miércoles, 7 de febrero de 2024

Acudió a él un leproso

Conmovido, extendió la mano y lo tocó diciendo:

- Quiero, queda limpio.

11 de febrero 2024 

El texto del evangelio de este domingo (Marcos, cap. 1) nos narra la curación de un leproso...
Imma Calvo centra nuestra atención en la actitud de Jesús de Nazaret: -"El relato de la curación del leproso manifiesta una de las claves del mensaje evangélico. Jesús no descartaba a nadie. Se pensaba que los leprosos no tenían cura y tocarlos estaba expresamente prohibido. El milagro fue confiar en que todo ser humano puede cambiar."
Una enfermedad, una dolencia, un defecto... Tenía que ser terrible. Es como si te borrasen la existencia.
Después de tantos años de cristianismo (veinte siglos) se diría que ya hemos superado todas esas leyes y normas. Que eso que cuenta el evangelio era cosa del pueblo judío. Pero, viendo nuestra sociedad y nuestro mundo, no es difícil detectar modos, actitudes y comportamientos que expresan otra cosa.
"Nuestras sociedades -comenta Imma Calvotiran pronto la toalla y van levantando todo tipo de muros para excluir a los molestos. Fronteras y papeles para obstaculizar a los migrantes. Cárceles que no reinsertan para los que delinquen. Residencias para los que ya no se valen por sí mismos."
Declararse discípulo o seguidor de Jesús de Nazaret es aceptar la invitación que nos hace cada día a convertirnos y cambiar de mentalidad porque el reino de Dios está cerca... Un cambio que nos permita ver a las otras personas como Dios mismo las ve y las mira.
Dice el texto del evangelio que Jesús conmovido, extendió la mano y lo tocó...
Compasión, solidaridad, cercanía, acogida...
Nuestra comunidad cristiana, por encima de todo, tendría que caracterizarse por ese estilo de vida. Recordemos que de aquellas primeras comunidades de seguidores se decía: "mirad cómo se aman..."
Por encima de raza, sexo, cultura, religión y costumbres, la invitación de Jesús es algo exigente de manera que día a día vayamos creciendo en humanidad. Entonces nuestra respuesta tiene que tener una atención diferente a la que nos pide nuestra sociedad, un mundo en el que catalogamos a la gente.
José Ant. Pagola nos ayuda a reflexionar con este comentario:-"Hace unos años pudimos escuchar todos la promesa que el responsable máximo del Estado hacía a los ciudadanos: «Barreremos la calle de pequeños delincuentes». Al parecer, en el interior de una sociedad limpia, compuesta por gentes de bien, hay una «basura» que es necesario retirar para que no nos contamine. Una basura, por cierto, no reciclable, pues la cárcel actual no está pensada para rehabilitar a nadie, sino para castigar a los «malos» y defender a los «buenos».

"Qué fácil es pensar en la «seguridad ciudadana» y olvidarnos del sufrimiento de pequeños delincuentes, drogadictos, prostitutas, vagabundos y desarraigados. Muchos de ellos no han conocido el calor de un hogar ni la seguridad de un trabajo. Atrapados para siempre, ni saben ni pueden salir de su triste destino. Y a nosotros, ciudadanos ejemplares, solo se nos ocurre barrerlos de nuestras calles. Al parecer, todo muy correcto y muy «cristiano». Y también muy contrario a Dios."

-"Si quieres, puedes limpiarme..."

Pienso que la gran preocupación de nuestra Iglesia tiene que ser ese mundo marginado, los impuros, los que no tienen cabida en nuestra sociedad de limpios. Ser portadores de Buena Noticia. Nuestra salvación está en esa vida nueva, en una humanidad que acoge, que es solidaria y nos hace vivir como verdaderos hijos de Dios.

Hay momentos en los que me digo si nosotros, los cristianos, nos hemos creado una religión a nuestra medida: Tenemos celebraciones, rezos y devociones que nos ofrecen salvación (y reparación en caso de avería = la confesión) y nos permiten vivir tranquilos sin necesidad de complicarnos la vida pensando en todos esos delincuentes y marginados que enturbian nuestra sociedad.

-Si quieres, puedes limpiarme...


Texto del evangelio de MARCOS 1, 40-45


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