jueves, 18 de marzo de 2021

Una iglesia con vocación

 Día de las Vocaciones?

Mañana, día 19 de marzo, es la fiesta de San José y también se hacen oraciones y peticiones especiales por las vocaciones sacerdotales, además de la colecta en apoyo de las mismas.

Pues bien, quiero hacerme eco de lo que escribe JUAN ZAPATERO BALLESTEROS, en ecleSALia.net

Por un lado: "El pasado día 7 de marzo, víspera del Día Internacional de la Mujer, se manifestaron delante de la catedral o de algunas iglesias de varias ciudades de España numerosos colectivos de mujeres cristianas reclamando a la jerarquía eclesiástica el reconocimiento de su derecho por la igualdad dentro de la propia Iglesia y para que se ponga fin, ya de una vez, su estructura patriarcal..."

Y por otro, mañana día 19, lo que comentábamos al principio... "Es el día en que,  además de hacer una cuestación especial para sostener los seminarios que preparan a los futuros sacerdotes, se dedica fundamentalmente a rezar por las vocaciones sacerdotales..."

Escuchando las dos propuestas uno se pregunta si en la iglesia, en nuestra comunidad, en nuestro grupo de cristianos estamos mirando al pasado o si es posible otra Iglesia, otro modo de entender nuestro seguimiento de Jesús de Nazaret.

Así lo comenta Juan Zapatero: "Dos realidades que, si bien forman parte en principio de un objetivo común en su caminar hacia la consecución del Reino y, por lo mismo, avanzar juntas, no lo hacen, sin embargo, de esa manera, es decir, juntas; sino, más bien, de manera paralela, como lo hacen las vías del tren: cada una por su lado y sin ninguna posibilidad de llegar a juntarse. Pero es que, además, es así porque, si bien el fin es el mismo, creo que de eso no duda nadie, los caminos para llegar a dicho fin son, sin embargo, no solo diferentes, sino que me atrevería a decir que opuestos en muchos momentos."

Me remito a la reflexión que escribe en su artículo. Vale la pena leerlo.

"Por un lado, unos candidatos preparándose para recibir el sacramento del Orden, dentro de una Iglesia jerárquica y piramidal. Una iglesia separada en dos bloques: el clero y el pueblo. Una Iglesia en la que el sacramento del Orden sacerdotal es “más de primera” que el sacramento del Bautismo. Una Iglesia en la que los ministros, que un día saldrán de esos seminarios, una vez ordenados por el obispo, serán quienes decidan en todos los asuntos dentro de las parroquias y/o comunidades; eso sí, como máximo, después de oír y/o consultar a algunos fieles o miembros de dichas parroquias o comunidades. Una Iglesia en la que los sacerdotes que la sirven deben asumir obligatoriamente el celibato como “conditio sine qua non” para poder recibir después el sacramento del Orden Sacerdotal. Una condición, por cierto, que cierra el camino a muchos candidatos, exclusivamente masculinos en este caso, que pudieran sentirse vocacionados para el servicio ministerial, pero, en cambio, sin la fuerza suficiente para vivir con alegría el carisma del celibato; ya que, por tratarse de un don no recibido, carecen de la gracia necesaria para vivirlo como vale la pena, precisamente porque no les ha sido dado. Una Iglesia que no impone, pero que sí que aconseja a sus sacerdotes y a quienes lo serán en un futuro que se distingan por un tipo de vestir ante toda la gente que los pueda ver; y no solo ante la gente perteneciente a la propia parroquia, comunidad o movimiento eclesial. Porque, queramos o no, esta Iglesia a la cual servirán los futuros sacerdotes, continúa teniendo, para sus dirigentes, mucho de “cristiandad” y muy poco de “pueblo de Dios”.

"Por otro lado, unos colectivos de mujeres, junto a comunidades de base y muchas otras personas y grupos, tanto de hombres como de mujeres, que no coinciden con los parámetros de Iglesia según el Derecho Canónico. Una Iglesia de iguales, donde la persona que la presida sea un miembro de la propia comunidad, escogido/a de manera libre y democrática por los miembros que la forman. Una Iglesia donde, por estar formada precisamente por hombres y mujeres, a los/as candidatos/as a presidirla no se les tenga en cuenta, a la hora de ser escogidos/as, el sexo ni la orientación sexual. Una Iglesia insertada plenamente en la vida de los hombres y mujeres, sin distinciones ni privilegios. Una Iglesia que camina con el pueblo, junto al pueblo, escuchando al pueblo en todo momento, lejos de los parámetros de “cristiandad” en la que tanto pesa el sentido proselitista. Una Iglesia, en definitiva, vacía de normas de conducta y de leyes impositivas, excepto las necesarias para asegurar el correcto funcionamiento; pero siempre consensuadas por todas/os miembros. Una Iglesia sin dogmas ni preceptos; con la única excepción de creer en el Dios que enseñó y testimonió Jesús: el Dios que ama y perdona sin condiciones. Por ello precisamente, una Iglesia que, por creer únicamente en el amor, practica la caridad de manera incansable y se esfuerza por vivir en la esperanza de la “Utopía final”. Una Iglesia…"

