jueves, 24 de marzo de 2022

Todo lo mío es tuyo


Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y se conmovió


27 de marzo 2022


Este fin de semana nos propone la Iglesia la parábola del hijo pródigo, una parábola que todos conocemos y que, al llegar la Cuaresma, nos la han comentado para que, también nosotros, cambiemos y nos convirtamos como el hijo de la parábola...


Era un buen ejemplo a seguir, aunque como afina Inma Calvo: -"La parábola del hijo pródigo nos habla de tres actitudes arquetípicas que se dan en cada uno de los seres humanos, aunque en diversos grados y de diferentes formas. Todos somos ese hijo menor que se deja llevar por su rebeldía y hedonismo. También somos ese hijo mayor que cumple normas, sin que éstas le cambien por dentro o le hagan mejor persona. Por último, estamos llamados a ser ese Padre bueno que acoge, que sabe reconocer como hijo tanto al que viene vestido de harapos como al que permanece en casa pero con el corazón helado: llamados a ser Padre bueno con nosotros mismos y con nuestros semejantes."


Creo que la mayoría de nosotros (siguiendo el ejemplo de los que vivieron antes que nosotros) nos hemos hecho una imagen de Dios a nuestra medida. También los predicadores, escritores y comentaristas han abundado en ciertas imágenes que están muy lejos de la manera de pensar y de vivir de Jesús de Nazaret.

Es más, nos cuadraba mucho mejor el pensar, creer e imaginar a un Dios que premia y/o castiga; un Dios que nos vigila constantemente y ve todo lo que hacemos y pensamos; un Dios que lleva la contabilidad de nuestra vida... Y, al final, nos ofrecerá la Vida Eterna junto a él.


La parábola que nos propone Jesús nos habla de un modo muy distinto.

Y, como comenta José Antonio Pagola, tenemos que dejar esa imagen tan a nuestra medida para acoger y aceptar al Dios de Jesús. Dice J.A.Pagola: -"Exegetas contemporáneos han abierto una nueva vía de lectura de la parábola llamada tradicionalmente del «hijo pródigo», para descubrir en ella la tragedia de un padre que, a pesar de su amor «increíble» por sus hijos, no logra construir una familia unida. Esa sería, según Jesús, la tragedia de Dios."


El hijo menor pide su parte (como si su padre ya hubiera muerto) y se larga a vivir su vida... y sólo vuelve a casa hambriento y humillado. El hijo mayor, una persona correcta y ordenada; pero de corazón duro y resentido... No quiere saber nada de su hermano que vuelve, ni de su padre... Mejor se iría de fiesta con los amigos...


Y ahí está el Padre: ..."que sale también a su encuentro y le revela el deseo más hondo de su corazón de padre: ver a sus hijos sentados a la misma mesa, compartiendo amistosamente un banquete festivo, por encima de enfrentamientos, odios y condenas."


No acabamos de vernos como familia de Dios, humanidad nueva que siente en su cuerpo y en su alma todo lo que le sucede al más pequeño y humilde: el hambre, la marginación, la opresión, el desprecio, la prepotencia, el abuso, el olvido... Se nos hace muy difícil pensar y aceptar a toda esa humanidad que sobrevive por debajo del nivel mínimo de las personas... Todo lo mío es tuyo..., le dice el padre al hijo mayor. Y, al revés, todo lo nuestro es de Dios, es de la familia humana.


¡Qué reflexiones más apropiadas las que nos ofrece hoy J.A.Pagola:  "Pueblos enfrentados por la guerra, terrorismos ciegos, políticas insolidarias, religiones de corazón endurecido, países hundidos en el hambre... Nunca compartiremos la Tierra de manera digna y dichosa si no nos miramos con el amor compasivo de Dios. Esta mirada nueva es lo más importante que podemos introducir hoy en el mundo los seguidores de Jesús."


Texto del evangelio de LUCAS 15, 1-3. 11-32

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