miércoles, 24 de septiembre de 2025

"Había un hombre rico...

...Y un mendigo llamado Lázaro"

28 de septiembre 2025


Una parábola más de Jesús. En otros tiempos nos la contaban como la parábola del "rico epulón"... En aquellos sermones era fácil cargar contra los ricos. Así, sin más. Es que, además, la misma parábola los mandaba al infierno. "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado..."
Hoy, mi reflexión me lleva a la distracción y despiste que vivimos frecuentemente. Porque el tema no es que nosotros (los que tenemos y podemos comer bien todos los días, los que tenemos casa y ropa para vestirnos, los que no estamos marginados o vivimos oprimidos) nos acordemos de dar alguna limosna a los mendigos que esperan a la puerta de la iglesia o del supermercado. No, no es el gesto de la caridad el que nos va a salvar.

Nuevamente me viene a la mente aquella otra parábola, la del buen samaritano. El fallo del sacerdote y del levita es que pasaron de largo.
En esta parábola el rico ése no se entera siquiera. El sigue a lo suyo: a comer y beber, a disfrutar, a gozar la vida... Si hay mendigos, no es su problema.
Es algo que lo podemos ver en nuestra actualidad.

Como comenta bien Fray Marcos: -"La parábola nos pega a la realidad sangrante. El rico no ha descubierto al pobre a su puerta. Es la clave del relato..."
...Apelar al más allá para solucionar las injusticias del más acá es frustrante.
...No se pone al pobre como ejemplo de buena persona ni se critica al rico por su maldad... La opulencia y el banqueteo se cargan de maldad por el hecho de que Lázaro está a su puerta y él no se ha enterado,
...Yo no puedo solucionar el hambre del mundo, pero sí amortiguar el dolor de tanto Lázaro que está en mi portal." 

Si en mi seguimiento de Jesús de Nazaret no he captado que el camino para entrar en el reino de Dios, la manera de alcanzar la vida eterna, vivir como hija-hijo de Dios, pasa por el acercamiento al prójimo... Tener una atención consciente, saber escuchar, comprender a esa mujer, a ese hombre, al mendigo, al marginado, al necesitado, al rechazado por su raza, por su cultura, por su origen, al que no es importante, ni conocido... Seguro que entonces descubriré al mendigo, al migrante marginado y olvidado, al anciano-anciana solitario, al ignorante, al que carece de los medios para comer, para tener donde vivir, que se siente despreciado o no encuentra acogida...

Sí, había un hombre rico... (como tantos de nosotros). Y había, también, un mendigo llamado Lázaro... (O Abú, Hasan, Luis, Andrea, Yorgos, Hafed...)
Abre mis ojos, Señor, para ver en profundidad y descubrir que tú estás ahí, que tú te encarnas en todas esas personas. Que no me haga el desentendido. Llena mi mente y mi corazón de compasión y de empatía. Amén.


Texto del evangelio de Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.

Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.

Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.

Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.

Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.

Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Dame cuenta de tu administración...

...Nadie puede servir a dos señores

21 de septiembre 2025


Si nos fijamos bien, el lenguaje de Jesús resulta siempre incisivo. Nos pone ejemplos, nos cuenta parábolas y nos deja siempre una pregunta crítica. No nos da respuestas hechas. Sus enunciados llevan siempre ese punto en el que nos toca a nosotros responder, cuestionarnos...

Este fin de semana nos cuenta la historia del mal administrador (o injusto administrador) que hace trampas para justificarse ante su señor o su amo. Hace un guiño a ese tramposo que se vale de todas sus mañas para salir del lío en el que se ha metido.

