domingo, 30 de abril de 2017

Nosotros esperábamos

Domingo 30 de Abril de 2017

En la eucaristía de hoy escuchaba el relato de los discípulos que van a Emaús... Toda una catequesis de la primera iglesia y en la figura de los dos discípulos de Emaús nos vemos reflejados nosotros mismos.
Tal y como dicen ellos, "nosotros esperábamos"... Dentro de la iglesia, me incluyo yo mismo, se siente una desilusión enorme, casi una desesperanza. Así comenta Fray Marcos: "Esperamos que la Iglesia... Esperamos que el Obispo... esperamos que el concilio... Esperamos que el Papa... Esperamos lo que nadie puede darnos y surge la desilusión. Lo que Dios puede darnos ya lo tenemos. El desengaño es fruto de una falsa esperanza..."
Al igual que aquellos dos hombres, creo que en muchos momentos he llegado a pensar del mismo modo: Jesús de Nazaret, un hombre maravilloso, grande en sus palabras, en sus obras, signos y milagros... Lo masacraron, lo humillaron y lo clavaron en la cruz matándolo como a un criminal. Esperábamos que...Sí, después de tantos siglos, después de tanta historia, esperábamos que en este tiempo la iglesia volviera a revivir la experiencia del resucitado. Que el anuncio de la buena noticia del reino de Dios haría que nuestros corazones se entusiasmaran y provocara un cambio en nuestro mundo y en nuestra sociedad; pero de eso hace ya...
Aquellos hombres de Emaús lo reconocieron "al partir el pan"... Renació su esperanza y volvieron corriendo a contar a la comunidad de seguidores cómo lo habían descubierto.
Añade Fray Marcos: "El mayor obstáculo para encontrar a Cristo hoy, es creer que ya lo tenemos. Los discípulos creían haber conocido a Jesús cuando vivieron con él; pero aquel Jesús que creían ver, no era el auténtico. Solo cuando el falso Jesús desaparece, se ven obligados a buscar al verdadero. A nosotros nos pasa lo mismo. Conocemos a Jesús desde la primera comunión, por eso no necesitamos buscarle. El verdadero Jesús es nuestro compañero de viaje, aunque es muy difícil reconocerlo en todo aquel que se cruza en nuestro camino..."
Me gusta la canción que se canta a menudo en la celebración: "Te conocimos, Señor, al partir el pan. Tú nos conoces, Señor, al partir el pan"...  Y creo que no se trata sólo de ir a comulgar como solemos hacer en la eucaristía. Partir el pan tiene que ser también "partir y repartirse uno mismo" con los hermanos que necesitan apoyo, atención, compasión y ternura... Quizás sólo así se abrirán nuestros ojos para descubrir al que llamamos "resucitado".
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24,13-35

sábado, 22 de abril de 2017

En comunidad

Domingo 23 de Abril de 2017

Semana a semana intento seguir al Maestro. Acudir a la eucaristía que celebramos en nuestra parroquia (o en el lugar donde me encuentre) y unirme a tantos grupos y comunidades que celebran la "memoria del Señor" (su vida y su muerte). Escuchamos los relatos de las primeras comunidades (los evangelios) y de esa manera trato de ponerme a la escucha de lo que Jesús de Nazaret nos dice a nosotros aquí y ahora.
Resultado de imagen de comunidad parroquialEs cierto que, en más de una ocasión, siento la pequeñez y la humildad de nuestros grupos y parroquias. Quizás nos contentamos con esa pequeña participación en una mezcla de religiosidad y devoción siempre con el deseo de que el evangelio afecte a mi vida y la convierta en verdadera levadura o sal que haga fermentar la masa (mi entorno) y dé sabor a todo lo que hago...
Todo eso que nos cuentan los relatos del evangelio vienen a ser la maduración de aquellos hombres y mujeres que conocieron al Maestro y que resultaron tan impactados con los terribles hechos de la pasión y muerte en la cruz.

