jueves, 4 de noviembre de 2010

Tengo que alojarme en tu casa


31 de octubre - 31º domingo del tiempo ordinario
"Tengo que alojarme en tu casa"
Leer la historia de este encuentro (Zaqueo con Jesús o Jesús con Zaqueo) es algo que despierta en mí, como supongo en muchas otras personas, una sonrisa y un sentimiento de confianza y esperanza.
Zaqueo no era buena gente. No era de los que van siempre a misa y cumple con los mandamientos y normas de la institución. Vivía inmerso en sus negocios (que eran los negocios e intereses de los gobernantes de entonces: los romanos y su imperio): Dineros, impuestos, influencias, beneficios... buena vida.
Los temas de iglesia (de sinagoga o de religión) no eran su fuerte y creo que le importaban más las cosas de este mundo, lo que podía tocar con sus manos y sacar el mayor provecho posible.
Sin embargo tenía curiosidad. Habría oído hablar de Jesús de Nazaret. Decían que...hablaba del Reino de Dios; que aseguraba que a Dios le importaba lo que le pasaba a la gente; que si cambiaban de estilo de vida aparecería el Reino de Dios; que lo importante de verdad era el cómo tratábamos a los demás... Y así muchas más cosas.
Y con esa curiosidad se subió a aquel árbol. Por lo menos vería cómo era ese tal Jesús...
Entonces se encontró con la sorpresa. Fue Jesús mismo el que se invitó y le dijo aquello de: "Zaqueo, baja enseguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa..."
Sorpresa, alegría, halagado, indigno... Todas esas emociones y sentimientos al mismo tiempo.
Mi reflexión de hoy es ésta:
No son los méritos y la obras buenas de Zaqueo la razón de que Jesús quiera alojarse en su casa.
Es más que probable que en aquel pueblo hubiera muchísimas personas, buena gente, piadosas, cumplidoras...
Y Jesús escoge a Zaqueo.
¿Lo hizo para provocar?
Jesús no se tenía por el mejor, ni por el más santo. Le criticaban porque acogía a pecadores, a prostitutas, que se alojaba en casa de publicanos, que comía y bebía con pecadores... El no era representante de la Ley, ni era un maestro o un escriba. Tampoco era un fariseo.
El anunciaba el Reino de Dios, cómo había que ser y vivir para que se hiciera realidad la Buena Noticia de que llegaba, por fin, un nuevo mundo.
Así, con su vida, con sus palabras y sus acciones expresaba que Dios esperaba a todos, que no rechazaba a nadie, que todos eran elegidos... gratuitamente, que simplemente era un regalo de Dios.
Además creo que Jesús intuía que, precisamente, gente como Zaqueo entendía mejor ese mensaje.
Basta recordar que cuando Jesús escoge amigos y compañeros que le acompañen y quieran vivir a su manera... no se va a la sinagoga, ni busca entre los escribas y maestros, ni siquiera entre los más fervorosos y cumplidores como eran los fariseos. No! Escoge a unos pescadores, a un publicano, a gentes ordinarias.
Entonces, siguiendo con mi reflexión, me pregunto si cuando perdemos ánimo y entusiasmo en el seguimiento de nuestro maestro no querrá decir que hemos perdido también curiosidad, que nos hemos acostumbrado a todo esto, que ya nos sabemos de memoria los relatos del evangelio...
Y si tratáramos de actuar como Zaqueo?
Y si pusiéramos un poco de curiosidad en conocer ese camino y estilo de Jesús de Nazaret?
Porque no es la institución, ni las normas, ni los mandamientos, ni las iglesias, ni las devociones lo que me salva...
Creo que la salvación entra en mi vida cuando poniendo curiosidad en mi vida termino por alojar a Jesús en mi casa...
Resulta que entonces me doy cuenta, al igual que Zaqueo, de los demás. Que tengo que compartir, que lo mío deja de ser mío. Que lo que les sucede a ellos, me afecta.
Y en ese momento entra la salvación... Así lo asegura Jesús de Zaqueo y su casa.
No te entra curiosidad?

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