sábado, 27 de noviembre de 2010

A la hora que menos penséis


28 de noviembre - 1º domingo de Adviento
"Estad preparados"
Durante mucho tiempo he oído hablar de este evangelio como algo cercano al "juicio de Dios", al examen final, a rendir cuentas... Y supongo que tendrá su razón de ser, su razonamiento. En la iglesia se predicaba tanto ese tema que siempre me pareció normal.
Era cuestión de hacer méritos, de sacar nota, de pasar ese examen que, nos insistían, sería riguroso... y no se podía copiar.
Claro, todo eso caía sobre nuestras conciencias e inteligencias de muchachos en formación, saturados de estudios, de preparaciones, de exámenes, de notas finales. Entonces, este evangelio y otros parecidos significaban un toque de atención a "estar preparados". "Si el dueño de la casa supiera a qué hora iba a venir el ladrón..."
Hoy en día, releo el evangelio y es como si lo viera con otra luz, desde otro ángulo. Ya no me preocupan los exámenes, ni los estudios, ni la preparación, ni hacer chuletas para aprobar el examen... Quizás por el hecho de estar jubilado. O quizás porque en esta etapa de la vida nuestras preocupaciones son otras... El caso es que estas palabras de Jesús (textuales o interpretadas por el que las escribe) me hacen entender la necesidad de vivir intensamente los días que tengo, los momentos, las situaciones, la realidad de cada día.
Creo que no tengo que esperar ni un diluvio, ni una catástrofe final, ni algo extraordinario par captar la idea de Jesús.
Las referencias a relatos de la biblia ayudaban en aquellos tiempos a entender lo que quería decir.
Hoy me agarraría yo a la palabra "hijo de hombre". "Cuando venga el hijo del hombre..." Dios se me manifiesta a través del hijo del hombre, a través de tantos pequeños acontecimientos de la vida ordinaria: el inmigrante que llega, el vecino necesitado, el vagabundo que pide, las informaciones que nos hacen llegar sobre las desgracias de Haití (el cólera), los millones que mueren por falta de medicamentos (hablan de las "pastillas para el dolor ajeno"), las mujeres que sufren violencia, los abandonados y olvidados... Sí, cuando el hijo del hombre pasa a nuestro lado... sabré reconocerlo? Dios anda ahí. Y si yo paso de largo, seré como aquellos que pasaban de largo ante el herido o como las vírgenes de la parábola que se quedaron sin aceite... y llegó el novio y no pudieron entrar en la fiesta.
"Estad preparados". Pienso que no se trata de preparar ningún examen ni de revisarse continuamente; sino de estar atentos al "hijo del hombre"... Es la referencia de Dios que pasa a nuestro lado, que nos invita a vivir como Él, a seguir el camino de Jesús y entrar en el Reino de Dios.
Lo que nos resulta difícil es porque esperamos una aparición especial y el hijo del hombre es como anónimo, sin marca, sin distinción, escondido, pobre y hasta despreciable y sin educación...
Como dice Jesús, "a la hora que menos penséis"... llega y pasa el hijo del hombre.
Tiempo de Adviento: tiempo de prestar atención. A ver si soy capaz de verlo y acogerlo.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Nuestra cruz


21 de noviembre - 34º domingo del tiempo ordinario (Fiesta de Cristo Rey)

"Nuestra cruz"

La escena que nos cuenta Lucas la conocemos bien. Me llena de compasión; pero, al mismo tiempo, sé que termina en triunfo, que "hoy mismo estarás conmigo en el paraíso...". Jesús vence a la muerte y lo que decían como burla y desprecio se convierte en realidad: "Jesús, Rey". Y no sólo de los judíos, sino de todo el mundo.

Y la Fiesta de Cristo Rey que, en otros tiempos, parecía tan apropiada, hoy resulta como fuera de lugar... Porque ¿qué significa hoy en día ser rey? Algo así como nuestro rey Juan Carlos? ¿O como la reina Isabel II de Inglaterra? No, es otra cosa. No me parece que tenga nada que ver.

Con la cruz me sucede lo mismo. La cruz de los cristianos ya no significa lo mismo. En los primeros tiempos del cristianismo la misma palabra "cruz" infundía miedo y temor, significaba algo terrible, el peor sufrimiento, la muerte más cruel... El Imperio Romano sabía cómo aplastar a los que se oponían a sus normas y a sus leyes, a los que se rebelaban con su poder absoluto. Y Jesús fue una víctima más.