Y ahí viene la cuestión: No podéis servir a dos señores: a Dios y al dinero.
Entonces me aparece en la cabecera la pregunta: "Dame cuenta de tu administración". No, porque Dios me vaya a juzgar. No es el examen del juicio final (siguiendo el ejemplo que puso Jesús en otro momento). No, es la pregunta que me hago yo mismo al hacerme presente o encontradizo con Dios, nuestro padre-madre.
¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Cuáles son mis objetivos?
Siguiendo la corriente, la moda o los valores que nos propone nuestra sociedad: ¿El dinero, la posición y la fama, el reconocimiento social, tener y tener más cosas, pasarlo bien y disfrutar...? Todo eso son valores externos a mí mismo. Todo ello es algo fabricado sobre arena. Una enfermedad, un accidente, un cambio social o de gobierno, una operación clínica... Todas esas cosas pueden echar abajo los sueños más bonitos y dejarme tan desamparado como los más pobres y marginados.

Como persona, como humano. Voy pasando los años. Voy viviendo... Ahora me pregunto: -¿Soy más humano? ¿Puedo decir que, poco a poco, año a año, voy creciendo en humanidad?
Lo que me indica el grado de humanidad es mi atención consciente a lo que me rodea: la naturaleza, sobre todo las personas; mi empatía, mi compasión y atención; mi cercanía a las personas que necesitan apoyo y ayuda; mi solidaridad; mi fraternidad...
Todo ello me lleva a vivir a la manera de Jesús, a seguir sus huellas, a intentar ser hijo de nuestro padre-madre Dios.

Si mi vida la he centrado en todas esas cosas tan efímeras, mi vida será como humo, como ceniza, como arena que se me escurre entre los dedos. Nunca será una vida de verdad, esa vida para siempre (lo que dicen en las charlas religiosas: vida eterna).
Cuando vivimos a la manera de hijos de Dios, nuestra vida tiene una fuerza que va más allá de la enfermedad, de las dificultades, de la muerte misma. Porque estamos aferrados a Dios mismo.
No podemos vivir la vida de Dios y, al mismo tiempo, andar inquieto y preocupado por tantas cosas... Como le decía Jesús a Marta: -"Andas inquieta y preocupada con muchas cosas... Una sola cosa es necesaria".
Llevar una vida centrada en el reino de Dios, en que venga su reino, en que se haga su voluntad... Eso es estar centrado en Dios mismo, en su estilo de vida. 
Ésas son las cuentas que quiero dar. Ésa es mi respuesta.


Texto del evangelio de Lucas 16, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.

Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.

El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.

Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.

Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.

Él le dijo:
“Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.

Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.

Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.

Le dijo:
“Aquí está tu recibo, escribe ochenta”.

Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.

Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.

Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?

Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Dios no mandó su hijo al mundo para condenar...

...sino para se salve por él

14 de septiembre 2025

(Fiesta de la Exaltación de la Cruz)


El texto que nos ofrece este fin de semana la Iglesia, tomado del evangelio de Juan, quiere presentarnos esa exaltación de la Cruz.
Supongo que todo ese comentario que Juan pone en boca de Jesús en su conversación con Nicodemo es la reflexión teológica que hizo su comunidad (o que hizo él mismo). Pero me resulta chocante.
Nos viene a dar a entender:1.-Dios envió a su hijo (a Jesús) a morir en la cruz. 2.- Sufrir y morir en la cruz es una ofrenda que agrada a Dios.
3.- La Cruz es el precio que paga por nosotros...

A mi entender (y según he ido leyendo y aprendiendo de personas que entienden y saben más que yo), Dios no envió a Jesús (ni a nadie) a sufrir y morir en la cruz. Tampoco creo que el sufrimiento, el dolor, la muerte sea algo que agrada a Dios. Igualmente me parece que la cruz sea un precio a pagar por los pecados de los demás...


Entonces, la Exaltación de la Cruz me parece que es escamotear el sentido de la muerte en la cruz de Jesús. El asesinato de Jesús, su tortura, su humillación, el desprecio de los grandes dirigentes de la religión y de los poderosos, no es algo a envolver en actos religiosos, en espiritualidad y rezos... A lo largo de los tiempos la religión oficial ha bendecido cruces, imágenes, pinturas y esculturas (también medallas y cruces que se llevan colgadas al cuello) como si fueran signos de bendición, algo que nos salva y santifica.