Los textos en negrita los he marcado yo... Quizá eso nos ayude también a reflexionar. ¿Día de las Vocaciones? Acaso no estamos llamados todos a servir? A lavar los pies a los más débiles y necesitados? No tenemos que ser una fraternidad? No nos pidió el Maestro que a nadie llamemos señor y que el más importante sea vuestro esclavo? Estamos llamados, sí. Llamados a una comunidad de hermanos y hermanas... Todos constatamos que si no fuera por las mujeres muchas iglesias tendrían que echar el cierre, proponer un ERTE o lo que sea,,,

Mañana, un buen día para reflexionar.

viernes, 12 de marzo de 2021

A qué esperamos

Una vida definitiva

14 de marzo 2021

Así comienza el texto que escuchamos este fin de semana: "Lo mismo que en el desierto Moisés levantó en alto la serpiente, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que lo haga objeto de su adhesión tenga vida definitiva."

A lo largo de los tiempos, y supongo que también nos ha pasado a nosotros, nos hemos hecho a la idea de que la fe, la relligión, mi práctica religiosa, debía ir encaminada a conseguir la salvación. Y normalmente la entendiamos como ir al cielo después de la muerte, al final de nuestra vida. Por eso poníamos el acento en la conversión de los pecados, en la penitencia, en las obras de misericordia de  manera que fuéramos acumulando méritos para entrar en el cielo (aunque fuera pasando primero por el purgatorio).

Sin embargo, como bien lo señalan los estudiosos y entendidos de hoy, el texto (y reflexión de la primera comunidad) de Juan nos habla ante todo de adhesión al mensaje de Jesús de Nazaret, a su buena noticia, a su manera de vivir y de hacer. Y en segundo lugar nos dice que tendrán vida definitiva... No porque la encontraremos en el más allá; sino porque la verdadera vida definitiva es la vida misma de Dios, nuestro padre, que es amor. Y todo el que ama tiene la vida de Dios.

Así lo resume Fray Marcos: "En el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos con los aspectos más originales de la salvación ofrecida por Jesús según este evangelio: 1) La salvación es Vida. 2) Viene de Dios, que es VIDA. 3) Es don gratuito e incondicional. 4) Es absoluto, no una alternativa a la condenación. 5) Exige la adhesión a Jesús. 6) Se manifiesta en las obras. Cada uno de estos puntos nos tendría que advertir de los errores en que caemos a la hora de hablar de esa salvación. Tendemos a esperar de Dios una salvación raquítica..."

O sea que el objetivo de mi vida es, ante todo, poner todo mi empeño en la ahesión al mensaje de Jesús de Nazaret y vivirlo a tope. Con frecuencia nuestro gran interés y preocupación (la salvación eterna) se mezclan con toda una serie de cosas que no tienen nada que ver con esa adhesión. Como comenta Fray Marcos, "Queremos que Dios nos libere del sufrimiento, la enfermedad, la muerte. Todo eso forma parte de nuestra condición de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni Dios puede hacer que sigamos siendo criaturas sin limitacio­nes..."

Vivir mi vida como una adhesión a Jesús de Nazaret, a su mensaje, a lo que él proclama, es lo que me encaminará a la vida definitiva. Y  es lo único que dará plenitud a la misma.

José Antonio Pagola lo expresa así: "La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo, es recordar el amor de Dios..." Un don gratuito que se me da y que yo mismo estoy llamado a compartir.

 Pagola completa su pensamiento así: "En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y desalentador, nada nos impide a cada uno introducir un poco de amor en el mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay que esperar a nada. ¿Por qué no va a haber en estos momentos hombres y mujeres buenos que introducen en el mundo amor, amistad, compasión, justicia, sensibilidad y ayuda a los que sufren...? Estos construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor." 

