sábado, 17 de octubre de 2020

A Dios lo que es de Dios

"A Dios lo que es de Dios" 

18 de octubre

Una frase que hemos escuchado muchas veces: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"... A Jesús le preguntan por aquello de si hay que pagar los impuestos al emperador, a Roma; si está bien o habría que negarse...

Como comenta Inma Calvo en la introducción de los textos de este fin de semana: "El evangelio del denario del César, que leemos este domingo, nos lleva a reflexionar sobre nuestras sociedades. Es importante entender que no se habla de un duelo entre el poder civil o el religioso. Jesús aboga por la fraternidad y no por el poder, que siempre corrompe si no se entiende como servicio."

Sin embargo, demasiado a menudo hemos escuchado reflexiones en el sentido de que existe una separación de mundos y realidades: las cosas de Dios y las cosas del César (de la política, de los negocios, de las empresas, de las cosas de este mundo, vaya!). Y así nos hemos encontrado con situaciones que, si las piensas bien, resultan realmente escandalosas. Como que se podía ser un buen cristiano (un buen católico) yendo a misa y cumpliendo con lo que mandaba la Santa Madre Iglesia y, al mismo tiempo, se podía contratar a un inmigrantes con salarios de miseria, tener sirvientas abusando de su tiempo, de su horario y pagándoles como si fuera una limosna... O empresas que podían acumular beneficios increíbles al tiempo que los trabajadores eran explotados... A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.

El otro día, en la reunión de Cáritas, Iñaki nos comentaba precisamente este evangelio y nos hacía esa pregunta: "-¿Qué es de Dios?" Y nos señalaba que de Dios es sencillamente el hombre. Y, a partir de ahí, podemos deducir que todo lo que va contra el hombre (contra cualquier hombre, mujer, niño, niña, anciano, anciana) va contra el mismo Dios, contra su plan, contra la finalidad misma de la vida. 

"La exégesis moderna, escribe José Ant. Pagola, no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta con analizar la trayectoria de su actividad. Se le ve siempre preocupado por suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más digna..."

Siempre nos resulta más fácil cumplir con Dios y con la Iglesia en aquellas cosas que son ritos, ceremonias, rezos y devociones... al tiempo que dejamos aparte todo lo que atañe a nuestra sociedad, a nuestras relaciones laborales, a todo eso que llamamos política. De ahí, también, la frase de "yo no me meto en política".

"Al preguntar por la imagen, comenta Fray Marcos, Jesús está haciendo clara referencia al Génesis, donde se dice que el hombre fue creado a imagen de Dios. Si el hombre es imagen de Dios, hay que devolver a Dios lo que se le ha escamoteado, el hombre. La moneda que representa al César, tiene un valor relativo, pero el hombre tiene un valor absoluto, porque representa a Dios. Jesús no pone al mismo nivel a Dios y al César, sino que toma claro partido por Dios. Esta idea es una de las claves del mensaje de Jesús..."

Siguiendo el hilo de estas reflexiones, me pregunto cómo entiendo yo el reino de Dios del que Jesús de Nazaret habla siempre. El aceptar la invitación que me hace me afecta en algo? Puedo seguir tan tranquilo pensando que yendo a misa, rezando y recibiendo los sacramentos ya cumplo con Dios, ya doy a Dios lo que es de Dios? O acaso me está señalando un camino de cambio y conversión? Porque resulta chocante que, al final, el mensaje de Jesús sobre el reino de Dios lo hemos traducido en una religión con su jerarquía y organización mientras que lo de la fraternidad, la compasión, la atención a los desvalidos, a los marginados, a los oprimidos... se podría decir que se lo dejamos a "los misioneros y misioneras", o todo lo más a los curas y monjas.

