...¡Y cuánto deseo que esté ya ardiendo!
17 de agosto 2025
El texto que nos trae este fin de semana Lucas, precisamente en estos días de tantísima calor y de tantos incendios en tantos sitios, es una expresión dura y atrevida.
Andamos (está en la mente de todas las personas) preocupados por encontrar la manera de controlar y apagar tanto incendio que destruye nuestro entorno, los bosques y montes, incluso propiedades de todo tipo... ¿Cómo entender eso que nos dice Jesús? "He venido a prender fuego a la tierra, ¡Y cuánto deseo que ya esté ardiendo!...
Podemos hacer una lectura moralista y referirnos a los pecados que se cometen. Podemos pensar e imaginar que Jesús se podía referir a las malas costumbres, a los abusos, a las injusticias, a los desórdenes que aparecen en nuestra sociedad, en nuestro mundo...
Por otra parte, nos choca que diga que no ha venido a traer paz, sino división...
¿Cómo entender esos mensajes de Jesús de Nazaret?
Quizás, después de tantos siglos de predicar las palabras del evangelio, las hemos domesticado y han terminado por decir palabras y mensajes pacíficos, adaptados a nuestro sentido más cómodo, menos comprometido, más pacífico...
Nuestra iglesia nos ha comentado y programado el camino que tenemos que seguir. Todo está normalizado, y si seguimos los pasos que nos ha propuesto conseguiremos alcanzar la felicidad eterna, el cielo.
Sacramentos, ritos, oraciones, comportamientos y actitudes, mandamientos de Dios y de la Iglesia... Todo ello nos traerá la paz y nos permitirá vencer al mundo. Sí, ese mundo que es malo y al que Jesús quiere incendiar, que arda hasta que sea destruido...
Sin embargo, creo que el mensaje de Jesús tenía otra profundidad. Él tiene claro su mensaje (buena noticia) del reino de Dios. Un mundo de fraternidad, de solidaridad, de compasión y empatía hacia todas las personas (en especial hacia los más desvalidos, desprotegidos, marginados, enfermos y dependientes... Los don-nadie). Y tiene unos deseos ardientes, prisa e impaciencia, de que todo eso se vaya haciendo realidad. Centrar nuestra vida en la persona, no en la Ley y el Templo. Porque lo que traerá el reino de Dios no son los mandamientos, los ritos, las ceremonias, los sacrificios, los sacerdotes y levitas... Y seguramente se preguntaba: -¿Por qué no lo ven? -¿No se dan cuenta? La voluntad de Dios es el amor entre las personas, construir un mundo de servicio, de entrega.
No es raro que llegara a decir todo eso.
Por eso mismo, intuye que con su mensaje no va a traer paz, sino división. Cuando te das cuenta de su mensaje y de cómo tendrías que vivir, enseguida te vas a encontrar con muchas otras personas que lo que quieren es que las dejes en paz, que no las metas un compromiso. Prefieren desentenderse de las demás personas. Que cada uno se las apañe como pueda... Sobre todo si se trata de extranjeros, negros, gitanos, marroquíes, latinos..., gente marginada, sin medios, con otra cultura, otra religión, otra raza... ¿Por qué no se vuelven a su país?
Nos molesta la pobreza, la marginación, los pobres extranjeros... Y ahí tenemos la división.
Seguir a Jesús de Nazaret no es fácil. Su mensaje es duro y comprometedor. Y a eso nos invita cada día. La eucaristía debería cuestionarnos siempre sobre nuestra manera de seguirlo.
Texto del evangelio de Lucas 12,49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.
Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».
No hay comentarios:
Publicar un comentario