...Así os envío yo
8 de junio 2025 - Pentecostés
Domingo a domingo vamos desgranando las fiestas más importantes de la Iglesia. Pasado el período de la Cuaresma llegamos a la Pascua (con sus celebraciones, sus ritos, sus procesiones, sus predicaciones y devociones) y, acompañando a los discípulos en sus diferentes momentos de miedo y temor, de vuelta a sus rutinas y faenas, tratamos de revivir su experiencia pascual...Hoy nos asomamos a esa explosión del Espíritu, en Pentecostés.
Junto con su celebración, su predicación y sus ceremonias, vienen a mi mente aquellas celebraciones (solemnes y hermosas) con los himnos al Espíritu Santo: Veni Creator Spiritus, y aquellos cantos gregorianos que daban solemnidad a las misas y celebraciones.
Hoy en día siento un cierto vacío ante todo eso. Es como si, a lo largo de tantos años (hablo de los míos) hubiera vivido descentrado, sin entender de verdad eso del Espíritu.
El hecho de hablar siempre del Espíritu de Dios como de una persona, de alguien diferente, decir o sugerir que ahora el Espíritu vendrá a guiarnos, nos enseñará el camino, estará con nosotros, nos iluminará o nos dará fuerza... Todo eso puede ser una buena pedagogía para que nosotros, los humanos, entendamos algo de Dios; pero finalmente creo que nos distrae y hace que andemos como perdidos.
Prefiero y me siento mucho mejor afirmando que Dios, nuestro Padre, siempre está ahí. En nosotros, en el mundo que nos rodea, en las cosas, en las personas, en todo... Y su aliento (Roah=Respiración=Aliento) es el que nos hace vivir, obra en nosotros maravillas y se manifiesta en todo el universo... Si yo me centro y miro en profundidad descubro que ahí está Él (y su aliento). Y descubro la unidad de todos en Él. La fraternidad de todos sus hijos e hijas. Y eso crea en nosotros unos lazos que nos ayudan a prestar atención, a escuchar, a comprender, a amar...
Yo diría que todo eso lo vivió Jesús de Nazaret. Es su mensaje de Buena Noticia. Es la invitación a la que nos llama. Es el Reino de Dios que llenó su vida, le empujó hasta el final, y dio sentido a su vida... Y, a pesar del desastroso final (pasión y muerte en la cruz), su vida llena de Dios, de su aliento y de su espíritu, le llevó a la vida nueva, a esa que llamamos resurrección.
Y aquellos hombres y mujeres que le siguieron nos transmitieron (con su lenguaje, con su cultura y sus palabras) lo que significó para ellos y ellas.
Como escribe José Luis Munárriz: -"Sin duda ha sido también el espíritu de Dios el que ha mantenido el mensaje de Jesús hasta nuestros días a pesar de las innumerables barbaridades que sus seguidores hemos cometido en el seno de “su” Iglesia, y ello nos hace albergar la esperanza de que seguirá soplando hasta llevar a la humanidad a plenitud."
"Como decía Ruiz de Galarreta «Creer en el viento de Dios es una hermosa profesión de fe en que Dios no está ausente, sino presente y activo de una manera muy concreta: alentando, empujando».
Por eso, al margen de todas las palabras, invocaciones, himnos, celebraciones y dogmas de fe, hoy quiero proclamar mi profunda fe en Dios y su aliento que nos mantiene y nos ayuda a seguir, confiar y esperar en la vida nueva que Jesús de Nazaret nos propuso. Y haciendo silencio en mi entorno y en mi interior, pongo mi vida en sus manos, y mi deseo de ver en profundidad y descubrir esa realidad que nos envuelve y nos lleva hasta él.
Texto del evangelio de Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».