Sencilla y clara hace su reflexión final J.A.Pagola: "A veces, los cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el reino de Dios del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que Dios quiere es esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida que alcance su plenitud en la vida eterna. Por eso nunca hay que dar a ningún César lo que es de Dios: la vida y la dignidad de sus hijos."


sábado, 10 de octubre de 2020

He recibido una invitación

 11 de Octubre de 2020

He recibido una invitación

¿Cuántas veces hemos escuchado en boca de Jesús de Nazaret aquello de "el reino de los cielos se parece a..."?

Y sirviéndose  de las situaciones y escenas que todos conocían trataba de hacerles entender cómo vivir y cómo actuar para asemejarse cada vez más a lo que Dios quería y esperaba de cada uno.

Hoy la parábola, la historieta, es la de la boda del "hijo del rey"...  Claro, el rey manda primeramente la invitación a los importantes, a los dirigentes, a los sabios y entendidos... Pero no quisieron ir. Tenían negocios que atender, tierras que cuidar, otros intereses, vaya! Eso no le gustó nada al rey; pero ya estaba todo preparado: el banquete, la fiesta, el baile... Entonces manda a sus criados que vayan a los cruces de los caminos y que inviten a todos los que encuentren...

Y ahí viene el primer mensaje de Jesús. Cada uno de nosotros ha recibido esa invitación. Así lo comenta Fray Marcos: "Dios llama a todos, hoy como ayer. La respuesta de cada uno puede ser un sí o un no. Esa respuesta es la que marca la diferencia entre unos y otros. Si preferimos las tierras o los negocios, quiere decir que es eso lo que de verdad nos interesa. El banquete es el mismo para todos, pero unos valoran más sus fincas, sus negocios, y no les interesa. Todo el evangelio es una invitación. Si no respondemos que sí con nuestra vida, estamos diciendo que no..." 

Demasiado a menudo, al escuchar la parábola, miramos hacia el pueblo judío pensando que ellos rechazaron la invitación. Creo, sin embargo, que es un error por nuestra parte. La invitación que hace va dirigida a todos, más allá de la religión, más allá de la raza, el sexo o lugar de origen. Sí, incluso por encima de la Iglesia católica. Porque la invitación no es a entrar en la Iglesia, bautizarse, recibir los sacramentos y hacer las oraciones que nos enseñan... Se trata de una fiesta a la que Dios invita a todas las personas. 

Me gusta cómo lo comenta José A. Pagola: "En la parábola, cuando los que tienen tierras y negocios rechazan la invitación, el rey dice a sus criados: «Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda». La orden es inaudita, pero refleja lo que siente Jesús. A pesar de tanto rechazo y menosprecio habrá fiesta. Dios no ha cambiado..." 

Y esa fiesta, a mi modo de entender, no es algo pensado para la otra vida. Eso también lo hemos escuchado. Como que todo lo de ahora es un valle de lágrimas y tenemos que aguantar para poder ir al cielo donde... Pienso más bien que Jesús miraba a la gente, a su gente, a los pobres de los pueblos que recorría, a los endeudados, a los que carecían de casi todo, a los marginados, enfermos, leprosos, mendigos... Y veía ya en su mente y en su corazón, la nueva humanidad, el reino de los cielos.

Ésa era la buena noticia, el mensaje que diera aliento y ánimo y llenara de esperanza a los que se veían arrinconados, humillados, sin medios y sin apoyo. Y Fray Marcos lo comenta así: "Efectivamente, es la mejor noticia: Dios me invita a su mesa. Pero el no invitar a mi propia mesa a los que pasan hambre, es la prueba de que no he aceptado su invitación. La invitación no aceptada se volverá contra mí. Sigue siendo una trampa el proyectar la fiesta, la alegría, la felicidad para el más allá. Nuestra obligación es hacer de la vida, aquí y ahora, una fiesta para todos. Si no es para todos, ¿quién puede alegrarse de verdad?"

