Tú sabes que te quiero
4 de mayo 2025
Seguimos con la lectura de textos pascuales... ¿Cómo transmitir a los seguidores de Jesús de Nazaret su experiencia pascual?
Ellos habían conocido a Jesús de Nazaret, habían caminado y comido con él, le habían escuchado su mensaje, sus parábolas. Es cierto que, entonces, no habían entendido nada. También es cierto que no se esperaban el terrible final de su condena y su muerte en la cruz... Y todos tuvieron mucho miedo y huyeron. Todo eso lo habían vivido; pero después volviendo a sus tareas de siempre sintieron como una iluminación. Sintieron algo que les cambió la vida... Y de eso es de lo que hablan.
Bueno, los que escribieron los evangelios escribieron una narración con muchos detalles, con muchos adornos... Eso les servía de presentación del mensaje. Seguir a Jesús de Nazaret era empezar a vivir de otra manera. Era una nueva vida. Era... la resurrección. Algo que nadie podía explicar.
Nuestra dificultad (creo que es algo que hemos padecido en la Iglesia desde hace mucho, mucho tiempo) es que hemos tomado los relatos como algo que sucedió tal cual, literalmente. Nos quedamos con los adornos y perdimos el mensaje.
Como comenta Fray Marcos (Ref. "A la fuente cada día"): "El objetivo de los textos pascuales no es ni convencer ni explicar lo que pasó sino invitar a la misma experiencia que tratan de compartir con los que no la han tenido".
Y apunta otro detalle que me parece muy interesante: "Jesús se hace presente en medio de las tareas simples. Nunca se aparece ni en el templo, ni en la sinagoga, ni mientras cumplen con las obligaciones religiosas."
El encuentro con el Señor, el captar su presencia, es algo que se da en nuestra manera de vivir. Nuestra atención consciente al momento que estamos viviendo. Justamente ahora. Es lo que místicos y las personas más espirituales llaman la presencia (la atención a lo que hago en cada momento). Y, en segundo lugar, lo que llaman la cotidianidad (lo de cada día, lo que solemos hacer). Como aquellos hombres que eran pescadores.
Es la invitación que nos tiene que llegar al escuchar la lectura de este domingo.
Y a la pregunta que le hace a Pedro: -Pedro, ¿me quieres?... ¿Qué le respondemos nosotros?
Porque ¿qué puede significar la respuesta que le vamos a dar? (Tú sabes que te quiero...)
Hubo un tiempo, sobre todo en tiempos de mis estudios y formación religiosa, que pensaba que con mis actos de piedad, con mis oraciones, con mis visitas al Santísimo, con mis sacrificios y penitencias, le demostraba que le quería...
Hoy me parece entender que amar a Dios (incluso seguir a Jesús de Nazaret) sólo podemos hacerlo y demostrarlo amando y sirviendo a los hermanos y hermanas (en especial a los que más lo necesitan). Es la atención consciente hacia los demás. Sólo ahí podré captar, entender y empezar a vivir la nueva vida de resucitado.
Texto del evangelio de Juan 21, 1-19
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor». Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger». Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» Y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».