Nuestro encuentro en la iglesia, como comunidad, como grupo, lo necesitamos para animar y reforzar nuestra adhesión a Jesús, repetir el gesto de Jesús (ejemplo al lavar los pies a los discípulos) y dar gracias por haber captado su mensaje y ser conscientes del amor gratuito de Dios nuestro Padre.

Texto del evangelio de Juan 3, 14-21

viernes, 5 de marzo de 2021

La casa de mi Padre


El amor no se compra

7 de Marzo de 2021 - III Domingo de Cuaresma 

Este fin de semana, el tercero de Cuaresma, escuchamos y/o leemos un texto del evangelio de Juan (la expulsión de los mercaderes del Templo). 

A lo largo de los tiempos la compra-venta de víctimas para los sacrificios, los cambios de moneda para hacer las ofrendas en el Templo de Jerusalén, se había convertido en un verdadero negocio...

Por eso, como escribe José Antonio Pagola, -"Quien conozca a Jesús no se extrañará de su indignación. Si algo aparece constantemente en el núcleo mismo de su mensaje es la gratuidad de Dios, que ama a sus hijos e hijas sin límites y solo quiere ver entre ellos amor fraterno y solidario..."

Y ahí andamos con nuestras vidas. Sin casi darnos cuenta ese negociar se nos ha metido hasta lo mas hondo de nuestro subconsciente. También en nuestra prática religiosa: Misas oídas, novenas, rosarios, jaculatorias, incluso limosnas que damos de cuando en cuando... terminan teniendo una finalidad. La salvación eterna, el perdón de los pecados, el favor de Dios, la curación de una u otra enfermedad... Vamos haciendo como los políticos que venden y cambian. Nada se da a cambio de nada. 

Resulta tremendamente serio esto que comenta José Ant. Pagola: "Lo grave es olvidar que Dios es amor, y el amor no se compra. Por algo decía Jesús que Dios «quiere amor y no sacrificios».

Me pregunto ¿cómo anunciamos nosotros el mensaje de Jesús de Nazaret? Quiero decir, ¿nuestra vida, nuestro modo de hacer, nuestra práctica del día a día, qué es lo que anuncia?

"La casa de mi Padre..." no es un mercado. Quizás deberíamos abrir nuestro corazón y nuestra mente para no pensar exclusivamente en el "Templo", en la "iglesia" (como edificios); sino pensar en este mundo, este país, esta ciudad, este barrio... La casa de mi padre, pensada y vivida como una comunidad de hermanos capaces de compartir, de expresar compasión y ternura hacia los que más lo ncesitan.

Por cierto, me ha llegado muy adentro algo que escribe Fray Marcos: "Si te desentiendes de las necesidades de los demás, te estás deshumanizando... Y el principal objetivo de tu vida quedará sin conseguir" La Casa de mi Padre.

Y vuelvo con el comentario de José Antonio Pagola: "Tal vez, lo primero que necesitamos escuchar hoy en la Iglesia es el anuncio de la gratuidad de Dios. En un mundo convertido en mercado, donde todo es exigido, comprado o ganado, solo lo gratuito puede seguir fascinando y sorprendiendo, pues es el signo más auténtico del amor..."

Texto del evangelio de Juan (2,13-25)



viernes, 26 de febrero de 2021

Seguimos invitados, estamos a tiempo

Escúchalo!
28 de Febrero de 2021 - II Domingo de Cuaresma 

Seguimos con la Cuaresma y la lectura del evangelio de Marcos. Y este fin de semana escuchamos y/o leemos el relato de lo que se llama la Transfiguración, un texto que nos habla de que Jesús subió a un monte alto con tres de sus discípulos y allí se transfiguró hablando con Moisés y Elías y, mientras hablaba, oyeron una voz que les decía: "Éste es mi hijo amado, escuchadlo!"

Todos recordamos, más o menos, ese texto. Lo que se nos hace más difícil es llegar a entenderlo. Si sucedió o no, si realmente se aparecieron Moisés y Elías, si escucharon esa voz que les llegaba desde las nubes...

Me ha ayudado mucho, además de entender su sentido más profundo, lo que escribe Fray Marcos: "La manera de construir el relato quiere demostrar que lo que descubrieron de Jesús después de su muerte, ya estaba en él durante su vida, solo que no fueron capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre lo que se quiere contar en este relato, antes de la muerte y después de ella. Lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad, no está añadido a ella en un momento determinado..."