Ahí es donde me siento cuestionado. Estoy invitado a la fiesta, a la boda, a entrar en el reino de los cielos; pero si no soy capaz de ver y sentir a los marginados, a los mendigos, a los inmigrantes olvidados, a los que no son de mi tierra, de mi religión, de mi raza o incluso de mi sexo... eso significa que no he entendido la invitación.

Hay como una nota discordante en la narración. Algo que parece extraño en boca de Jesús de Nazaret. Posiblemente la primera comunidad de seguidores la incluyó para hacer entender que formar parte de los seguidores del Maestro significaba comprometerse de verdad y vivir a la manera de Jesús mismo.

Lo comenta muy bien Inma Calvo en la presentación de los comentarios de este domingo. Dice así: "La parábola de este domingo nos habla de esos invitados al banquete. Hay una primera enseñanza que es la universalidad de la llamada de Dios. Y termina con algo que nos inquieta: aquel que sacan de la fiesta por no llevar el traje adecuado. Si lo habían invitado a última hora y estaba por los caminos. De nuevo ese contraste semita que pone el foco en un detalle y ahí está la clave de interpretación de la metáfora. ¿No será la fraternidad ese traje?..." 

Tendremos que revisar nuestros armarios a ver si tenemos ese traje... Si no, yo mismo me excluiré de la fiesta, del reino de Dios. Y a la hora de rezar la oración de Jesús tendré mucho cuidado al repetir sus palabras: -"Venga tu reino... Y hágase tu voluntad..." Porque ahí entra eso del traje de fraternidad y el intentar que todo eso que tanto deseo ( y que lo iba dejando para el más allá) se vaya cumpliendo en esta vida y vaya llegando a todos y a todas.

Texto del evangelio de Mateo (22,1-14)


sábado, 3 de octubre de 2020

Qué espera Dios de nosotros

 4 de Octubre de 2020


"La parábola de los «viñadores homicidas»,
escribe José A. Pagola, es tan dura que a los cristianos nos cuesta pensar que esta advertencia profética, dirigida por Jesús a los dirigentes religiosos de su tiempo, tenga algo que ver con nosotros..."
Y cuenta así: "Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían..." Y... esos labradores no sólo no entregaron los frutos sino que mataron a los criados y finalmente también al hijo que fue en nombre de su padre a reclamar lo que le debían...
Es una parábola que hemos escuchado en otras ocaciones y que, sin prestarle mucha atención, hemos aplicado a los dirigentes del pueblo judío que no aceptaron el mensaje de Jesús y terminaron haciéndolo crucificar. Nos decimos que nosotros (los cristianos) somos ahora el "pueblo de Dios" y que Jesús está con nosotros (nos lo hemos apropiado). Por eso toda esa parábola no va con nosotros.
"La parábola,comenta J.A. Pagola, está hablando también de nosotros. Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. También ahora Dios quiere que los trabajadores indignos de su viña sean sustituidos por un pueblo que produzca frutos dignos del reino de Dios."
¿Qué espera Dios de nosotros? Cuando Jesús proclamaba su mensaje y se dirigía a la gente y a los dirigentes religiosos de su pueblo (doctores, escribas, fariseos) ¿qué les pedía? ¿qué les echaba en cara?
Cuidado! No tenemos que equivocarnos. A lo largo de los siglos hemos ido recibiendo una imagen de los dirigentes del pueblo judío culpables del rechazo del enviado de Dios y que lo entregaron al poder de los romanos para que lo ejecutaran en la cruz... Por eso escribe Fray Marcos: "Tendremos verdadera dificultad en aplicarnos la parábola si partimos de la idea de que aquellos jefes religiosos eran malvados y procedían con mala voluntad. Nada más lejos de la realidad. Su preocupación por el culto, por la Ley, por defender la institución, por el respeto a su Dios, era sincera. Lo que les perdió fue la falta de autocrítica y confundir los derechos de Dios con sus propios intereses..."
Ser seguidores de Jesús de Nazaret, pues, es mucho más que bautizarse, recibir los sacramentos, ir a misa y practicar toda una serie de devociones. Creo que Jesús quería que la gente, su propio pueblo, fuera mucho más allá de la Ley y el Templo; que centrara su vida en algo que afecta a la vida misma, que hace que la persona sea más humana, más parecida a Dios mismo que es, ante todo, compasión y ternura. Y los frutos que espera de cada uno de nosotros es aquello por lo que nos pedirán cuenta en el juicio final... La imagen de un juicio en el que relata lo de: "tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis..."
Si eso es lo que se espera de nosotros, no resulta demasiado difícil mirar alrededor y descubrir tantas y tantas personas (hombres, mujeres y niños) que presentan, precisamente, todas esas carencias: inmigrantes llegados hasta nuestros pueblos en busca de comida, vivienda, trabajo, salud; familias que se han quedado sin trabajo; personas mayores dejadas de lado u olvidadas..., etc.
Lo que Dios espera de nosotros... Fray Marcos lo comenta con mucha más agudeza y con mayor conocimiento: "¿Qué espera Dios de mí? Dios no puede esperar nada de mí porque nada puedo darle. Él es el que se nos da totalmente. Lo que Dios espera de nosotros no es para Él, sino para nosotros. Lo que Dios quiere es que todas y cada una de sus criaturas alcance el máximo de ser. Como seres humanos, tenemos que alcanzar nuestra plenitud, precisamente por nuestra humanidad. Desde que nacemos tenemos que estar en constante evolución. Jesús alcanzó esa plenitud y nos marcó el camino para que todos podamos llegar a ella..."
O sea que alcanzar mi plenitud como persona es ser lo más humano posible, sentir que las personas que me rodean son parte de mí, o al revés, yo soy parte de ellas. Y su hambre, su sed, su falta de vivienda, su falta de salud, su opresión, su marginación, sus carencias y su miseria son mías también. Y sólo si echo una mano en hacer un mundo más humano, más justo y solidario, iré alcanzando mi plenitud.
Eso es lo que Dios espera de mí.
Texto del evangelio de Mateo (21,33-43)