Hoy, nuestras cruces, mi cruz, es de adorno. La cruz se ha convertido en un colgante, en un amuleto, en un adorno, en algo que nos ponemos como complemento... O, tal vez, se ha convertido en un ídolo que adoramos, veneramos, nos inclinamos ante él, le rezamos, le pedimos, le rogamos...

Creo que hemos errado el camino. Ver y entender la cruz de Jesús (y la nuestra) es otra cosa. Es parte del camino de Jesús, parte de nuestro camino y de nuestra vida. Y sólo cuando abrimos los ojos a la realidad de tantas personas crucificadas, a tantos hombres y mujeres que arrastran su cruz, su opresión, su injusticia, su abandono y su olvido... es entonces cuando redescubro el verdadero sentido y significado de la cruz.

J.A.Pagola comentaba en Eclesalia lo siguiente: "Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarse servicialmente a los crucificados; introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde sólo hay indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimiento. Será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz de Cristo.

El teólogo católico Johann Baptist Metz viene insistiendo en el peligro de que la imagen del Crucificado nos esté ocultando el rostro de quienes viven hoy crucificados. En el cristianismo de los países del bienestar está ocurriendo, según él, un fenómeno muy grave: “La Cruz ya no intranquiliza a nadie, no tiene ningún aguijón; ha perdido la tensión del seguimiento a Jesús, no llama a ninguna responsabilidad, sino que descarga de ella”.

Entonces, tal y como indican estos dos teólogos, al quedarnos embobados mirando la cruz que adorna nuestras iglesias o nuestra habitación o nuestros colgantes, nos estamos alejando de la verdadera cruz, nos despistamos y nos alejamos del camino de Jesús. Y, únicamente, cuando nos fijamos en las personas crucificadas y nos acercamos a ellas aprendemos a cargar nuestra cruz y a unirnos a Jesús en su camino hacia el Padre, hacia la vida sin fin.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Vuestra perseverancia


14 de noviembre 2010 - 33º domingo tiempo ordinario
"Vuestra perseverancia salvará vuestras almas"

En la predicación de hoy han utilizado una palabra difícil: "escatológica". No sé para qué se utiliza si luego hay que explicarla. En fin... Todo el evangelio de este domingo suena a sermones antiguos, de aquellos que, especialmente antes que no disponíamos de los medios de hoy (TV, internet), que te encogían el corazón: revoluciones, guerras, destrucciones, terremotos, muertes...
¿Cuándo pasará eso?, así le preguntaron a Jesús aquellos que le seguían.
Hoy, la TV, internet, los medios de comunicación nos llenan los ojos y los oídos de acontecimientos de esa clase: "El cólera se ha cobrado tantas muertes en Haití", "la destrucción y atropello del campamento saharaui", "matanza en Irak", "un ataque suicida en Afganistán"... Y más cercano a nosotros: asesinatos y violencia de género... También está la violencia ecológica y medio-ambiental, los miles de inmigrantes desamparados sin medios y sin futuro.
De ahí a los pensamientos de "fin del mundo", la visión de la humanidad que, a pesar de los conocimientos de que dispone, se empeña en su programa de consumir cada vez más, de explotar al máximo, de vivir con un egoísmo loco y suicida.
¿Cuándo pasará eso? El fin del mundo...
Si un tiempo llegamos a creer que iba a ser un acontecimiento repentino, hoy podemos entender que ese "fin del mundo" lo vamos provocando poco a poco, día a día, con nuestra manera de vivir.
La lectura del evangelio lo ve casi como inminente, unido a la destrucción de Jerusalén. Luego, a lo largo de la historia, la humanidad (y la iglesia abundó también en esa dirección) va repitiendo el ciclo: Cuando se acercaba el año 1000, al llegar el año 2000...
Son momentos en los que aparecen predicadores del desastre final y de sus exclusivas soluciones para salvarse.
"Que nadie os engañe"
Las recomendaciones de Jesús pueden ayudarnos a serenar nuestro corazón y a comprender en profundidad cuál debe ser nuestra manera de actuar y de vivir.
"Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas"
Naturalmente, eta palabra de Jesús va unida a su mensaje, a su estilo y modo de vivir, a su gran preocupación: el Reino de Dios.
-El Reino está cerca
-El Reino está entre vosotros
-Cambiad vuestra manera de vivir, vuestro corazón
-No os preocupéis tanto por lo que vais a comer o vestir
-Mirad las flores del campo, los pajarillos
-Dios es nuestro padre
-Buscad, ante todo, su Reino y su justicia y lo demás se os dará por añadidura
Pienso que es en este contexto que debemos incluir la palabra de hoy. Porque no es cuestión de insistir en obras y actividades que sean como el remedio y solución a tanto mal y desastre-
Lo que nos salva es la "perseverancia", el mantenernos en el camino de Jesús, en esa búsqueda del Reino como lo primero y más importante. Y hacerlo en nuestra vida, en nuestra actividad, en nuestra relación con los otros.
Entiendo, entonces, cómo se van mezclando en mi vida aspectos que Jesús nos ha ido mostrando: la actitud del buen samaritano; la manera de orar del publicano; la visión del hijo pródigo; la reacción de Zaqueo; la atención y preparación de las lámparas de aceite mientras esperan al novio...
"La perseverancia salvará vuestras almas", vuestras vidas...
Que el Señor nos ayude a tener clara nuestra mente, sereno nuestro corazón, confiados y entregados en manos de Dios, nuestro padre. Amén.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Dios de vivos


