jueves, 1 de septiembre de 2022

Discípulos del Maestro

El que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo

El texto del evangelio de Lucas que escuchamos este fin de semana siempre nos ha parecido duro y exigente. Por lo menos exagerado. Y las explicaciones que nos venían dando terminaban siendo aplicadas y dirigidas a los religiosos y religiosas, a los monjes y a las monjas. Porque parecía que era eso lo que se les exigía: "Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo." 

De esa manera nos quedamos tranquilos ya que esas exigencias tendrían que vivirlas las personas que buscaban el estado de perfección.

Sin embargo, Jesús no estaba pensando en unas personas o en otras. Es un llamamiento general que se hace a todas las personas que quieran seguir sus huellas. "Si alguna persona quiere seguirme..."

Esa es la cuestión: ¿Quiero seguir a Jesús de Nazaret? ¿Quiero seguir sus pasos? ¿Me atrae su mensaje? ¿Acepto su invitación?

Como comenta Fray Marcos: "Ser discípulo es hacer suyos los objetivos del Maestro. Sólo si nos proponemos la plenitud humana, estaremos en condiciones de posponer todos los demás valores..."

Y Jesús de Nazaret nos propone en la Buena Noticia del Reino de Dios un mundo, una sociedad con unos valores y un estilo de vida que choca frontalmente con la propuesta que nos viene haciendo la propaganda de este mundo: Tener más, ganar más, gozar más, alcanzar más fama... sea como sea. Y ese afán y ansia por alcanzar todo eso hace que pasemos por encima de los más débiles, de los que pueden menos, de los saben menos, de los que no tienen medios... perdiendo la propia humanidad.

Y aquí estamos en el siglo XXI cono una población inmensa privada de lo más elemental y necesario para vivir como personas. Y con todos los adelantos (técnicos, organizativos, logística, conocimientos y posibilidades de todo tipo) la humanidad es incapaz de cuidar de sí misma. Porque primero soy yo y paso por encima de todo y de todos para conseguir el máximo beneficio.

Si queremos un mundo más solidario, más justo, más humano, sólo hay un camino: tenemos que ver a las otras personas como parte de mí mismo. Su humanidad es mi humanidad. Su vida es mi vida. Y si son carencias, necesidades, privaciones, opresión y abuso... también son mías.

Así comenta Fray Marcos: "La meta suprema sólo puede ser una. Si caminamos hacia dos fines a la vez nos volveremos locos. Si está claro el fin último, todos los fines intermedios deben estar encaminados al último..."

Lo que no podemos hacer es declararnos discípulos de Jesús y poner excusas para seguir su camino. Y si la meta es ser más humanos, más solidarios y fraternos..., tenemos que aprender a posponer todo lo demás: Jesús habla de la familia, de los bienes, de dejar todo atrás... y cargar la cruz... Ahí estamos: si el objetivo de mi vida es el estilo de vida del Maestro, en todas mis relaciones tiene que ir apareciendo. Es algo que tiene que convertirse en el objetivo número uno.

Texto del evangelio de Lucas 14, 25-33

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