...No puede ser discípulo mio
7 de septiembre 2025
El texto de Lucas que se nos ofrece este fin de semana en la celebración de la eucaristía es la propuesta exigente de Jesús de Nazaret a todas aquellas personas que desean seguir sus huellas.
Me llama poderosamente la atención el que esta exigencia la hace Jesús dirigiéndose a todas las personas. En mis años de formación se nos enseñó y predicó todo esto como una exigencia dentro de la vida religiosa (sacerdotes, monjes, monjas...). Y, como consecuencia, se nos comentaba el significado de los votos de pobreza, castidad y obediencia que debíamos profesar y cumplir lo mejor posible.
Y, viviendo en comunidad, entendíamos que cumplíamos bien con la petición del Maestro.
Sin embargo, me temo que con toda la buena voluntad y empeño de parte de los religiosos, religiosas, sacerdotes, etc. no acabamos de entender la profundidad de la exigencia propuesta por Jesús de Nazaret.
En primer lugar, no es algo que esté dirigido a las personas consagradas en la vida religiosa. Es una petición dirigida a toda persona que desee seguir a Jesús, ser su discípulo. Y ahí es donde tenemos que ahondar en su significado.
Renunciar a todos sus bienes... Enseguida nos preguntamos: ¿Cuáles son mis bienes? Instintivamente y biológicamente tratamos de aferrarnos a algo. Mis cosas, lo que me pertenece, lo que he conseguido, lo que me he apropiado... Es una meta que nos la imponemos sin pensarlo. Al final, eso se convierte en el objetivo de mi vida. Con mis estudios, con mi trabajo, con mi esfuerzo, tengo que acumular todo aquello que me garantice una vida estable, cómoda, llena de todo aquello que pueda necesitar...
Ahora Jesús de Nazaret te plantea soltar lastre, todo eso que se ha ido convirtiendo en el objeto de tu vida... Es como decirnos que hay algo mucho más elevado, más digno de mi esfuerzo, de mi ambición, de mi lucha: Es la vida verdadera. No se refiere a la vida del más allá, después de la muerte. No, es vida verdadera en esta vida.
Como comenta Fray Marcos: "-Ser discípulo de Jesús es hacer suyos los objetivos del Maestro. Sólo si nos proponemos la plenitud humana, estaremos en condiciones de posponer todos los demás valores..."
Cuando nuestro objetivo en la vida es que venga el reino de Dios. Que Dios esté presente en mi vida y en todo lo que me rodea de manera que la fraternidad, la compasión, la solidaridad, la entrega y el servicio a los demás sea el verdadero objetivo de mi vida... Entonces todos mis bienes se irán quedando atrás. Mi vida estará iluminada por una luz distinta, una claridad que me permitirá alcanzar esa vida nueva anclada en Dios, nuestro padre-madre. Así comenzaremos a parecer hijos suyos.
Texto del evangelio de Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
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