eso, estamos entrando en el reino de Dios, se manifiesta, el mundo cambia, y sopla un nuevo aliento... que es el de Dios.
Hoy, nos hablaron de Cáritas... Yo colaboro en el reparto de alimentos y voy viendo y aprendiendo. Hay demasiada gente que pasa necesidad...
Pero creo que, además de colaborar, de ayudar, de poner nuestras monedas... tenemos que tener claro que esa necesidad, esa pobreza y miseria tiene un origen. Tal y como viene gobernado este mundo, la manera de ordenarlo, de dirigirlo, produce todo eso. Unos se siguen haciendo cada día más ricos. A costa de la miseria y hambre de muchos.
Hoy, también, había manifestaciones del 15M (ese movimiento de protesta de los "indignados") que cuestiona todo eso.
Mira por donde, pienso que "Cáritas" tendría que estar ahí manifestando la protesta por esta manera de gobernar el mundo nuestro. Decir alto y claro que no estamos de acuerdo, que no nos parece bien, que no es justo, que no es lo que Dios quiere, ni mucho menos.
Lo que no puede ser es que con una mano ayudemos a Cáritas y con la otra colaboremos con los que producen toda esa necesidad. No podemos servir a Dios y al dinero. Así de claro lo dijo Jesús de Nazaret. Y si quiero seguirle... pues así de claro debe sonar en mi vida.

La palabra que escribe Juan en el evangelio de hoy: "para que el mundo se salve..." entiendo que dice: que lo que importa es que la gente "tenga vida", vida de verdad. No una vida de miseria, de pobreza, de hambre, de enfermedad... Y si no nos ponemos de ese lado, es que estamos sin darnos cuenta en el lado contrario. Entiendo que todos los que queremos seguir a Jesús de Nazaret no tenemos otra opción. Esforzarnos por que la gente "tenga vida", como Dios manda (como se suele decir). Lo demás será muy bonito, muy poético... pero estaremos fuera del tiesto.

Un detalle final. En la predicación nos hablaron del "Dios de los cristianos"... y hasta se hicieron comparaciones con el "Dios de los judíos" o el "Dios de los mahometanos"... Lo que nos faltaba, pensé. Ahora se van a pelear todos esos dioses. A ver quién es más! Y claro, el de los cristianos era más porque son tres personas... Lo que decía al principio. Totalmente equivocado.
No tiene nada que ver con la palabra de Jesús. Dios se acerca a nosotros, a todos, a la humanidad, para que entendamos cómo ser humanos de verdad, para que tengamos vida de verdad... Y ya no se trata del dios de los judíos o de los samaritanos, de los gentiles o de los paganos... Sólo Dios. El de todos. El que se ha acercado tanto a la humanidad... que si no somos capaces de "vestir al desnudo, dar comer al hambriento, visitar al que está en la cárcel, etc." no entendemos nada de él, no lo conocemos, no estaremos de su lado...
En fin, me da pena que una institución como la iglesia (en muchos de sus predicadores) siga hablando, predicando y enseñando cosas como ésa.
A ver si me centro en lo importante. Amén

domingo, 12 de junio de 2011

Recibid el espíritu santo


12 de junio 2011 - Fiesta de Pentecostés

"Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo"
"Recibid el espíritu santo; a quienes les perdonéis..."