De ahí, hemos pasado a bendecir a los pobres, la miseria, la opresión, la marginación y la tortura…(también la penitencia, el dolor corporal, los sacrificios) porque nos salva de los pecados y nos lleva a la vida eterna.


El mensaje de Buena Noticia que nos trajo Jesús de Nazaret es el del amor de Dios nuestro padre, nuestra madre; su deseo que vivamos como hermanos; la sed y ansia de que ese reinado (esa presencia de Dios) se vaya haciendo presente en nuestra vida, en nuestro mundo. Aquí y ahora. No en el más allá (después de la muerte). 

Y cuando, a lo largo de la historia (en todas las edades) los poderosos (también los grandes dirigentes religiosos) masacran, torturan y matan a tantas personas inocentes... Eso no es voluntad de Dios. No son ninguna ofrenda que agrada a Dios. Nos duele, nos sentimos heridos con ellos. Y nos tiene que llamar a cambiar nuestro modo de vivir para que eso no ocurra más.


El texto que hemos leído subraya que Dios no mandó a su hijo (ni a nadie) al mundo para condenar..., sino para que nuestro mundo, nuestra sociedad, todos nosotros, nos salvemos. Es decir tengamos la vida de verdad, que es la vida de Dios. La fraternidad, la compasión, la entrega y el servicio que no salva de la marginación, del desprecio y humillación, de la desigualdad que provoca la muerte en la cruz (o de hambre, de enfermedad, de falta de recursos y cuidados).


Asumir la cruz (como nos decía en el texto que leímos hace poco) y seguirle (a Jesús de Nazaret) viviendo como él, en ese estilo que tanto nos cuesta asumir. Sí, incluso si nos llega el sufrimiento, la falta de aprecio, de fama o la misma muerte...

Entonces la exaltación única es la de Dios nuestro padre-madre que está en cada uno de nosotros, en todo el universo que nos rodea. Y al descubrirlo nos unimos a esa gloria de Dios que, prácticamente, desaparece en nosotros a pesar de ser el alma, el aliento vital que nos hace ser y existir.



Lectura del evangelio de Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Quien no renuncia a todos sus bienes...

...No puede ser discípulo mio

7 de septiembre 2025


El texto de Lucas que se nos ofrece este fin de semana en la celebración de la eucaristía es la propuesta exigente de Jesús de Nazaret a todas aquellas personas que desean seguir sus huellas.

Me llama poderosamente la atención el que esta exigencia la hace Jesús dirigiéndose a todas las personas. En mis años de formación se nos enseñó y predicó todo esto como una exigencia dentro de la vida religiosa (sacerdotes, monjes, monjas...). Y, como consecuencia, se nos comentaba el significado de los votos de pobreza, castidad y obediencia que debíamos profesar y cumplir lo mejor posible.

Y, viviendo en comunidad, entendíamos que cumplíamos bien con la petición del Maestro.
Sin embargo, me temo que con toda la buena voluntad y empeño de parte de los religiosos, religiosas, sacerdotes, etc. no acabamos de entender la profundidad de la exigencia propuesta por Jesús de Nazaret.

En primer lugar, no es algo que esté dirigido a las personas consagradas en la vida religiosa. Es una petición dirigida a toda persona que desee seguir a Jesús, ser su discípulo. Y ahí es donde tenemos que ahondar en su significado.

Renunciar a todos sus bienes... Enseguida nos preguntamos: ¿Cuáles son mis bienes? Instintivamente y biológicamente tratamos de aferrarnos a algo. Mis cosas, lo que me pertenece, lo que he conseguido, lo que me he apropiado... Es una meta que nos la imponemos sin pensarlo. Al final, eso se convierte en el objetivo de mi vida. Con mis estudios, con mi trabajo, con mi esfuerzo, tengo que acumular todo aquello que me garantice una vida estable, cómoda, llena de todo aquello que pueda necesitar...

