jueves, 8 de mayo de 2025

Mis ovejas escuchan mi voz

...Y ellas me siguen

11 de mayo 2025

El texto del evangelio de Juan que escuchamos este domingo nos presenta la imagen de Jesús como el buen pastor...

-«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano..."

Hay muchos textos del evangelio que, a pesar de haberlos escuchado miles de veces, no llegan a afectarnos. Pueden ser una imagen amable y simpática (especialmente ahora que apenas vemos ningún pastor con sus ovejas); pero que no nos llega, no nos cuestiona.

-Mis ovejas escuchan mi voz... Aparte de escuchar el texto del evangelio en la misa... O el sermón que nos dirige el sacerdote... ¿Escucho su voz? ¿Resuena en mi interior? ¿Su mensaje de Buena Noticia tiene repercusión en mí?

-...Y ellas me siguen. Mi objetivo principal en la vida ¿es seguir las huellas de Jesús? Por encima de las oraciones, de los dogmas y sacramentos, mi interés ¿está centrado en la conversión, en el cambio de vida para parecer cada vez más hijo de Dios?

-...Y yo les doy la vida eterna. ¿Cómo entiendo yo eso? ¿Estoy pensando en la vida más allá de la muerte? ¿Es algo como el premio por haberme portado bien? Eso es algo que siempre nos parecía de gran consuelo y que hacía que valiera la pena el esfuerzo... Pero ¿se refería a eso Jesús?
Tal vez debamos corregir nuestro punto de vista y empezar a pensar y entender que Jesús nos está hablando de esta vida, de este momento, de cómo vivir aquí y ahora...

Poner nuestra confianza en él. Jesús marcha delante y nos marca el camino. Y, sin saber el final, nos ponemos en marcha hacia nuestro padre Dios. Porque desde ese momento nosotros también podemos decir como decía Jesús: -"Yo y el Padre somos uno". Nuestra vida estará fija y asentada en Dios nuestro padre-madre.


Texto del evangelio de Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.

Yo y el Padre somos uno».

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