Fray Marcos lo comenta muy bien: "Todos lo abandonaron y huyeron”. Eso fue lo más lógico, desde el punto de vista histórico y teológico. La muerte de Jesús en la cruz perseguía precisamente ese efecto demoledor para sus seguidores. Seguramente lo dieron todo por perdido y escaparon para no correr la misma suerte. La mayoría de ellos eran galileos, y se fueron a su tierra a toda prisa. Seguro que el domingo por la mañana, aún no habían dejado de correr...
La aclaración de que Tomás no estaba con ellos, prepara una lección para todos los cristianos. Separado de la comunidad no tiene la experiencia de Jesús vivo; está en peligro de perderse. Solo cuando se está unido a la comunidad se puede ver a Jesús.
Cuando los otros le decían que habían visto al Señor, le están comunicando la experiencia de la presencia de Jesús, que les ha trasformado. Les sigue comunicando la Vida, de la que tantas veces les ha hablado. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que ahora brilla en la comunidad. Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. Pero los testimonios no pueden suplir la experiencia personal..."

A partir de ahí comprendo que es, precisamente, en esas comunidades con las que nos reunimos donde encontraremos la fuerza para seguir al Maestro, el aliento nuevo (el espíritu de Dios) y la alegría de contactar con él... Sin milagros, sin manifestaciones espectaculares, sin meter la mano en su llaga del costado...

María Dolores de Guzmán lo comenta de esta manera: "La petición de Tomás forma parte del interminable reguero de signos que ya antes otros habían pedido a Dios y que, a día de hoy, continuamos pidiendo nosotros para darle crédito. El problema, sin embargo, no está en el hecho de suplicar que se nos dé una señal, sino en que únicamente aceptemos la que queremos nosotros sin darnos cuenta de que hay multitud de ellas mucho mejores que la nuestra...
Al apóstol incrédulo no le dio una prueba definitiva, como a él le hubiera gustado, sino que le dio algo mejor: le hizo ver que solo el amor tiene la palabra definitiva..."

Así, pues, respondo a la pregunta de "por qué vas a misa"... Porque es en esa comunidad (sí, tal como es) que podría decir que "tengo wifi" y consigo tener conexión con nuestro maestro y percibir el nuevo estilo de vida suyo que se fortalece en la celebración de la "cena del Señor".
Texto del evangelio de Juan 20, 19-31

domingo, 16 de abril de 2017

El amor supera a la muerte

Domingo 16 de Abril de 2017


Es la Pascua. El paso de la muerte a la vida. La resurrección.
Así y de muchas otras maneras nos han hablado siempre. Es el gran acontecimiento. Es el fundamento de nuestra fe... Y siguen las citas de San Pablo, de los Hechos de los Apóstoles, de la doctrina tradicional de la iglesia.
La dificultad está en que no sabemos qué significa realmente y creo que nadie puede decirnos cuál fue la experiencia de aquellos hombres y mujeres (seguidores de Jesús de Nazaret) que, después de sufrir con el desastre final de Jesús (su pasión y muerte en la cruz) y todo el miedo que pasaron ellos mismos, viven tan intensamente la nueva realidad que les lanza sin miedo alguno a proclamar que "ese Jesús al que vosotros matasteis colgándolo de un madero" está vivo.
Si lo tomamos así al pie de la letra, nos maravillamos y nos admiramos del milagro. Y, como razón, añadimos que Jesús es "el hijo de Dios" y por eso vence la muerte y vuelve a sentarse al lado de Dios padre desde donde vino a salvarnos... Todo ello razonamientos muy humanos; pero que explican poco porque nadie lo ha visto. Es, precisamente Juan, el que insiste que "a Dios nadie lo ha visto" y sólo en el amor a los hermanos podemos reconocerlo y amarlo.
Lo mismo podemos aplicar a Jesús de Nazaret. A él lo vieron sus compañeros y seguidores. Comieron con él. Caminaron con él. Hablaron y discutieron con él. Rieron con él y celebraron fiestas... Hasta su muerte. El siguiente paso tenemos que darlo "en la fe", en nuestra vivencia de hermanos y hermanas que han decidido seguir sus huellas.
Y ahí comienza la "nueva vida". Es la buena noticia del evangelio. Independientemente de la muerte física que tengamos.
Hoy recordaba otra lectura que suelen hacernos también en la Pascua. Creo que está tomado de una carta de Pablo: "limpiaos de la vieja levadura... a fin de que seáis como una masa nueva...". Y Jesús hablaba del ejemplo de la levadura que transforma toda la masa...
A eso quiero y deseo aspirar. Ser levadura y levadura nueva. Eso se traduce en vivir la fraternidad, la solidaridad, la compasión y la ternura... especialmente hacia los más débiles y necesitados. Es la marca del evangelio, la de Jesús nuestro maestro. Y llevar esa levadura, esa semilla, dentro de nosotros es comenzar a saborear la "Pascua", en la que comenzamos a pasar de la muerte a la vida.
Así vamos a caminar hacia nuestro origen y fuente de donde vinimos y a donde regresamos: Dios nuestro padre.
Me gusta pensar y recordar a todos los que ya se fueron: mis padres, mi hermano gemelo, mis abuelos, mis bisabuelos... Y sigo añadiendo a todos los que me han tocado (suegros, tíos, tías, amigos, conocidos, vecinos...). Los que se fueron y los que nos siguen. Con una vida que recibimos y que intentamos transmitir.
Y con todos ellos: Feliz Pascua de la vida.
Texto del evangelio de Juan 20, 1-9

