sábado, 24 de marzo de 2012

Si el grano de trigo no muere...


25 de marzo 2012 - 5º domingo de Cuaresma
"Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto"


Juan nos propone hoy toda una reflexión sobre el camino que tomamos si optamos por el estilo de Jesús de Nazaret.
Leemos y escuchamos los pasajes del evangelio (casi los sabemos de memoria); pero me temo que muchísimas veces nos quedamos en el exterior de las mismas. No acabamos de asimilar la buena noticia. Me quedo en la anécdota, en la parábola, en el milagro, en la gente que le rodea... y me enamoro de una imagen que tiene bien poco que ver con la humanidad de Jesús de Nazaret "que pasó haciendo el bien y curando a todos"... Un Jesús de Nazaret que conmovió a aquellos hombres y mujeres hasta descolocarlos y hacerles cambiar totalmente sus vidas.
Y ese impacto tan fuerte les fuerza a buscar y rebuscar palabras que puedan expresar lo que vieron y sintieron... en ese Jesús con el que compartieron vida, al que escucharon y tocaron, al que supieron colgado de un madero en la muerte más cruel e ignominiosa (como un esclavo o como un criminal peligroso).

¿Cómo asumir esa barbaridad? ¿Cómo entender su buena noticia? ¿Cómo aceptar que ese modo de hacer y de vivir era el estilo de Dios?
Y Juan y los que escribieron tuvieron que echar mano de los libros que conocían, la biblia, los escritos de los profetas y hombres sabios de su pueblo...
Las palabras de hoy nos dan luz para entender, para captar el sentido de nuestra conversión: "El reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la buena noticia..."
"Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto..."
La gente de campo sabe de eso.
(Jesús se dirigía a gentes que tocaban la tierra y las semillas... y sabían bien que es así).
En nuestro mundo de hoy, acostumbrados a conseguir todo (o casi todo) en el supermercado... terminamos desconociendo eso del grano de trigo, su muerte en la tierra para fructificar, su proceso de moler y triturar los granos nuevos, su conversión en harina y en pan...
Es más, el mismo proceso natural de la muerte se nos hace duro y difícil. Y experimentamos como un rechazo a todo lo que se acerque al dolor y a la muerte. Cómo nos gustaría poder comprar, también, más años de vida, borrar el dolor y el envejecimiento...!

Entiendo que en nuestra vida cristiana o de seguidores de Jesús de Nazaret tenemos que pasar de la curiosidad de "ver a Jesús" a la conversión que supone su seguimiento.
Cuando Jesús de Nazaret proclama que lo que Dios quiere es que tengamos vida y una vida como la suya, me está diciendo que tengo que cambiar, que la manera de Dios lleva, también, ese paso por la muerte, por bajar y perder, por asumir todo el dolor y sufrimiento de millones de personas que a duras penas subsisten y están bien lejos de lo que Dios quiere... Que si quiero seguir las huellas de Jesús de Nazaret una parte de mí se irá muriendo "como el grano de trigo" antes de encontrar la vida nueva...

Y esa "vida nueva" es tan misteriosa como Dios mismo. Nos fiamos de la palabra de Jesús de Nazaret y de su buena noticia. Y rezamos todos los días la oración: "Abbá, papá, que mi vida, mis palabras, mis pensamientos y mis obras te santifiquen, te den gloria, que el que las vea te alabe y te bendiga... Que venga tu reino a mi vida, que se vaya haciendo realidad en mí, que me esfuerce para que llegue... Que aprenda a hacer tu voluntad aquí y ahora... El pan de mañana, dámelo ya hoy. Lo que más deseo y anhelo: la paz, la justicia, la fraternidad, la ternura y compasión... Perdona todo el mal que he hecho como al decir estas palabras yo también perdono...No me dejes caer en la tentación del poder, del dinero, del placer, del egoísmo... Y líbrame del Malo. Amén".

Juan (12,20-33)
En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
«Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.»
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

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