Esto es como escuchar el comentario que hace la primera comunidad de seguidores de Jesús (empezando por sus seguidores más cercanos). Este Jesús, al que queremos seguir, tiene y está lleno del espíritu de Dios, es su hijo amado. Escuchadlo! Les costó descubrirlo, les costó entender su mensaje, les costó entender las parábolas del reino de Dios.
Bueno, algo como lo que nos pasa a nosotros. Después de tantos años de religión, de misas oídas, de prácticas religiosas... apenas si llegamos a lo que expresa la actitud de Pedro (ante la aparición de Moisés y Elías en la montaña): ¡Qué bien se está aquí. Hagamos tres tiendas, una para tí, otra para Moisés y otra para Elías!".
El entusiasmo de una gran misa cantada, de un coro maravilloso en la iglesia, una procesión hermosa con muchísima gente...
Seguir las huellas de Jesús de Nazaret no es nada de eso, ni siquiera es saber, decir o recitar el credo. Es más bien, vivir como Jesús de Nazaret.

Así lo expresa José Antonio Pagola: "Para ser cristiano, lo más decisivo no es qué cosas cree una persona, sino qué relación vive con Jesús. Las creencias, por lo general, no cambian nuestra vida. Uno puede creer que existe Dios, que Jesús ha resucitado y muchas cosas más, pero no ser un buen cristiano.
 Lo importante no es creer en Moisés ni en Elías, sino escuchar a Jesús y oír su voz, la del Hijo amado. Lo más decisivo no es creer en la tradición ni en las instituciones, sino centrar nuestra vida en Jesús."

Se trata de vivir de una manera diferente. Los primeros seguidores, finalmente, (después de seguirlo, después de su pasión y muerte, después de sentir y experimentar lo que llamaron resurreción)  comenzaron a entender que el espíritu (el aliento, la vida) de Dios estaba con él, que lo que le movía era esa vida... (Y dice Pedro "que por eso pasó haciendo el bien y curando a todos...").

Cuando comenzamos a escucharlo, cuando nos decidimos a seguir sus huellas, como escribe José A. Pagola: "Desde Jesús podemos vivir de manera diferente. Ya las personas no son simplemente atractivas o desagradables, interesantes o sin interés. Los problemas no son asunto de cada cual. El mundo no es un campo de batalla donde cada uno se defiende como puede. Nos empieza a doler el sufrimiento de los más indefensos. Nos atrevemos a trabajar por un mundo un poco más humano. Nos podemos parecer más a Jesús..."

Aún estamos a tiempo. Seguimos invitados a cambiar y a acoger el reino de Dios.

Texto del evangelio de Marcos (9,2-10)



viernes, 19 de febrero de 2021

Cambia tu estilo de vida

Confía en esa Buena Noticia

21 de febrero 2021


Empezamos la Cuaresma. Y estaba pensando que, a lo largo de mi vida, cuántas y cuántas veces he vivido, escuhado y reflexionado sobre este tiempo que nos propone la Iglesia. Y, sin embargo, creo que cada año es diferente. También es cierto que durante mucho tiempo hablar de la Cuaresma venía a ser algo así como un tiempo de hacer penitencia, de rezar más, de hacer incluso "sacrificios" para que Dios me perdonara los pecados y me encaminara hacia la salvación.

Supongo que esa tradición tan antigua en la Iglesia ha servido de gran ayuda a muchas personas que es como decir que hay muchas maneras de seguir las huellas del Maestro. Pero... al releer una vez más el texto del evangelio de Marcos, me pregunto si el mensaje tan tradicional de la Iglesia coincide con el de Jesús de Nazaret.

"La llamada a la conversión -escribe José Antonio Pagola- evoca casi siempre en nosotros el recuerdo del esfuerzo exigente, propio de todo trabajo de renovación y purificación. Sin embargo, las palabras de Jesús: «Convertíos y creed en la Buena Noticia», nos invitan a descubrir la conversión como paso a una vida más plena y gratificante..." 



















Ante todo Jesús anuncia su mensaje como Buena Noticia: El reino de Dios está cerca... Y, a lo mejor lo que tenemos que hacer es escuchar el mensaje con nuestros propios oídos normales. Que no es un mensaje de la iglesia, de los curas, de la institución religiosa. Buena Noticia! Que el Reino de Dios está cerca!  También es muy probable que a más de uno de nosotros nos surja la pregunta: -El reino de Dios... Y qué? -Qué es eso del reino de Dios? Con lo que nos volvemos a encontrar en la casilla de salida.