jueves, 13 de abril de 2017

Actualizar mi eucaristía

Resultado de imagen de eucaristia del jueves santoMuchísimas veces me he cuestionado la eucaristía. La mía. La que comparto con las personas que acuden a nuestra parroquia. Qué sentido y en qué afecta a mi vida?
Para el comentario de este Jueves Santo quiero compartir este texto tomado de un artículo de Fray Marcos. Me ha gustado mucho y me parece que responde a muchas de esas preguntas que me he hecho tantas veces.
SOY PAN QUE ME PARTO Y ME REPARTO - SOY VIDA QUE ME DERRAMO PARA TODOS
Escrito por  
"...Debemos tomar conciencia de la importancia de lo que celebramos, como la toma el evangelista Jn cuando ha hecho esa grandiosa obertura: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto grado. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.
Comenzamos por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve, no como señor. Lo importante no es el hecho físico, sino el simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano, está en el servir a los demás. Fijaos que ese profundo simbolismo es lo que se quiere manifestar en el evangelio de Juan.
El más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundiza en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Sospecho que la eucaristía se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, y proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Dios, que se da siempre y a todos sin condiciones ni reservas.
Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva que da Jesús a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amar a los demás, eso sí, como Dios ama, como Jesús amó. Una eucaristía celebrada como una devoción más, que comienza y termina en la iglesia, no es la eucaristía que celebró Jesús. Debemos hacer un verdadero esfuerzo por superar la tentación de seguir oyendo misa y comprometernos en la celebración de la eucaristía.
En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en una visión espiritualista y abstracta que no afecta a mi vida concreta. La presencia real de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una manera estática y física, nos ha impedido durante siglos, descubrir el aspecto vivencial del sacramento y dejarnos al margen de la verdadera intención de Jesús al compartir esos gestos con sus discípulos.
Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi­cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo” en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe. Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.
Por haber insistido exclusivamente en la presencia real de Cristo en la eucaristía, nos acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos debía de recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico por una adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que nada me exige y nada me motiva.
Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida y aceptada. Solo un Jesús des-trozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Descubrir que destrozarnos para que nos puedan comer, es también la meta para nosotros, es el primer objetivo de un seguidor de Jesús. Pero de esto hablaremos mañana, Viernes Santo.