viernes, 25 de septiembre de 2020

Es posible que pasen delante de nosotros

 27 de Septiembre de 2020

Una parábola más de Jesús. Seguimos con el texto de Mateo (cap. 21, 28-32). "Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue..." Y pregunta: "-Quién de los dos hizo lo que quería el padre?..."
Y José A. Pagola  lo comenta así: "También el mensaje de la parábola es claro y fuera de toda discusión. Ante Dios, lo importante no es «hablar» sino hacer; lo decisivo no es prometer o confesar, sino cumplir su voluntad. Las palabras de Jesús no tienen nada de original.
Lo original es la aplicación que, según el evangelista Mateo, lanza Jesús a los dirigentes religiosos de aquella sociedad: «Os aseguro: los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios»."
Es muy posible que cuantas veces hemos escuchado la parábola y el comentario que hace Jesús, eso de los publicanos y las prostitutas, lo apliquemos a los escribas y fariseos, a los dirigentes religiosos de su tiempo; pero siempre, o casi siempre, nosotros nos libramos. Como que no lo dice por nosotros.
Y ahí, yo no estaría tan seguro. Porque nosotros, los cristianos de siempre, los "practicantes", tenemos un carnet lleno de religiosidad y buenas obras. Los mandamientos, el ir a misa, rezar nuestras oraciones, hacer limosna (por lo menos de cuando en cuando)... Como que cumplimos con lo que manda la Santa Madre Iglesia...
Y mira por donde que todo eso me suena. Como que aquellos hombres (escribas y fariseos, hombres de religión) también cumplían y eran personas devotas. Y la Ley y el Templo eran lo más sagrado para ellos. Entonces qué faltaba en su vida? Qué podía significar eso de "cumplir o hacer lo que el padre quería"?
Y ahí apunta Jesús de Nazaret. Hacer la voluntad del padre. Creo que debió ser un estribillo constante a lo largo de su vida: la fraternidad, la compasión, el poner por delante a la persona... A toda la persona. Y de modo especial a aquellas personas despreciadas, marginadas, oprimidas,  olvidadas... Y Jesús cita a los publicanos y prostitutas porque debían de ser las más despreciadas...
Tomo nota del comentario que hace J.A. Pagola: "-¿Qué podía ver Jesús en aquellos hombres y mujeres despreciados por todos? Tal vez su humillación. Quizá un corazón más abierto a Dios y más necesitado de su perdón. Acaso una comprensión y una cercanía mayor a los últimos de la sociedad. Tal vez menos orgullo y prepotencia que la de los escribas y sumos sacerdotes..."
Al volver a escuchar la parábola de Jesús, tengo que reflexionar y preguntarme si mi vida está centrada en hacer lo que el Padre quiere... Es posible que, en más de una ocasión, no hayamos querido hacer lo que nos pide y en un pronto le decimos que no... Lo importante será que luego nos decidamos a ir a su viña, ir al mundo a nuestra sociedad, y hacer eso que nos está pidiendo.
"Los cristianos, termina su comentario J.A.Pagola, hemos llenado de palabras muy hermosas nuestra historia de veinte siglos. Hemos construido sistemas impresionantes que recogen la doctrina cristiana con profundos conceptos. Sin embargo, hoy y siempre, la verdadera voluntad del Padre la hacen aquellos que traducen en hechos el evangelio de Jesús y aquellos que se abren con sencillez y confianza a su perdón..."
Texto del evangelio de Mateo (21,28-32)


