viernes, 5 de febrero de 2021

Liberar y salvar par servir

Pasión por la vida 

7 de febrero 2021

Continuamos leyendo el texto del evangelio de Marcos.

Como bien dicen los que entienden mejor el evangelio, lo importante no es la secuencia de hechos que el evangelista va poniendo (tenemos que recordar que no es una crónica de sucesos), sino el mensaje del evangelio mismo.

Lo veíamos al comienzo: es la proclamación de la Buena Noticia del Reino de Dios. Que está cerca, que está dentro de nosotros... Que lo que tenemos que hacer es cambiar nuestra de vivir, un cambio de mentalidad, de corazón.

Todos estamos viviendo una pandemia que nos ha traído, no sólo molestias y restricciones, también mucho dolor y muchas muertes. Y ante esa realidad nos sentimos sin respuestas.

Como comenta José Ant. Pagola: "La enfermedad es una de las experiencias más duras del ser humano. No solo padece el enfermo que siente su vida amenazada y sufre sin saber por qué, para qué y hasta cuándo. Sufre también su familia, los seres queridos y los que le atienden... De poco sirven las palabras y explicaciones. ¿Qué hacer cuando ya la ciencia no puede detener lo inevitable? ¿Cómo afrontar de manera humana el deterioro? ¿Cómo estar junto al familiar o el amigo gravemente enfermo?..." 

De una manera o de otra, especialmente los mayores, todo eso lo tenemos ahí, delante de los ojos. Por eso, al hacer la reflexión sobre el evangelio, me pregunto ¿cómo vivimos el dolor y la enfermedad en la comunidad de seguidores de Jesús de Nazaret?

Creo que nuestra respuesta debe ser al estilo de la vida de nuestro Maestro. Si nos fijamos bien, tanto la enfermedad como la muerte son realidades que aparecen en el entorno de Jesús casi de forma machacona: leprosos, ciegos, cojos, mancos.... Todos ellos personas que vivían como marginados de la sociedad. También la pobreza, la miseria...

Me ha gustado mucho la introducción que hace Inma Calvo: "Mirar la vida de Jesús también resulta un fantástico antídoto contra el desánimo: “ese Jesús cercano, compasivo, amistoso, poderoso para curar, consecuente hasta dar la vida…” (Del artículo de Munárriz comentando el legado de J. E. Galarreta). “Jesús nos habla de la semilla, la levadura, el campesino que siembra, el médico que sana, el pastor preocupado por su rebaño, la mujer feliz de haber encontrado su moneda, el padre que se vuelve loco de alegría al recuperar a su hijo… Además, Jesús no sólo habla de ello, Jesús es así”.

Jesús es así. Quizás ése sería el mejor resumen. Porque Jesús no nos quiere transmimtir una doctrina, una enseñanza, una idea bonita... Cuando nos dice que tenemos que cambiar de vida, de mentalidad, de corazón (Convertíos!), nos está diciendo que sigamos sus huellas, que vivamos como él mismo.

Y ahí nos aparece un hombre tremendamente sensible ante el dolor y el sufrimiento de las personas. Y eso va por encima de la Ley, por encima de todas las costumbres, normas y mandamientos. Acercarse y tocar a un leproso; curar en sábado; escuchar y hacer caso a un pagano, a una prostituta, a una samaritana...

A la hora de pedir milagros y curaciones todo nos parece estupendo. Lo difícil está en mantener la actitud de Jesús, vivir nosotros mismos como él. La liberación y la salvación son nuestro objetivo; pero es una liberación que sirve, que abre los ojos ante los hermanos necesitados, ante la miseria, la enfermedad, el dolor, la muerte.

Escribe Fray Marcos: "Si tomásemos conciencia del este cambio en la gente, comprenderíamos donde falla nuestro cristianismo. La respuesta está en el relato de la curación de la suegra de Pedro. Jesús cura para que seamos capaces de servir. Esto es precisamente lo que no nos gusta. Cuando Jesús va dejando claro que Dios no es un tapagujeros, que su predicación lo que persigue es cambiar las actitudes fundamentales del ser humano y convertirle en libre servidor en vez de opresor, la gente empieza a sentirse incómoda y le abandona sin contemplaciones..."

Pasión por la vida. Vida que abarca a todos los que me rodean, incluída también la naturaleza.

Texto del evangelio de Marcos 1, 29-39

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