viernes, 12 de marzo de 2021

A qué esperamos

Una vida definitiva

14 de marzo 2021

Así comienza el texto que escuchamos este fin de semana: "Lo mismo que en el desierto Moisés levantó en alto la serpiente, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que lo haga objeto de su adhesión tenga vida definitiva."

A lo largo de los tiempos, y supongo que también nos ha pasado a nosotros, nos hemos hecho a la idea de que la fe, la relligión, mi práctica religiosa, debía ir encaminada a conseguir la salvación. Y normalmente la entendiamos como ir al cielo después de la muerte, al final de nuestra vida. Por eso poníamos el acento en la conversión de los pecados, en la penitencia, en las obras de misericordia de  manera que fuéramos acumulando méritos para entrar en el cielo (aunque fuera pasando primero por el purgatorio).

Sin embargo, como bien lo señalan los estudiosos y entendidos de hoy, el texto (y reflexión de la primera comunidad) de Juan nos habla ante todo de adhesión al mensaje de Jesús de Nazaret, a su buena noticia, a su manera de vivir y de hacer. Y en segundo lugar nos dice que tendrán vida definitiva... No porque la encontraremos en el más allá; sino porque la verdadera vida definitiva es la vida misma de Dios, nuestro padre, que es amor. Y todo el que ama tiene la vida de Dios.

Así lo resume Fray Marcos: "En el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos con los aspectos más originales de la salvación ofrecida por Jesús según este evangelio: 1) La salvación es Vida. 2) Viene de Dios, que es VIDA. 3) Es don gratuito e incondicional. 4) Es absoluto, no una alternativa a la condenación. 5) Exige la adhesión a Jesús. 6) Se manifiesta en las obras. Cada uno de estos puntos nos tendría que advertir de los errores en que caemos a la hora de hablar de esa salvación. Tendemos a esperar de Dios una salvación raquítica..."

O sea que el objetivo de mi vida es, ante todo, poner todo mi empeño en la ahesión al mensaje de Jesús de Nazaret y vivirlo a tope. Con frecuencia nuestro gran interés y preocupación (la salvación eterna) se mezclan con toda una serie de cosas que no tienen nada que ver con esa adhesión. Como comenta Fray Marcos, "Queremos que Dios nos libere del sufrimiento, la enfermedad, la muerte. Todo eso forma parte de nuestra condición de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni Dios puede hacer que sigamos siendo criaturas sin limitacio­nes..."

Vivir mi vida como una adhesión a Jesús de Nazaret, a su mensaje, a lo que él proclama, es lo que me encaminará a la vida definitiva. Y  es lo único que dará plenitud a la misma.

José Antonio Pagola lo expresa así: "La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo, es recordar el amor de Dios..." Un don gratuito que se me da y que yo mismo estoy llamado a compartir.

 Pagola completa su pensamiento así: "En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y desalentador, nada nos impide a cada uno introducir un poco de amor en el mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay que esperar a nada. ¿Por qué no va a haber en estos momentos hombres y mujeres buenos que introducen en el mundo amor, amistad, compasión, justicia, sensibilidad y ayuda a los que sufren...? Estos construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor." 

Nuestro encuentro en la iglesia, como comunidad, como grupo, lo necesitamos para animar y reforzar nuestra adhesión a Jesús, repetir el gesto de Jesús (ejemplo al lavar los pies a los discípulos) y dar gracias por haber captado su mensaje y ser conscientes del amor gratuito de Dios nuestro Padre.

Texto del evangelio de Juan 3, 14-21

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