Cuando era más joven y me esforzaba por aprender idiomas, esta fiesta se me antojaba como algo de ensueño: "hablar en tu propia lengua y que todo el mundo te entendiera..."
Pentecostés me parecía como algo no sólo extraordinario sino tan deseable que, según nos predicaban, rezaba a Dios-Espíritu Santo como si de otro dios se tratara para que me concediera todos esos dones que nos decía que daba al que se los pidiera.
Ahora me parece que la predicación de la iglesia, o por lo menos de muchos de sus predicadores, no ha hecho más que embarullar las cosas. Hablando y pensando a la manera humana atribuimos a Dios, nuestro padre (según nos enseñó y mostró Jesús de Nazaret) como un trío del que se dicen tantas cosas nada comprobables y tangibles que lo único que se consigue es alejarlo de nosotros. Y las imágenes que nos han llegado (de pintores y demás) aún ayudan menos.
Jesús nos muestra con sus palabras y con su vida, sobre todo, cómo es Dios; mejor dicho, cómo y cuándo se revela Dios. Y es en el acontecer, en el estilo de vida, en la manera de actuar.
Y, a través de tantos ejemplos y parábolas, nos dirá cómo hacer (siempre en rasgos de compasión y de misericordia, de compartir y ser solidarios, de humanidad y de acogida...). Y cuando se vive así entramos en el reino de Dios, nos parecemos a Dios mismo.
Y en cuanto al "espíritu santo" o espíritu de Dios... entiendo que lo que quiere decir es que cuando comenzamos a vivir y actuar de esa manera, Dios se nos revela, recibimos su aliento.
El aliento es lo que caracteriza nuestra vida, el estar vivos... Y estoy convencido que cuando se habla del "espíritu de Dios" se están refiriendo a ese aliento, a respirar como Dios, a actuar según la manera y estilo de su reino.
Me parece mucho más simple y más comprensible. De lo contrario nos vamos por las ramas y tratamos de decir y definir "cómo es" en lugar de averiguar qué ocurre cuando actuamos como nos indica Jesús.
Y, en muchísimas ocasiones lo hemos podido comprobar, cuando una persona, un grupo, una comunidad actúa de esa manera... se siente un "aliento" diferente, es el espíritu de Dios.
Y no es algo que nos caiga encima, que nos venga así como una lluvia que cae sobre nuestras cabezas... No, me parece que cuando entramos en esa nueva dinámica nos llega ese aliento nuevo. Y entonces podemos entender y comprender "cómo se nos revela" Dios mismo.
Una vez más tenemos que recordar lo que nos dice Jesús: Dios se revela a los pequeños, a los humildes, a los últimos... Eso que se ha dicho de que al bajar a ese nivel, al humanizarnos y vivir solidariamente podemos captar lo que significa entrar en el reino de Dios. Y si Jesús señala esa actuación como "prueba final" en el examen... (dar de comer, dar de beber, vestir, acompañar, visitar, etc.) porque Dios mismo estaba allí..., me parece que no hay otro camino para que nos llegue ese aliento que nos haga vivir dentro del reino de Dios.
De ahí que más que "pedir" que nos mande el "espíritu santo", lo que importa que nosotros nos sintamos "enviados" a vivir como Jesús lo hizo. Entonces estoy convencido de que Dios se nos revela y nos da su aliento. Y, claro, con su aliento, tendremos el ánimo, el coraje, la constancia, la esperanza... a pesar de que las cosas no vayan como podíamos imaginar.
Entonces mi oración hoy es: quiero vivir esa manera nueva de Jesús, quiero actuar a su estilo, quiero ver las cosas y valorarlas como él lo hacía... Amén

domingo, 5 de junio de 2011

Id y haced discípulos


5 de junio 2011 - Ascensión del Señor

..."enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado"

Una escena que casi la sabemos de memoria. El libro de los Hechos de los Apóstoles la presenta de una manera, Mateo en su evangelio de otra... Es igual. Lo que nos importa no es la manera de contarlo; sino lo que supuso para aquellos hombres y mujeres seguidores de Jesús de Nazaret.

Podemos quedarnos en esa celebración espiritual, mística o de admiración (como sucede muchas veces en la iglesia) de la ascensión al cielo... Una manera de hablar y de expresarse que hoy en día no debería usarse. Eso del cielo y la tierra, la derecha de Dios, etc. O como todavía oigo rezar en mi iglesia lo de "este destierro"... Y es que, vistas así las cosas, nuestra vida (maravilloso regalo de Dios, de la naturaleza, de nuestros padres) se convierte en una carga, una pesadez, una tristeza, un destierro... y terminamos invocando a Jesús para que nos lleve con él añorando la otra vida, el más allá como final de nuestras penas y tristezas.