sábado, 19 de septiembre de 2020

El Dios de Jesús nos sorprende siempre

 20 de Septiembre de 2020

Siguiendo la lectura del evangelio de Mateo, este fin semana escuchamos una parábola que siempre nos deja descolocados. 

Como comenta José A. Pagola "Sin duda es una de las parábolas más sorprendentes y provocativas de Jesús. Se solía llamar «parábola de los obreros de la viña». Sin embargo, el protagonista es el dueño de la viña. Algunos investigadores la llaman hoy «parábola del patrono que quería trabajo y pan para todos»..."

A lo largo de los años hemos ido escuchando comentarios y explicaciones para todos los gustos. Que si la vocación de Dios. La bondad de Dios Todopoderoso que premia como quiere, incluso a los últimos. Que lo importante es hacer lo que nos manden...

La resume así J.A.Pagola: "Este hombre (el dueño de la viña) sale personalmente a la plaza para contratar a diversos grupos de trabajadores. A los primeros a las seis de la mañana, a otros a las nueve, más tarde a las doce del mediodía y a las tres de la tarde. A los últimos los contrata a las cinco, cuando solo falta una hora para terminar la jornada..."

"Su conducta es extraña. No parece urgido por la vendimia. Lo que quiere es que aquella gente no se quede sin trabajo. Por eso sale incluso a última hora para dar trabajo a los que nadie ha llamado..."
Estaba reflexionando sobre ello y me llama la atención que, a mi modo de entender, apenas si somos capaces de entrever el mensaje de Jesús de Nazaret. 
A lo largo de su vida ha intentado comunicar a las personas que le rodeaban eso que él mismo está viviendo. Conocía bien la religiosidad de su pueblo. Lo había mamado en su propia casa. Lo había escuchado a los escribas y a los fariseos. Sabía de los textos de la biblia (Antiguo Testamento)... Y, sin embargo, su mensaje proclama la presencia y la realidad de un Dios bien diferente, un Dios al que llama "abbá" (papá-mamá), un Dios que es ante todo ternura y compasión, que está pendiente de cada uno de nosotros. Y cuenta parábolas e historias increíbles. No es que las imagine o las sueñe. Es que él las vive así.
La parábola del "hijo pródigo". La parábola de los "invitados a la boda que no quieren ir y... entonces invita a todo perro y gato (como se suele decir): a los pobres, a los marginados, a los cojos, a los desgraciados..." La parábola del "buen pastor" y la de la "dracma perdida". Y esa mirada al campo, a los pajarillos y a las flores para añadir que vosotros valéis más que un gorrión y más que las flores del campo que hoy lucen de esa manera y mañana ya están marchitas... Pues bien, "Dios vuestro padre están tan pendiente de vosotros que hasta los cabellos de vuestra cabeza los tiene contados..." Es la Buena Noticia. Dios está cercano a nosotros, nos tiene en cuenta... A todos! Por encima de la religión que practiquemos, por encima de la raza, del sexo, de su origen, de su país...