7 de noviembre - 32º domingo del tiempo ordinario
"Dios de vivos"
Hubo un tiempo, en nuestra sociedad, en el que no se podía hacer nada sin contar con Dios, con la iglesia, con sus ministros.
En los tiempos antiguos se consultaba al adivino, al brujo o a los sacerdotes de los diferentes templos y religiones. Acontecimientos familiares, trabajos del campo, viajes, enfermedades, estudios, compras y ventas, decisiones que tomar, elecciones en las que decidir...
Todavía hoy en día quedan personas, sobre todo mayores, que en sus oraciones repasan su lista de peticiones y encomiendas.
Como contraste el mundo de hoy, nuestra sociedad, tiene un marcado acento de incredulidad. Cierto que a casi todos les gustaría poder asegurar su vida y los eventos que le afectan. También es verdad que se echa mano del tarot, de las cartas, de adivinadores e incluso de nuevas religiones que parecen prometer cierta seguridad... Pero en una gran mayoría no es el caso.
Se pasó de poner todo en manos de Dios y de sus santos y santas a una duda existencial que termina siendo un interrogante sin respuesta.
¿Por qué?
Me pregunto si no nos habíamos quedado en las afueras de la iglesia y en la costra de la institución.
A mayor conocimiento de lo humana que es (la institución), más dudas se generaban en nuestro interior. Su respuesta a nuestras dudas perdía fuerza y su lenguaje nos resultaba tan alejado de la realidad que, poco a poco, fuimos dejando de pedir y preguntar.
Y Dios se fue alejando (o lo alejamos nosotros) junto con la institución, sus normas y ceremonias.
Al final nos parecemos a los saduceos que le preguntaban a Jesús... Es una pregunta como de chiste: -"Si se ha casado con los siete hermanos, de quién será la mujer en la otra vida?"
Seguro que a nosotros se nos ocurren muchas otras preguntas parecidas:
-Qué pasa después de la muerte?
-Y nuestro cuerpo?
-De verdad resucitaremos?
-El cielo es realmente un lugar?
Y no terminaríamos nunca...
Jesús no les da una respuesta a su pregunta. Y creo que tampoco es importante que respondan a cuestiones como las que se me ocurren... Lo importante, creo yo, es la afirmación clara de Jesús: "Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos..."
Y cada uno de nosotros debería escuchar bien esa palabra y aplicarla a su propia vida.
Si Jesús les dice que es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob..." nosotros podemos entender que nos dice: "Es el Dios de mis padres, de mis abuelos, de toda esa larga familia que ha vivido antes que yo..."
Y no responde a esas cuestiones de lugar, de cuerpo, de nuestra carne, de las circunstancias...
A Dios le importa la vida, mi vida, tu vida... la que tengo entre manos.
No sabemos a dónde vamos (exactamente el lugar, el cómo, cuándo, de qué manera). Tampoco supimos de dónde veníamos. Nos basta con saber que vinimos, que llegamos, que nacimos a esta vida.
Nos la dieron como un regalo, totalmente gratuito (como una gran entrega de amor) y lo que se nos pide es que la vivamos así, al estilo de Dios (al estilo de Jesús que anuncia su Reino)... Todo lo demás se nos dará por añadidura. Como un bebé que vive confiado en brazos de su mamá.
Creo que si alcanzamos a sentir de esa manera experimentaremos una gran paz y la serenidad más grande que podamos desear. Experimentar que estamos en manos de Dios. El sabe bien de nosotros y de nuestra vida. Aunque yo me olvide rezarle...
Especialmente hoy en día es importante que vivamos con intensidad que Dios es fuente de vida, que nuestra vida es un regalo suyo, que mi vida es un regalo para los demás y que mi vida se encamina hacia su fuente que Dios. El Dios de la vida. Dios de vivos.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Tengo que alojarme en tu casa