Además, al expresarnos así nos ponemos a hablar de lo que no sabemos. Nadie puede explicarnos ni siquiera qué pasa después de la muerte. Nadie nos puede decir en qué puede consistir la vida plena en Dios... Lo que Jesús de Nazaret nos dice es cómo es y qué sucede cuando vivimos al estilo de Dios. Qué ocurre y acontece cuando comenzamos a dejarnos guiar por el estilo de Jesús de Nazaret. Es decir, qué pasa cuando entramos en el reino de Dios.

Y, por muchas vueltas que le demos, siempre llegamos a ese punto.
Si para Jesús fue como el motivo y razón de vivir: el anuncio del reino de Dios. Ahora, cuando los testigos recuerdan a Jesús (que, como escuchábamos el domingo pasado, sigue viviendo) evocan aquello de "id y haced discípulos por todo el mundo..."
Creo que, durante demasiado tiempo (quizás incluso ahora), hemos pensado que era aquello de "ir y enseñar", ir y predicar, ir y convertíos en maestros de los demás... Y hubo un tiempo en el que lo de hacer discípulos equivalía a "bautizar". Cuantos más mejor. Y se contabilizaba el número de conversiones y bautismos. Y la iglesia (hablo de la católica) se llenaba de orgullo a publicar su número de catecúmenos, las estadísticas de nuevos cristianos, etc.

Leyendo y escuchando ahora esta narración de Mateo, y después de tantos años dentro de la iglesia, me temo que no era acertado ese camino. Por lo menos, no del todo.
Y es que "hacer discípulos" me parece que se refiere más a eso de "guardar todo lo que nos ha mandado", vivir como él, hacer como él, entrar en el reino... Eso sí es hacer discípulos.
Tanto tiempo invertido en aprender de memoria las oraciones, los mandamientos de Dios y de la iglesia, las virtudes teologales, las virtudes cardinales, las obras de misericordia y todas aquellas preguntas del catecismo... Todo como indispensable para hacer la Comunión, como indispensable para formar parte de la comunidad cristiana.
Palabras, palabras, palabras.
Y ahora comprendo que lo que importa es "guardar", vivir, hacer, practicar, acontecer...
Creo que nuestra comunidad cristiana no tiene que acreditarse por lo que "sabe", ni por todas las oraciones que recita, ni por todas las prácticas religiosas y piadosas que completa a lo largo del día o de toda su vida.
Lo que importa es ese "guardar todo lo que nos ha mandado". Y, mira por donde, lo único que nos manda es "amar". Y que vivamos con el estilo de Dios. Y define, según toda su experiencia, como el que ama, el que tiene entrañas de misericordia y compasión, el que no se fija en lo que la persona tiene, que hace salir el sol para buenos y para malos, que no juzga, que no condena... que tiene en cuenta, por encima de todo, a los más humildes, a los desvalidos, a los niños y a las mujeres (y lo decía en aquel tiempo en el que tantos los niños como las mujeres no representaban nada importante y que valiera la pena)... Juan llegó a comprender muy bien todo eso y define a Dios como "amor".

Fernando Mosteiro en su blog comenta esto mismo diciendo:
"La tarea fundamental que les confía es clara: «hacer discípulos» suyos en todos los pueblos. No les manda propiamente a exponer doctrina, sino a trabajar para que el mundo haya hombres y mujeres que vivan como discípulos y discípulas de Jesús. Seguidores que aprendan a vivir como él. Que lo acojan como Maestro y no dejen nunca de aprender a ser libres, justos, solidarios, constructores de un mundo más humano."

De esa manera sí me parece que nos hacemos discípulos de Jesús de Nazaret: construyendo un mundo más justo, más solidario, más humano. Ésa es, me parece a mí, la tarea de nuestra vida. De esta vida que tenemos. Y, creo yo, que precisamente así nos encaminamos hacia la raíz de nuestra vida, Dios, hasta llegar a identificarnos con él en una vida plena. Si a eso le llamamos "ascensión", vale. Pero llegaremos a Él viviendo plenamente nuestra vida de hombres-mujeres marcados por el estilo y manera de hacer de Jesús de Nazaret.

Yo soy el buen pastor

...que se entrega por sus ovejas 21 de abril 2024 El texto del evangelio de Juan que escuchamos este domingo 4º de Pascua nos habla del &quo...