jueves, 20 de julio de 2023

El Reino de Dios se parece a...

Hablando en parábolas

23 de julio 2023

Dice el texto del evangelio que Jesús les explicaba todo eso del Reino de Dios en parábolas... El sembrador, la semilla, la cizaña, el grano de mostaza, la levadura...

Y podríamos preguntarnos: ¿Por qué les hablaba en parábolas?

En otros tiempos llegué a pensar que resultaba original y divertido y que, de esa manera, se ponía al nivel de la gente sencilla. Y puede que sea así, pero me parece que hay algo más profundo.


Hablar del Reino de Dios, hablar de las cosas que no vemos ni podemos tocar es difícil explicarlas a base de razonamientos. Y puede que sea precisamente ése el fallo de nuestro cristianismo. 

La vivencia de Jesús de Nazaret, su experiencia más íntima, su centrarse en Dios como lo más valioso que una persona puede encontrar y descubrir se quiso trasladar al pensamiento griego como si fuera un razonamiento filosófico. Y, a partir de ese momento, los sabios y los doctores se hicieron cargo del mensaje de Jesús de Nazaret y pretendieron desmenuzarlo explicando hasta detalles inverosímiles.


Y nos dijeron qué era el Reino de Dios. Explicaron incluso la naturaleza de Dios, sus cualidades, su sabiduría y su poder. Y terminaron proponiéndose como intermediarios y representantes de Dios.


Y con todo ese saber y entender nos hemos quedado sin captar ese mensaje profundo de Jesús... Tenemos que volver a las parábolas. Escuchar atentamente y tratar de imitar los pasos de Jesús. Porque no nos habla de algo que está en algún sitio por encima de nosotros. O quizás se refiere a algo que nos va a llegar desde fuera. Jesús está hablando desde lo profundo de él mismo.


Él ha visto y vivido todas esas escenas. Era algo muy familiar. Y eso le sirvió para dar pistas de lo que era (debía ser) el Reino de Dios: La maravilla que supone ver y comprobar cómo nace el trigo de la semilla sembrada; o la masa del pan que sube al poner la levadura; o el granito de mostaza, tan pequeño pero que luego crece tanto...


Es una invitación a abrir nuestro corazón para acoger la semilla que Dios ha sembrado en cada persona. Porque cada uno de nosotros es el campo, también somos la masa, y somos la siembra... 

En nuestra vida (nuestro campo) hay trigo y cizaña. También hay momentos en los que nos hacemos duros como la tierra de los caminos o crecen dentro de nosotros demasiadas malas hierbas.

También puede parecer que tenemos mucha masa; pero sin levadura... Y los resultados saltan a la vista.


Así podríamos comentar durante mucho tiempo; pero nos quedaríamos siempre en que... todo eso se parece a... La experiencia personal es la que nos va a ayudar a captar el mensaje de las parábolas.


Para Jesús de Nazaret el Reino de Dios era lo más grande, el nivel más alto de humanidad. Tan centrado estaba que se identificaba con la voluntad de Dios, con ser su hijo, con el entusiasmo e ilusión de que su Reino llegara a todas las personas... sin distinción. Y vivir eso significaba hacer "su voluntad", su "pan de cada día".


Y, mientras reflexionaba sobre todo ello, me preguntaba: ¿Cuál es mi experiencia y vivencia del Reino de Dios? ¿Cómo podría yo explicar lo que es para mí? ¿Podría yo decir: Desde mi experiencia el reino de Dios se parece a...? ¿Qué podría decir? ¿Que voy a misa todos los días? ¿Que rezo el rosario y digo mis oraciones? ¿Que doy alguna limosna?...

Es más. ¿Me hace ilusión el Reino de Dios? ¿Supone algo para mí? ¿Tengo interés o es algo que lo he alejado hasta el más allá?


Como comenta José A. Pagola: "Jesús lo repetía una y otra vez: ya está aquí Dios tratando de transformar el mundo; su reinado está llegando. No era fácil creerle. La gente esperaba algo más espectacular: ¿dónde podían captar el poder de Dios imponiendo por fin su reinado?"


Porque el reino de Dios, la manera de vivir nuestra humanidad está ya ahí en el corazón de cada persona... Es cuestión de cambiar, de convertirse, de empezar a vivir de otra manera...

Ésa es la invitación. Y las parábolas son para rumiarlas, para abrirnos a esa realidad más alta o más íntima a la que estamos llamados.



Texto del evangelio de MATEO 13, 24-42

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