Ahora Jesús de Nazaret te plantea soltar lastre, todo eso que se ha ido convirtiendo en el objeto de tu vida... Es como decirnos que hay algo mucho más elevado, más digno de mi esfuerzo, de mi ambición, de mi lucha: Es la vida verdadera. No se refiere a la vida del más allá, después de la muerte. No, es vida verdadera en esta vida.

Como comenta Fray Marcos: "-Ser discípulo de Jesús es hacer suyos los objetivos del Maestro. Sólo si nos proponemos la plenitud humana, estaremos en condiciones de posponer todos los demás valores..."

Cuando nuestro objetivo en la vida es que venga el reino de Dios. Que Dios esté presente en mi vida y en todo lo que me rodea de manera que la fraternidad, la compasión, la solidaridad, la entrega y el servicio a los demás sea el verdadero objetivo de mi vida... Entonces todos mis bienes se irán quedando atrás. Mi vida estará iluminada por una luz distinta, una claridad que me permitirá alcanzar esa vida nueva anclada en Dios, nuestro padre-madre. Así comenzaremos a parecer hijos suyos.

Texto del evangelio de Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?

No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?

Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

martes, 2 de septiembre de 2025



GAZA
El grito silenciado de la humanidad

EVARISTO VILLAR, evaristo.villar@gmail.com
MADRID.



Es doloroso constatar la crueldad, el odio, la sed de venganza, el afán de destruir y apropiarse de las tierras de los otros (los palestinos), el desprecio a todo lo que significa humanidad... El artículo de Evaristo Villar lo refleja bien. Y quiero unirme a ese grito desesperado deseando que pueda brillar algo de esperanza.

ECLESALIA, 01/09/25. Desde hace casi dos años, Gaza, una franja de 365 km² con casi dos millones de habitantes, se ha convertido en una trampa mortal y el rostro del sufrimiento humano. Más de 60.000 personas han sido asesinadas —siete de cada diez civiles, un tercio niños—, una generación borrada. El resto sobrevive sin comida (la ONU advierte hambruna) y sin medicinas (hospitales destruidos, convertidos en morgues). Ciudades con siglos de historia han sido reducidas a polvo y la muerte es horizonte cotidiano.

Mientras, la comunidad internacional oscila entre impotencia y complicidad, bloqueando resoluciones de paz. “La guerra es siempre una derrota”, dijo el Papa Francisco. Pero Gaza es más: un espejo moral que interroga nuestra conciencia. Rostros incontables nos dicen: “No matarás”.

Netanyahu, Herodes de nuestro tiempo

El gobierno de Benjamin Netanyahu ha rechazado sistemáticamente las iniciativas de alto el fuego, incluida la promovida por Egipto, y, en lugar de detener la masacre, ha aprobado la construcción de 3.400 nuevos asentamientos en Cisjordania, una política que busca hacer irreversible la ocupación, y ha declarado su intención de ejercer la “ocupación total de la ciudad de Gaza”. Se trata de un proyecto de muerte que ha convertido a Israel, fundado tras el trauma del Holocausto, en un Estado señalado por la Corte Internacional de Justicia por crímenes de lesa humanidad.

La filósofa Hannah Arendt, en su análisis de la banalidad del mal, advirtió: “la violencia puede destruir el poder, pero es incapaz de crearlo”. Netanyahu encarna la figura de Herodes, el gobernante que, según el Evangelio, ordenó la matanza de los inocentes (Mt 2,16) por miedo a perder su poder. Cada niño palestino muerto bajo las bombas confirma ese paralelismo: la brutalidad calculada contra los más indefensos. Algunos lo identifican incluso con la Bestia del Apocalipsis, símbolo del poder que, cegado por una ideología de seguridad nacional absoluta, devora y destruye todo a su paso, incluida la propia alma de su pueblo.

