jueves, 16 de diciembre de 2021

La alegría de compartir

¿Qué tenemos que hacer?

12 de diciembre 2021


Ya estamos en el tercer domingo de Adviento. En muchos aspectos nos vemos empujados a "preparar" la Navidad. El ambiente, los programas de los medios de comunicación, la perspectiva de las comidas en familia, las compras y regalos... Todo nos quiere decir que "se acerca" la Navidad.

Y, normalmente, nos dejamos llevar. Y en nuestro pensamiento o en nuestro subconsciente nos quedamos con todo eso como si fuera lo importante, lo que esperamos, lo que nos va a hacer felices.

El evangelio de este domingo nos presenta a Juan el Bautista y el evangelista pone en su boca la respuesta a todo aquello que inquietaba a la gente de su tiempo: "¿Qué tenemos que hacer?" Y su respuesta crea en nosotros cierta inquietud: "- El que tenga dos túnicas, que las comparta con el que no tiene, y el que tenga que comer, que haga lo mismo."

Por otra parte, como explica Fray Marcos, hay una diferencia importante entre el mensaje de Juan y el que proclama Jesús de Nazaret: "Las respuestas manifiestan la igualdad y la diferencia entre el mensaje de Jesús y el de Juan. El Bautista creía que la salvación que esperaban de Dios iba a depender de su conducta. Esta era también la actitud de los fariseos. Jesús sabe que la salvación de Dios es gratuita e incondicional. Es curioso que los seguidores de Jesús, todos judíos, se encontraran más a gusto con la predicación de Juan que con la suya. Por esa misma razón los primeros cristianos, que seguían siendo judíos, cayeron en seguida en una visión del evangelio moralizante. Jesús no predicó ninguna norma moral. Es más, se atrevió a relativizar la Ley de una manera insólita. El hecho de que permanezcan en el evangelio la frase como “las prostitutas os llevan la delantera en el Reino”, indica claramente que para Jesús había algo más importante que el cumplimiento de la Ley..." 

Mira que llevamos dos mil años llamándonos "seguidores" de Jesús de Nazaret. Lo proclamamos, una y otra vez, en la Iglesia, en nuestros encuentros, en nuestras oraciones, en nuestras devociones...; pero seguimos convencidos de esa práctica de "buenas obras" que harán que llegue a nosotros "el reino de Dios". Si cumplimos los mandamientos, si vamos a misa, si recibimos los sacramentos, si rezamos todos los días..., Dios nos dará su "salvación". Y terminamos pensando que la Ley es lo más importante...

Me ha hecho pensar mucho y me cuestiona tremendamente lo que escribe Fray Marcos: "No hemos aceptado la encarnación ni en Jesús ni en nosotros. No nos interesa para nada el “Emmanuel” (Dios-con-nosotros), sino que Jesús sea Dios y que él, con su poder, potencie nuestro ego. Lo que nos dice la encarnación es que no hay nada que cambiar, Dios está ya en mí y esa realidad es lo más grande que podría esperar. Ésta tendría que ser la causa de nuestra alegría."

La alegría del mensaje de Jesús (el resumen del mensaje de Navidad) es que Dios, nuestro padre, siempre está ahí. Nosotros somos un todo con Él, su amor nos envuelve, Él es la fuente y raíz de nuestra vida, Él está presente en todo lo que nos rodea... Lo que nos falta es abrir los ojos, descubrirlo, aceptarlo y dejarnos llevar por tanto amor... Descubrir ese mensaje será el principio de nuestra "salvación", la fuente de nuestra alegría, la plenitud de nuestro ser.

Y, claro, a la pregunta ¿Qué debemos hacer? sólo podemos responder con algo tan sencillo como "compartir".

No hay una respuesta hecha que nos sirva a todos. No me vale lo que predique el sacerdote en la misa o lo que pueda leer en algún libro o comentario... Fray Marcos lo expresa de esta manera: "La respuesta que debo dar a la pregunta: ¿qué debemos hacer?, es simple: Compartir. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Tengo que adivinarlo yo... No se trata de hacer o dejar de hacer sino de fortalecer una actitud que me lleve en cada momento a responder a la necesidad concreta del otro."

Si he abierto los ojos y el corazón a la realidad de Dios en nosotros, si he sido capaz de dejarme absorber por el que es ante todo y sobre todo Amor, entonces mi manera de ver y de mirar será con los ojos y la mirada de compasión de Dios mismo y ahí entra el estilo del "buen samaritano" o del "padre del hijo pródigo"... Y, a partir de ahí, tendré mi respuesta al vagabundo, al inmigrante, al extranjero, al de una raza, color o religión diferente... Y podré compartir la alegría de saber y experimentar que Dios está aquí y colma todas las aspiraciones de cualquier persona.

Texto del evangelio de LUCAS 3, 10-18


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