31 de octubre - 31º domingo del tiempo ordinario
"Tengo que alojarme en tu casa"
Leer la historia de este encuentro (Zaqueo con Jesús o Jesús con Zaqueo) es algo que despierta en mí, como supongo en muchas otras personas, una sonrisa y un sentimiento de confianza y esperanza.
Zaqueo no era buena gente. No era de los que van siempre a misa y cumple con los mandamientos y normas de la institución. Vivía inmerso en sus negocios (que eran los negocios e intereses de los gobernantes de entonces: los romanos y su imperio): Dineros, impuestos, influencias, beneficios... buena vida.
Los temas de iglesia (de sinagoga o de religión) no eran su fuerte y creo que le importaban más las cosas de este mundo, lo que podía tocar con sus manos y sacar el mayor provecho posible.
Sin embargo tenía curiosidad. Habría oído hablar de Jesús de Nazaret. Decían que...hablaba del Reino de Dios; que aseguraba que a Dios le importaba lo que le pasaba a la gente; que si cambiaban de estilo de vida aparecería el Reino de Dios; que lo importante de verdad era el cómo tratábamos a los demás... Y así muchas más cosas.
Y con esa curiosidad se subió a aquel árbol. Por lo menos vería cómo era ese tal Jesús...
Entonces se encontró con la sorpresa. Fue Jesús mismo el que se invitó y le dijo aquello de: "Zaqueo, baja enseguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa..."
Sorpresa, alegría, halagado, indigno... Todas esas emociones y sentimientos al mismo tiempo.
Mi reflexión de hoy es ésta:
No son los méritos y la obras buenas de Zaqueo la razón de que Jesús quiera alojarse en su casa.
Es más que probable que en aquel pueblo hubiera muchísimas personas, buena gente, piadosas, cumplidoras...
Y Jesús escoge a Zaqueo.
¿Lo hizo para provocar?
Jesús no se tenía por el mejor, ni por el más santo. Le criticaban porque acogía a pecadores, a prostitutas, que se alojaba en casa de publicanos, que comía y bebía con pecadores... El no era representante de la Ley, ni era un maestro o un escriba. Tampoco era un fariseo.
El anunciaba el Reino de Dios, cómo había que ser y vivir para que se hiciera realidad la Buena Noticia de que llegaba, por fin, un nuevo mundo.
Así, con su vida, con sus palabras y sus acciones expresaba que Dios esperaba a todos, que no rechazaba a nadie, que todos eran elegidos... gratuitamente, que simplemente era un regalo de Dios.
Además creo que Jesús intuía que, precisamente, gente como Zaqueo entendía mejor ese mensaje.
Basta recordar que cuando Jesús escoge amigos y compañeros que le acompañen y quieran vivir a su manera... no se va a la sinagoga, ni busca entre los escribas y maestros, ni siquiera entre los más fervorosos y cumplidores como eran los fariseos. No! Escoge a unos pescadores, a un publicano, a gentes ordinarias.
Entonces, siguiendo con mi reflexión, me pregunto si cuando perdemos ánimo y entusiasmo en el seguimiento de nuestro maestro no querrá decir que hemos perdido también curiosidad, que nos hemos acostumbrado a todo esto, que ya nos sabemos de memoria los relatos del evangelio...
Y si tratáramos de actuar como Zaqueo?
Y si pusiéramos un poco de curiosidad en conocer ese camino y estilo de Jesús de Nazaret?
Porque no es la institución, ni las normas, ni los mandamientos, ni las iglesias, ni las devociones lo que me salva...
Creo que la salvación entra en mi vida cuando poniendo curiosidad en mi vida termino por alojar a Jesús en mi casa...
Resulta que entonces me doy cuenta, al igual que Zaqueo, de los demás. Que tengo que compartir, que lo mío deja de ser mío. Que lo que les sucede a ellos, me afecta.
Y en ese momento entra la salvación... Así lo asegura Jesús de Zaqueo y su casa.
No te entra curiosidad?

