viernes, 16 de noviembre de 2018

Salvados ya en el presente

Domingo 18 de Noviembre de 2018

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El texto de Marcos que leemos y escuchamos en la eucaristía de este fin de semana es lo que se llama un mensaje "apocalíptico", algo que los predicadores de la iglesia (al menos en la católica) han aprovechado para meter miedo en el cuerpo y animar a una conversión que arrastrara al mayor número posible a confesarse y hacer penitencia... "En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte..."
Durante siglos así ha sido. Era el fin del mundo. Después el juicio final en el que te hacían imaginar una concentración multitudinaria en la que nos separaban a unos de otros para "declararnos inocentes o culpables..." Y eso sería "para siempre"...
Hoy, al leerlo de nuevo, intento hacerlo desde la mentalidad de ahora, desde los conocimientos que tenemos ahora y me doy cuenta de que esos mensajes "apocalípticos" se me hacen muy extraños. Es cierto que los hombres (sobre todo ellos), la humanidad, sigue haciendo guerras y usando armas que ejercen una gran violencia y amenazan incluso la vida entera del planeta; pero también es verdad que ahora somos capaces de hacer una lectura del mensaje de Jesús de Nazaret que va más allá de esas imágenes y esas visiones terribles.
He leído y reflexionado sobre lo que escribe Fray Marcos y me quedo con este comentario: "Hoy sabemos que el tiempo y el espacio son productos de la mente. ¿Qué sentido puede tener el hablar de tiempo y espacio cuando ya no haya mente? Hablar de un cielo o infierno más allá de este mundo no tiene ningún sentido. Hablar de un “día del juicio”, cuando no haya tiempo ni espacio, es un contrasentido. No hay inconveniente en seguir empleando ese lenguaje, pero sin olvidar que se trata de un lenguaje simbólico y no de realidades objetivas. En el lenguaje corriente seguimos diciendo: al salir el sol. Pero todos sabemos que no sale. No tienes que esperar ninguna salvación que te venga de fuera, porque ahora mismo estás absolutamente salvado..."
Me hace feliz pensar y sentir que "la buena noticia" que nos anuncia y nos propone Jesús de Nazaret es que "Dios nos salva", que nos quiere (desde siempre) con una ternura increíble, que no nos valora por lo que tenemos, ni por lo que aparentamos, ni por las cualidades especiales que desarrollamos, ni por la importancia que me dan... Simplemente soy y somos todos parte del Él mismo. Es como si dijéramos que Dios está en cada uno, se encarna (eso, se hace carne)... empezando por los últimos, los que siempre decimos: marginados, ilegales, desgraciados, sin recursos, los que quedan en la cuneta del camino... Y ahí sí está "el juicio de Dios": porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed..., estaba desnudo..., marginado por la sociedad y sin papeles..., homosexual o que tenía el sida..., anciano/a arrinconado y olvidado... Y yo me olvidé de ellos. No llegué a entender la ternura y la compasión del Dios que nos salva, que ya nos regaló la salvación desde siempre. Porque Dios no salva a trocitos, poco a poco.
Fray Marcos lo dice mucho mejor...: "La plenitud está en ti y estás ya totalmente en ella. Solo tienes que tomar conciencia de lo que eres y vivirlo. Todo está en ti en el momento presente. Nadie te puede añadir nada ni quitar nada de lo que te es esencial. En ningún momento futuro tendrás más posibilidades de ser tú mismo que en este precioso instante. Eres ya uno con todo en el instante presente y no hay ningún otro instante que pueda añadir nada a lo que ya eres. Ni Dios puede añadir nada porque se te ha dado Él..."
Voy a intentar vivir teniendo presente todo esto... Dios ya se te ha dado... desde siempre. Ahora me toca vivir este tiempo que tengo.
Texto del evangelio de Marcos (13,24-32)

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