domingo, 17 de marzo de 2019

Transfigurado

17 de Marzo de 2019

El texto del evangelio de Lucas que escuchamos este domingo nos narra la Transfiguración. Algo que todos conocemos y que, probablemente, siempre nos ha costado entender.
Los teólogos de hoy en día nos advierten de que no se trata de un hecho real que se cuenta como si fuera una noticia para la radio, la televisión o los periódicos. Toda la narración se mueve en una mentalidad y en un pensamiento religioso muy diferente a lo que nosotros pensamos hoy.
Jesús de Nazaret vivió de una manera intensa y comprometida su relación con Dios y todo lo que hacía era siempre un reflejo de esa vida. Y sus momentos de oración, de contemplación o como queramos expresarlo, eran al mismo tiempo un tiempo de unirse e identificarse con la "voluntad de Dios": Que sea santificado su nombre. Que venga su reino. Que sepa hacer su voluntad... Y no me dejes caer en la tentación..."
Entonces Jesús se transfiguraba. Y, aunque pudiera darse cuenta de la posibilidad de su persecución y de su muerte, toda su vida la sentía y la ponía en las manos de "su Padre"... Y sólo cuando nosotros vivimos y actuamos siguiendo sus huellas, empezamos a entender lo que los primeros discípulos llegaron a captar y se vieron empujados a seguirlo hasta el final.
El texto del evangelio nos propone en forma de una voz que nos llega desde el más allá: "Este es mi hijo el escogido, escuchadle..." Y pienso que ése es el mensaje. Escuchar con el corazón, con el compromiso de aceptar su estilo de vida. Y entender que el "reino de Dios", la nueva humanidad, todo lo que Dios tiene pensado darnos... ya está dentro de todos nosotros. Y si no nos centramos, no hacemos más que mirar hacia afuera o hacia el más allá.
Fray Marcos lo comenta de esta manera: "El evangelio nos dice que no tenemos nada que esperar para el futuro. La buena noticia no está en que Dios me va a dar algo más tarde, aquí abajo o en un hipotético más allá, sino en descubrir que todo me lo ha dado ya (El reino de Dios está dentro de vosotros). En Jesús está ya la plenitud de la divinidad, pero está en su humanidad. La divinidad de Jesús no se puede percibir por los sentidos ni deducir de lo que se percibe. De fenómenos externos no puede venir nunca una certeza de la trascendencia, por muy espectaculares que parezcan..."
Cuando nos topamos con alguien que vive con intensidad cada momento de su existencia, sentimos algo especial y nos parece entender que la vida de esa persona se ha transfigurado. No es como nosotros. Y nos permite entrever cómo debería ser nuestra propia vida.
Texto del evangelio de Lucas (9,28b-36)

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