sábado, 23 de octubre de 2010

Bajó a casa justificado


24 de octubre 2010 - 29º domingo del tiempo ordinario

Iba a decir que el evangelio (la lectura) de este domingo es de los clásicos. Un texto que lo hemos oído muchas veces, que nos lo sabemos, ¡vaya! Y sabemos, también, el estribillo final:"El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado"...
Y, como en tantos otros textos del evangelio, nuestra dificultad no es la de conocer las palabras de Jesús, es más bien comprender y captar la dirección que toma Jesús, hacia dónde nos quiere encaminar.
Y, tal vez, las reflexiones y predicaciones que hemos escuchado tanto se entretienen en resaltar la actitud "arrogante y creída" del fariseo para decirnos y repetirnos de muchas maneras que no tenemos que ser como él, para describir, luego, la actitud del publicano que se da golpes de pecho y se pode de rodillas y pide perdón a Dios...
Me imagino que, al igual que yo, muchos habrán hecho lo mismo: arrodillarse y confesar a Dios (o al sacerdote) que soy realmente pecador, que no obro rectamente, que soy como ese publicano... Y con eso me quedo tranquilo, como el que se quita un peso de encima o como quien ha metido toda su ropa sucia en la lavadora... y salgo como nuevo, listo para seguir adelante con mi trabajo, con mi familia, con mis amigos, con mi rutina.
Por eso, al leer el evangelio aquí, en casa, como una reflexión personal, como si escuchara a Jesús, me pregunto si realmente era ésa la intención de su charla.
El evangelista recoge el detalle que motiva a Jesús a contar la parábola: "A algunos que teniéndose por justos y sintiéndose seguros..."
Hoy en día no tenemos el contexto social de antes en el que la palabra de la Iglesia era supersegura y constituía la norma de la vida de la sociedad. Las indicaciones de la Iglesia eran la mejor vía para alcanzar la "vida eterna"... y ser cristiano era el paso imprescindible para ello.
Mandamientos, normas, prescripciones, consejos... eran el mejor seguro para la vida del más allá. Y durante cientos y cientos de años hemos creído todo eso a pie juntillas.
En tiempos de Jesús tenían la Ley y los Profetas. Mandamientos, normas y prescripciones explicadas y dictadas por los maestros de la Ley y recordadas por los profetas... y los fariseos eran de los más estrictos. Se esforzaban en cumplir todo. Con razón se tenían por justos. Se comprende, incluso, que miraran por encima del hombro a tanta gente (gente humilde y pobre que apenas si tenían para subsistir y no morirse de hambre) que no alcanzaban a cumplir tantas normas y leyes...
Y Jesús sabía de lo que hablaba, conocía a mucha gente de esa (de las pequeñas poblaciones), gente empobrecida y que vivía míseramente...
Entonces cuenta esa parábola. "A esos que se tenían por justos y se sentían seguros..."
Y termina diciendo que el publicano, el pecador, el que no llegaba a cumplir todos los mandamientos y normas, el que sabe que no es buena gente y que la vida le arrastra por mil cosas y senderos... Que, puesto ante Dios, se reconoce como es y que pone toda su confianza en El...
Porque, una vez más, retomamos algo que Jesús ha explicado muchas veces (y que Pablo repetirá igualmente): Que es la fe lo que nos salva. La confianza en Dios. Que no son mis obras las que me traen la salvación. Que es un regalo de Dios.
Y es que, aunque hiciera milagros, aunque cumpla todos los mandamientos y normas, aunque haga todos los sacrificios y penitencias... "si no tengo amor" (como dice Pablo) no me sirve de nada. Y al decir amor está hablando de la vida de Dios, de dejarme llenar de El, vivir a su estilo y manera... Y ese amor va dirigido a los otros, a los vecinos, a los que me rodean, a los que llegan, a los que me encuentro... Porque, como dice San Juan, si no amo a los que veo y tengo cerca, cómo voy a amar a Dios a quien no veo...
Desde este punto de vista, entiendo un poco la parábola de Jesús que me empuja hacia la confianza total en nuestro padre Dios sabiendo que mi vida toda está en su manos y que me atrae hacia El mismo para colmar toda la necesidad que puedo sentir de amor y felicidad. Amén