Nos habla de un Dios que no entiende de Derecho, de Justicia, de Categoría, de ganancias y pérdidas... Es, por encima de todo, un Dios de Amor, de Compasión y Ternura que se da cuenta de los últimos, de los que no valen, de los que no tienen méritos, los don-nadie... Y lo que espera de nosotros, de todas las personas es que vivamos de esa manera. "Sed perfectos como vuestro padre del cielo es perfecto..." Y su perfección se refiere a eso.
Precisamente por eso me choca y me llama la atención el que el lenguaje oficial de la Iglesia sea tan ampuloso, tan anacrónico o tan antiguo que parece que copia literalmente la manera de hablar y de entender del Antiguo Testamento: "Omnipotente y sempiterno Dios..."; "Oh Dios Todopoderoso..." . Incluso en las oraciones más tradicionales y fundamentales como el Credo: "Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra..." Pienso que ese lenguaje no es el de Jesús de Nazaret. Y mira que nos lo advirtió: "Cuando oréis decid: Padre nuestro (Abbá)..." Tampoco tenéis necesidad de usar muchas palabras, porque Dios ya conoce vuestras necesidades...
Resulta nuestra asignatura pendiente: Experimentar y vivir a la manera de Dios nuestro padre. A las primeras personas que le siguieron no les fue fácil comprender la profundidad de su mensaje. Tal vez podríamos decir que ahí estuvo su experiencia de Pascua, de Resurrección. Y aquellas primeras comunidades centraron su vida en la fraternidad, en el compartir, en amar. Las cartas de Juan lo repiten de mil maneras... Porque sólo hay una manera de acercarse a Dios y/o de que Él ande entre nosotros. Y es el mandamiento de Jesús: "Amaos!" Y si no entendemos eso, hemos perdido el camino y no sabemos a dónde vamos.
Y J.A.Pagola termina así: "Una de las tareas más importantes en una comunidad cristiana será siempre ahondar cada vez más en la experiencia de Dios vivida por Jesús. Solo los testigos de ese Dios pondrán una esperanza diferente en el mundo..."

Texto del evangelio de Mateo (20,1-16)


sábado, 12 de septiembre de 2020

Perdón y reconciliación

 13 de septiembre 2020

setenta veces siete | Catolico, Dibujos fano, Dibujos de jesúsEste fin de semana seguimos con el texto del evangelio de Mateo y el el tema sigue siendo el perdón.

Escuchábamos la semana pasada aquello de "si tu hermano peca contra tí"... "repréndelo..., y si no te hace caso llama a otros dos hermanos..."

En el texto de hoy Pedro pregunta: "-¿Cuántas veces tengo que perdonarlo? Hasta siete veces?" Y Jesús dice: "No tre digo siete, sino setenta veces siete"...

Luego se añade una parábola en la que refleja el comportamiento más común. El que tiene una deuda  millonaria y solicita que se la perdonen y luego es incapaz de perdonar una deuda que es menos que una propina.

Todo eso lo hemos escuchado muchísimas veces y, casi siempre, lo aplicamos bien pensando en otras personas; pero... y nosotros, ¿cómo vivimos el perdón y la reconciliación?