lunes, 10 de abril de 2017

Una lectura diferente

Domingo 9 de Abril de 2017

Ya estamos en Semana Santa y vuelven a ser noticia las procesiones, las ceremonias religiosas y tantas manifestaciones que de una manera o de otra vivimos cada año.
Resultado de imagen de la cruz de jesúsQuizás una de las cosas que más me cuesta aceptar es la manera de explicar y presentar la Pasión de Jesús de Nazaret.
Aquellas primeras comunidades de seguidores de Jesús de Nazaret sufrieron tal choc con ese final tan terrible del Maestro que echaron mano a todo lo que sabían y podía ayudarles: los textos de los profetas, ciertas tradiciones del pueblo judío, los salmos... Incluso las cartas que escribe Pablo a las comunidades están llenas de razonamientos y argumentos que intentan ayudar a asumir ese final en el que Jesús termina "como un esclavo", con una "muerte en la cruz" como un malhechor.
A partir de ahí, la iglesia ha elevado de tal forma la figura de la cruz que ya ha perdido toda la fuerza y el impacto que supuso. Se habla de categoría de Dios, de una muerte por los pecados de los hombres, de la cruz que nos salva, del sufrimiento como camino hacia la resurrección... Y de ahí, la adoración, el convertir en sagrado el templo, los ritos, las ceremonias, las personas que lo rodean alejándonos más y más del mensaje y proyecto de Jesús de Nazaret.
Y es que la pasión y muerte violenta de Jesús es consecuencia de su opción por el reino de Dios, por la buena noticia, por ese estilo nuevo de humanidad en el que la persona (hombre, mujer, niño, niña) son más importantes que los ritos y ceremonias; que "el sábado es para el hombre y no al revés..."; que más vale la compasión que las ofrendas; que si vas al templo o a misa y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra tí, deja todo eso y ve a reconciliarte con tu hermano...; que lo sagrado y donde debemos adorar a Dios, en espíritu y verdad, no es en Jerusalén o en Roma o en la iglesia de tu pueblo... sino en la vivencia de la fraternidad, la solidaridad y la justicia.
De ahí que nos haga falta una lectura diferente. Por eso voy a citar a personas que nos entender mejor y a vivir la semana santa siguiendo las huellas de Jesús de Nazaret.

José Antonio Pagola comenta: "La ejecución del Bautista no fue algo casual. Según una idea muy extendida en el pueblo judío, el destino que espera al profeta es la incomprensión, el rechazo y, en muchos casos, la muerte. Probablemente, Jesús contó desde muy pronto con la posibilidad de un final violento... Pero Jesús no fue un suicida. Tampoco buscaba el martirio. Nunca quiso el sufrimiento ni para él ni para nadie. Dedicó su vida a combatirlo en la enfermedad, las injusticias, la marginación o la desesperanza. Vivió entregado a «buscar el reino de Dios y su justicia»: ese mundo más digno y dichoso para todos que busca su Padre."

Y Fray Marcos nos ofrece estos comentarios: "Pocos aspectos de la vida de Jesús han sido tan manipulados como su muerte. Llegar a pensar que a Dios le encanta el sufrimiento humano y que por lo tanto no solo hay que aceptarlo, sino buscarlo voluntariamente, ha sido tal vez la mayor tergiversación del Dios de Jesús. Desde esta perspectiva, es lógico que se pensara en un Dios que exige la muerte de su propio hijo para poder perdonar los pecados de los seres humanos. Esta idea es lo más contrario a la predicación de Jesús sobre Dios que pudiéramos imaginar.
1º La muerte de Jesús no fue ni exigida, ni programada, ni permitida por Dios. El Dios de Jesús no necesita sangre para poder perdonarnos. Seguir hablando de la muerte de Jesús como condición para que Dios nos libre de nuestros pecados, es la negación más rotunda del Dios de Jesús. Esa manera de explicar el sentido de la muerte de Jesús no nos sirve hoy de nada, es más, no mete en un callejón sin salida. La muerte de Jesús, desvinculada de su predicación y de su vida no tiene el más mínimo valor o significado.
2º La muerte en la cruz no fue el paso obligado para llegar a la gloria. El domingo pasado veíamos que la muerte biológica no quita ni añade nada a la verdadera Vida. Con vida plena puede uno estar muerto, y en la misma muerte biológica puede haber plenitud de Vida. Jesús murió por ser fiel a Dios. Jesús quiso dejar claro, que seguir amando como Dios ama, es más importante que conservar la vida biológica. No murió para que Dios nos amara, sino para demostrar que ya nos ama, con un amor incondicional."