Aquellas personas que escuchaban a Jesús de Nazaret, judíos como él mismo, sí esperaban "el reino de Dios"; que llegara el fin de la opresión, la liberación del pueblo, salir de la miseria, de las injusticias... Y esperaban que todo eso se lo traería el Mesías...
Y Jesús anuncia ese Reino y les dice que crean y se fíen de esa Buena Noticia. Les pide que para que se haga realidad se conviertan, que cambien de vida... -Y ya está?
José Antonio Pagola lo comenta así: "El evangelio de Jesús nos viene a decir algo que nunca hemos de olvidar: «Es bueno convertirse. Nos hace bien. Nos permite experimentar un modo nuevo de vivir, más sano y gozoso. Nos dispone a entrar en el proyecto de Dios para construir un mundo más humano»...

Me parece tan importante el sentido profundo del mensaje de Jesús que si no ponemos el acento en ese cambio de estilo de vida, en esa manera nueva de enfocar nuestro modo de hacer las cosas, no podremos entender la Buena Noticia.
A partir de ahí, todo lo que hagamos tiene que ir encaminado a ese camino nuevo: La Oración, el Ayuno, la Limosna... que se suelen aconsejar y proponer como prácticas de Cuaresma, tienen que ir dirigidas a ese objetivo. Mi relación con Dios (esa oración constante con Dios nuestro padre), mi relación con las personas (la solidaridad, la compasión, la fraternidad) y mi relación con las cosas (sí, con el mundo, con la naturaleza, con los bienes que tengo)... 
Y siempre con la alegría de que el Reino de Dios cada día se hace más presente en mí, en mi entorno, en mi mundo, en mi sociedad.

Texto del evangelio de Marcos, 1, 12-25


sábado, 13 de febrero de 2021

La marginación

Con mascarilla y sin ella

14 de Febrero de 2021

La realidad de estos tiempos nos está costumbrando a ocultar nuestra cara, nuestra sonrisa. Estamos en tiempos de contagio y las mascarilla se ha hecho imprescindible. Ésa es la parte externa, la conveniencia social, médica e higiénica; pero es también parte de otra realidad que en nuestro mundo, en nuestra sociedad, marca nuestras vidas.
Es la marginación.

Copio esta cita que ofrece José Antonio Pagola: "La felicidad solo es posible allí donde nos sentimos acogidos y aceptados. Donde falta acogida, falta vida; nuestro ser se paraliza; la creatividad se atrofia. Por eso una «sociedad cerrada es una sociedad sin futuro, una sociedad que mata la esperanza de vida de los marginados y que finalmente se hunde a sí misma» (Jürgen Moltmann)".

El texto de Marcos que escuchamos y leemos este fin de semana nos habla de la curación de un leproso. Jesús, por encima de todas las normas y leyes que tenía el pueblo judío, toca y cura a un leproso. Ciertamente era mucho más grave que nuestro coronavirus. Un leproso estaba y debía vivir totalmente marginado, fuera de la comunidad.

Hoy en día, si lo pensamos un poco, descubriremos que nuestra sociedad, nuestro entorno, también tiene leprosos sociales, personas no son bien recibidas, que no se las quiere cerca, que se las mira mal... Por su origen, por su raza, por su religión, por su orientación sexual, por su enfermedad. Tambiém tenemos personas que, por su edad o por sus condiciones de salud, viven o se ven obligadas a vivir como al margen de los demás.
Y, dentro de esa sociedad, estamos nosotros.

Como indica José Ant. Pagola: "Vivimos como «a la defensiva», cada vez más incapaces de romper distancias para adoptar una postura de amistad abierta hacia toda persona. Nos hemos acostumbrado a aceptar solo a los más cercanos. A los demás los toleramos o los miramos con indiferencia, si no es con cautela y prevención...Y no nos damos cuenta de que estamos creando marginación, aislamiento y soledad. Y que en esta sociedad va a ser cada vez más difícil ser feliz."

Hoy nos toca reflexionar y preguntarnos qué tipo de sociedad, de barrio, de pueblo, estamos creando nosotros: ¿Somos personas que acogen, que reciben, que aceptan, que van más allá del aspecto, de la raza, de la lengua o de la religion...? ¿O seguimos manteniendo ciertas barreras, auténticas mascarillas que nos mantienen alejados de los demás?

Como concluye  José A. Pagola:  "Los seguidores de Jesús hemos de sentirnos llamados a aportar amistad abierta a los sectores marginados de nuestra sociedad. Son muchos los que necesitan una mano extendida que llegue a tocarlos."