Releía y reflexionaba sobre nuestra vivencia como comunidad de seguidores de Jesús de Nazaret y tengo un montón de dudas sobre el modo y manera de nuestra tradición católica.

A lo largo del evangelio, en todo el mensaje de Jesús, hay algo tremendamente claro y fundamental: La relación humana, nuestro comportamiento con los hermanos. Todos los judíos, Jesús también lo era, tenían muy claro lo de la Ley y los Profetas, los Mandamientos y el Templo. Eso era lo más sagrado. Sin embargo, en la proclamación de la Buena Noticia no se habla de todo eso. Insiste una y otra vez en la misericordia, en la compasión, en el servicio y la fraternidad.

A poco que recordemos los textos de los evangelios, nos encontraremos las indicaciones que nos señalan cómo tenemos que vivir y actuar: "Si cuando vas a presentar tu ofrenda, te das cuenta de que tu hermano tiene algo contra tí..., deja tu ofrenda y ve primero a reconciliarte con él". La parábola del Buen samaritano. Cuando habla del juicio final y dice aquello de: "tuve hambre y me disteis de comer..."  O la parábola del Rico Epulón y el Pobre Lázaro... Así podemos recorrer todo el evangelio.

Las primera comunidades de seguidores tenían muy claro lo de la fraternidad, el servicio, el poner en común lo que tenían, compartir... El mandamiento nuevo de Jesús: "Que os améis unos a otros..." era el fundamento de todo. Y en los Hechos de los Apóstoles se recoge una frase que se decía: "Mirad cómo se aman!"

Los siglos y la historia han ido modificando la manera de entender y de explicar la Buena Noticia. Al estilo del Imperio, los que presidían las comunidades cristianas subieron de categoría, se convirtieron en los representantes de Dios, se presentaron tomando la voz y el lugar de Jesús y decidieron que sólo ellos podían perdonar los pecados. Y a partir de ese momento se tuvo como si fuera un tiempo de rebajas. Pecábamos y pecábamos... (una ofensa contra Dios que podía ser mortal o venial), pero si acudíamos al sacerdote y confesábamos, quedábamos limpios. La penitencia que nos imponía no era una dificultad. Incluso, por muy pecador que fuese, si antes de morir acudía el sacerdote y me confesaba... me iría derecho al cielo...

Y me pregunto: -Qué pasa con los hermanos y hermanas? Mi pecado, mi fallo, mi error, es algo en relación a ellos y a ellas. Si no me reconcilio con ellos y ellas, cómo voy a tener perdón? Reconciliarse es rehacer la fraternidad, recoser la solidaridad y la compasión, volver a dar la mano, a mirar a los ojos... Y de ese encuentro nace el perdón.

"Todo lo que atéis en la tierra, quedará atado en el cielo; lo que perdonéis, será perdonado..." Creo que es la comunidad de hermanos y hermanas la que ata y desata, la que perdona... Y eso de querer arreglar mis cuentas directamente con Dios, no es propio del mensaje de Jesús de Nazaret.

Dios nos quiere y nos ama siempre porque Él mismo es Amor. Y lo que hacemos y cómo nos comportamos no le alcanza a Él, sino a los hermanos y hermanas. Ahí está el punto. Por eso, cuando me olvido de los demás, cuando no me entero de que hay gente que pasa hambre, que pasa necesidad, que anda marginada, que sufren violencia y opresión... entonces no soy digno del Él, no me conoce y puede decirme aquello de "Alejaos de mí malditos..."

Reconocemos, en comunidad, que cometemos fallos, errores, que no andamos finos con los demás... y pedimos perdón a los hermanos. Y, claro, pedimos a Dios nuestro padre que no nos lo tenga en cuenta, como nosotros tampoco lo hacemos...

Perdonar y reconciliarse. Algo que tenemos que aprender y practicar.