Donald Trump, padrino del genocidio

Nada de esto sería posible sin la complicidad activa y el sostén geopolítico de Estados Unidos. Donald Trump es el verdadero padrino político de esta tragedia. Durante su presidencia, rompió con décadas de consenso internacional al reconocer Jerusalén como capital indivisa de Israel, legitimó asentamientos ilegales considerados así por el derecho internacional y desmanteló los acuerdos de paz al retirar el apoyo a la solución de dos Estados.

Hoy, desde su influencia en el Partido Republicano, sigue defendiendo a Netanyahu en el Consejo de Seguridad de la ONU, bloqueando resoluciones de condena con su poder de veto, garantizando un flujo constante de armas y recibiéndolo en la Casa Blanca como aliado preferente. Todo ello pese a que la Comisión Internacional de Justicia ha señalado a Israel por crímenes de guerra y genocidio. Netanyahu ejecuta, pero Trump le proporciona el escudo de impunidad. Ambos representan hoy día el Armagedón bíblico. 

Noam Chomsky, analizando el poder estadounidense, acuñó el término “Estado canalla” para definir a aquellas naciones que desprecian el derecho internacional. Con sus acciones, Trump no sólo apoya a un aliado, sino que avala y financia la transformación de Israel en eso, en otro Estado canalla.

Europa humillada y la esperanza de los testigos

La Unión Europea aparece impotente, dividida y moralmente avergonzada. Alemania, en particular, carga con el peso de una Staatsräson (razón de Estado) profundamente contradictoria: sostener hoy con armas y diplomacia a un Estado acusado de genocidio, mientras proclama el “Nunca más” del Holocausto como su máximo compromiso moral.

Esta parálisis recuerda al hombre unidimensional de Herbert Marcuse, atrapado en un sistema que prohíbe criticar a ciertos aliados, anulando su capacidad moral. El profeta Isaías gritaba: “¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas!” (Is 5,20). Esa denuncia se hace actual en cada silencio europeo.

Pero, frente a la pasividad de los poderosos, surge la esperanza de los testigos. Un gesto como el del Papa León XIV, entrando en Gaza y abrazando a los supervivientes, podría sacudir la conciencia mundial. Pero para que este gesto fuera verdaderamente revulsivo, debería ir acompañado, mientras dure,  del cierre de todas las iglesias e instituciones católicas del planeta. ¡La humanidad que se mata en Gaza lo exige!

También una visita del Secretario General de la ONU a los campos de refugiados, compartiendo hambre, enfermedad y miedo, sería,  antes de que se apague el débil eco moral de eta institución, un buen aldabonazo. Aunque ninguno de estos actos detenga las bombas, serían signos proféticos que podrían agrietar el poder irracional y recordar, como afirmaba Edward Said, que la resistencia comienza al dar testimonio y negarse a aceptar la voz única del más fuerte.

Compromiso con la vida

La guerra en Gaza no es un conflicto lejano entre dos bandos equidistantes: es la prueba definitiva de nuestra humanidad, un punto de inflexión ético para nuestra era. Quienes callan por cálculo geopolítico se hacen cómplices; quienes justifican la masacre con eufemismos, verdugos; quienes actúan con misericordia y exigen justicia, portadores de esperanza.

El Evangelio proclama: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). Decir “basta” al genocidio no es una opción política, es una obligación moral ineludible.

Gaza, tierra de milenaria historia, debe dejar de ser infierno para ser semilla de vida. Solo así el clamor de sus mártires se transformará en la fuerza que, “libere la historia” de su continuum de violencia y le devuelva dignidad al relato humano. El futuro juzgará dónde estuvimos cada uno de nosotros y nosotras, y como sociedad mundial, cuando Gaza gritó.

De Blogger en 1 septiembre, 2025

"Quitad esto de aquí...

...No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.» 9 de noviembre 2025 El texto del evangelio de Juan nos presenta una escena que siempre ...