Texto del evangelio de Marcos (1,40-45)


viernes, 5 de febrero de 2021

Liberar y salvar par servir

Pasión por la vida 

7 de febrero 2021

Continuamos leyendo el texto del evangelio de Marcos.

Como bien dicen los que entienden mejor el evangelio, lo importante no es la secuencia de hechos que el evangelista va poniendo (tenemos que recordar que no es una crónica de sucesos), sino el mensaje del evangelio mismo.

Lo veíamos al comienzo: es la proclamación de la Buena Noticia del Reino de Dios. Que está cerca, que está dentro de nosotros... Que lo que tenemos que hacer es cambiar nuestra de vivir, un cambio de mentalidad, de corazón.

Todos estamos viviendo una pandemia que nos ha traído, no sólo molestias y restricciones, también mucho dolor y muchas muertes. Y ante esa realidad nos sentimos sin respuestas.

Como comenta José Ant. Pagola: "La enfermedad es una de las experiencias más duras del ser humano. No solo padece el enfermo que siente su vida amenazada y sufre sin saber por qué, para qué y hasta cuándo. Sufre también su familia, los seres queridos y los que le atienden... De poco sirven las palabras y explicaciones. ¿Qué hacer cuando ya la ciencia no puede detener lo inevitable? ¿Cómo afrontar de manera humana el deterioro? ¿Cómo estar junto al familiar o el amigo gravemente enfermo?..." 

De una manera o de otra, especialmente los mayores, todo eso lo tenemos ahí, delante de los ojos. Por eso, al hacer la reflexión sobre el evangelio, me pregunto ¿cómo vivimos el dolor y la enfermedad en la comunidad de seguidores de Jesús de Nazaret?

Creo que nuestra respuesta debe ser al estilo de la vida de nuestro Maestro. Si nos fijamos bien, tanto la enfermedad como la muerte son realidades que aparecen en el entorno de Jesús casi de forma machacona: leprosos, ciegos, cojos, mancos.... Todos ellos personas que vivían como marginados de la sociedad. También la pobreza, la miseria...

Me ha gustado mucho la introducción que hace Inma Calvo: "Mirar la vida de Jesús también resulta un fantástico antídoto contra el desánimo: “ese Jesús cercano, compasivo, amistoso, poderoso para curar, consecuente hasta dar la vida…” (Del artículo de Munárriz comentando el legado de J. E. Galarreta). “Jesús nos habla de la semilla, la levadura, el campesino que siembra, el médico que sana, el pastor preocupado por su rebaño, la mujer feliz de haber encontrado su moneda, el padre que se vuelve loco de alegría al recuperar a su hijo… Además, Jesús no sólo habla de ello, Jesús es así”.

Jesús es así. Quizás ése sería el mejor resumen. Porque Jesús no nos quiere transmimtir una doctrina, una enseñanza, una idea bonita... Cuando nos dice que tenemos que cambiar de vida, de mentalidad, de corazón (Convertíos!), nos está diciendo que sigamos sus huellas, que vivamos como él mismo.

Y ahí nos aparece un hombre tremendamente sensible ante el dolor y el sufrimiento de las personas. Y eso va por encima de la Ley, por encima de todas las costumbres, normas y mandamientos. Acercarse y tocar a un leproso; curar en sábado; escuchar y hacer caso a un pagano, a una prostituta, a una samaritana...

A la hora de pedir milagros y curaciones todo nos parece estupendo. Lo difícil está en mantener la actitud de Jesús, vivir nosotros mismos como él. La liberación y la salvación son nuestro objetivo; pero es una liberación que sirve, que abre los ojos ante los hermanos necesitados, ante la miseria, la enfermedad, el dolor, la muerte.

Escribe Fray Marcos: "Si tomásemos conciencia del este cambio en la gente, comprenderíamos donde falla nuestro cristianismo. La respuesta está en el relato de la curación de la suegra de Pedro. Jesús cura para que seamos capaces de servir. Esto es precisamente lo que no nos gusta. Cuando Jesús va dejando claro que Dios no es un tapagujeros, que su predicación lo que persigue es cambiar las actitudes fundamentales del ser humano y convertirle en libre servidor en vez de opresor, la gente empieza a sentirse incómoda y le abandona sin contemplaciones..."

Pasión por la vida. Vida que abarca a todos los que me rodean, incluída también la naturaleza.

Texto del evangelio de Marcos 1, 29-39

Dios no mandó su hijo al mundo para condenar...

...sino para se salve por él 14 de septiembre 2025 (Fiesta de la Exaltación de la Cruz) El texto que nos ofrece este fin de semana la Iglesi...