Texto del evangelio de Mateo, 18, 21-35

sábado, 5 de septiembre de 2020

Donde dos o más estén reunidos en mi nombre

6 de septiembre 2020

Donde haya dos reunidos en mi nombre, yo estaré en medio de ellos | Dibujos  fano"Sin comunidad no puede haber persona humana...", así titula su comentario  Fray Marcos.

El texto de Mateo que se nos propone nos habla de la corrección fraterna, de cómo hacer para ayudarnos a caminar hacia una plenitud humana en nuestro grupo o comunidad.
Así, pues, comenta Fray Marcos, que "Lo que nos relata el evangelio de hoy es seguramente reflejo de una costumbre de la comunidad de Mateo..."  Y por eso dice aquello de Si tu hermano peca”..., intenta hacerle comprender que su manera de actuar hace daño a la comunidad.

Y no está hablando del concepto de pecado que tenemos hoy en día. 
Se está refiriendo a su vivencia como comunidad de seguidores del Maestro. Y cuando habla de Atar y desatar” se refiere a la capacidad de aceptar a uno en la comunidad o excluirlo. Así lo entendieron también las primeras comunidades.


Quizás, a lo largo del camino, hemos ido perdiendo el sentido de comunidad, el sentido de familia, el sentido de hermandad que es, precisamente, lo que tiene que distinguir a todas las personas que quieren seguir las huellas de Jesús de Nazaret.

Me gusta cómo lo expresa Fray Marcos: “Donde dos estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Dios está identificado con cada una de sus criaturas, pero solo se manifiesta (está en medio) cuando hay por lo menos dos (comunidad). La relación de amor es el único marco idóneo para que Dios se haga presente. Se trata de estar identificados con la actitud de Jesús, es decir, buscando únicamente el bien del hombre, de todos los seres humanos, también de los que no pertenecen al grupo. Esto lo hemos olvidado con frecuencia..."

Mi respuesta a la invitación de Jesús a seguirle no es para cumplir unas ciertas normas, o asistir a ciertas celebraciones religiosas, o a recitar toda una serie de plegarias. Creo que no. Se trata más bien de vivir de otra manera, de poner en el centro de mis objetivos caminar hacia una humanidad más plena que no es otra cosa que tener y mantener unas relaciones lo más humanas posible, llenas de atención y de cariño... en especial (insistiendo siempre en lo mismo) hacia las personas más desvalidas, más marginadas y olvidadas.
Y creo que todo eso tengo que vivirlo en comunidad, en familia. No vale una respuesta individual en la que yo me arreglo directamente con Dios, con la Virgen o con los santos.

Creo que Fray Marcos lo explica mucho mejor: "El sentido de la comunidad es la ayuda mutua en la consecución de la plenitud del hombre. La Iglesia debe ser sacramento (signo) de salvación para todos. Hoy día no tenemos conciencia de esa responsabilidad. Pasamos olímpicamente de los demás. Seguimos enfrascados en nuestro egoísmo incluso dentro del ámbito de lo religioso. El fallo más letal de nuestro tiempo es la indiferencia. Martín Descalzo la llamó “la perfección del egoísmo”. Otra definición que me ha gustado es ésta: “es un homicidio virtual”. Seguramente es hoy el pecado más extendido en nuestras comunidades..."

Tal vez, para terminar, podemos releer lo que dice Jesús: "Donde dos o más estén reunidos en mi nombre..., allí estoy yo en medio de ellos". Y revisar si mi vida y mi esfuerzo van encaminados a reunir, a formar comunidad, a hacer posible que Él (y Dios mismo) estén presentes en nuestra sociedad, en nuestro barrio, en nuestra familia.

Texto del evangelio de Mateo, 18, 15-20

Dios no mandó su hijo al mundo para condenar...

...sino para se salve por él 14 de septiembre 2025 (Fiesta de la Exaltación de la Cruz) El texto que nos ofrece este fin de semana la Iglesi...