domingo, 17 de octubre de 2010

Orar sin desanimarse


17 de octubre - 29º domingo del tiempo ordinario

Podemos decir que todos nosotros somos cristianos viejos. Lo digo, no sólo por la edad (jubilado, tercera edad... que somos la mayoría de los que asistimos a la eucaristía), sino por los muchos años que llevamos asistiendo a misa intentando seguir a Jesús de Nazaret.
Somos los que se saben todo o casi todo.
Hemos escuchado tantos sermones y explicaciones que casi casi adivinamos lo que nos va a decir el cura en misa.
Sin embargo, al leer el evangelio de este domingo me siento como aquellos primeros seguidores de Jesús.
Nos han explicado y conocemos los mandamientos de Dios (siguiendo lo dictado por Moisés); hemos aprendido y recitado las oraciones del cristiano; hemos rezado el rosario (quizás más en otro tiempo) hasta nos hemos dormido con el ronroneo y la repetición del avemaría o de la letanía... Todo eso lo hemos cumplido; pero parece que no llegamos al fondo y nos quedamos como vacíos.
Orar, ¿qué es orar?
El evangelio nos indica que Jesús se retiraba a orar muy a menudo. Es más, parece que era parte importante de su vida.
Y cuando explica cómo orar lo hace de la forma más simple. Nos dice que tenemos que evitar las muchas palabras... Que no es necesario hacer una manifestación de nuestra oración... Que nos centremos en lo que es importante. Y nos facilita una oración: "Padre nuestro..." o como expresa en su lengua: "Papá"
Desde hace años intento degustar y paladear esa oración de Jesús. No es para recitar. No es para tener prisa en terminar. Y cada palabra, cada frase es lo suficientemente densa como para detenerse en ella.
Y diría que el comienzo de la misma nos da la clave para captar el sentido profundo de Jesús, de su vida, de su intensidad...:
"Papá, que tu nombre sea santificado
que venga tu reino
que haga tu voluntad..."
El Reino de Dios es el centro de su vida, su motivación, su fuerza y su mayor interés. Todo va a girar en torno al Reino de Dios.
Y hoy, cuando explica a sus seguidores cómo orar a Dios sin desanimarse, les cuenta la parábola del juez y la viuda... Y termina diciendo: "Fijaos en lo que dice el juez injusto; pue sDios ¿no hará justicia a sus elegidos...?"
Ya en otra ocasión les dijo aquello de que si vuestro hijo os pide pan, no le dais una piedra... Y termina diciendo: "Si vosotros siendo malos dais cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro padre del cielo..."
Entonces pienso que el punto está precisamente en la confianza que ponemos en Dios, nuestro padre.
Centrados en el Reino de Dios, oramos a nuestro padre a la manera de Jesús y ponemos total confianza en El que no dudamos de que nos hará justicia...
Lo que no quiere decir que Dios, nuestro padre, resuelve nuestros problemas y dificultades, ni nos libre de las enfermedades y la muerte. Tampoco Jesús se libró de ella.
Que nos haga justicia es más probable que se refiere a su Reino, a alcanzar su estilo y vida... Así pues, a pesar de todo, ponemos toda nuestra confianza y seguridad y oramos sin cesar como Jesús mismo nos enseñó: "Papá, que santifique tu nombre, que mi vida, mis palabras, mis pensamientos, mis obras santifiquen tu nombre. Que al verme los otros den gracias a Dios.
Que venga tu Reino. Que me esfuerce en hacer realidad tu estilo y manera de vivir.
Y que aprenda a hacer tu voluntad en esta vida que me has dado.
El pan de mañana dánoslo hoy. Lo que necesitamos, mis hermanos y yo mismo.
Perdona todo el mal que he hecho, como al decir estas palabras yo también perdono a los que he ofendido.
No me dejes caer en la tentación: el poder, el dinero, el placer.
Y líbranos del Malo. Amén

Dios no mandó su hijo al mundo para condenar...

...sino para se salve por él 14 de septiembre 2025 (Fiesta de la Exaltación de la Cruz) El texto que nos ofrece este fin de semana la Iglesi...