Agradezco inmensamente a estos autores (y otros como ellos) que me ayudan a crecer en la fe y en la esperanza tratando de seguir al Maestro
Texto del evangelio de Mateo (26,14–27,66)

domingo, 2 de abril de 2017

La vida y la muerte

Domingo 2 de Abril de 2017

Nuevamente escuchamos un texto del evangelio de Juan. Es la narración de la resurrección de Lázaro. Aunque lo hemos escuchado muchas veces siempre nos produce una sensación especial, incluso extraña. Y resuena en nuestros oídos y en nuestro corazón lo que las hermanas (Marta y María) le dicen a Jesús: "Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano"...
Imagen relacionadaLa vida y la muerte.
Cada vez que me ha tocado acompañar a algún familiar o amigo en la despedida de alguna persona querida, sea en el tanatorio o en el cementerio mismo, me viene a la mente ese pasaje del evangelio de Juan... "Si hubieras estado aquí, no habría muerto..."
Y comienzo a entender que todo lo que nos quiere decir es mucho más profundo y más importante que todo eso.
Comenta Fray Marcos: "Si seguimos preguntando si Lázaro resucitó o no, físicamente, es que seguimos muertos. La alternativa no es, esta vida, solamente aquí abajo u otra vida después, pero continuación de esta. La alternativa es: vida biológica sola, o Vida definitiva durante esta vida y más allá de ella. Que Lázaro resucite para volver a morir unos años después, no soluciona nada. Sería ridículo que ese fuese el objetivo de Jesús. Es realmente sorprendente, que ni los demás evangelistas, ni ningún otro escrito del NT, mencione un hecho tan espectacular como la resurrección de un cuerpo ya podrido..."
Todos entendemos que nuestro cuerpo tiene unos límites y una duración. Que los años nos van diciendo nuestras debilidades y nuestra caducidad. ¿Pedirle a Dios un milagro? ¿Que mi vida dure... cien, ciento diez años...? ¿Y después? Vamos recordando a los padres, a los abuelos, bisabuelos... nuestros antepasados. También a otras personas (parientes, amigos, conocidos). Y siempre nos topamos con ese punto "final" de la muerte. ¿Es el final? ¿Desaparecer como tantos antes que nosotros?
"El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá... Y que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre... ¿Crees esto?"
Si nos preguntaran esto en la celebración de la eucaristía, o en el tanatorio, o en el cementerio... ¿qué responderíamos?
Sigue el comentario de Fray Marcos: "Jesús no viene a prolongar la vida física, viene a comunicar la Vida de Dios que él mismo posee. Esa Vida anula los efectos catastróficos de la muerte biológica. Es la misma Vida de Dios. Resurrección es un término relativo, supone un estado anterior de vida física. Ante el hecho de la muerte natural, la Vida que sigue, aparece como renovación de la vida que termina. “Yo soy la resurrección” está indicando que es algo presente, no futuro y lejano. No hay que esperar a la muerte para conseguir Vida..."

La vida de Dios. Entiendo que Jesús de Nazaret, desde su más profunda experiencia, nos comunica la buena noticia del reino de Dios: un modo y estilo de vivir que nos acerca a Dios, que nos hace percibir que Dios está entre nosotros, dentro de nosotros. ¿Y eso cuándo sucede? Creo que no es cuando estoy celebrando ritos y ceremonias, o tal vez en los rezos y plegarias acostumbradas, o en la emoción de las procesiones (pronto será Semana Santa)... Jesús de Nazaret nos señala a los débiles y necesitados, al hambriento, al sediento, al desnudo o en la cárcel, al marginado, al despreciado... Ahí anda Dios. Y al actuar así, Dios se hace presente. Su vida empieza a ser la mía... Y ésa es la que salta a la muerte física. No sabemos cómo. Es como si la chispa de vida que recibimos volviera de nuevo a su origen de donde procede...
"¿Crees esto?

Texto del evangelio de Juan (11, 1-45)

Yo soy el buen pastor

...que se entrega por sus ovejas 21 de abril 2024 El texto del evangelio de Juan que escuchamos este domingo 4º de Pascua nos habla del &quo...