domingo, 31 de diciembre de 2017

Seguir creciendo

Domingo 31 de diciembre de 2017

En la eucaristía de hoy el texto del evangelio de Lucas nos habla de la familia de Jesús de Nazaret. El comentario se centra, como es normal, en la familia: la de Jesús, la nuestra, la de la iglesia.
He participado de la eucaristía de este barrio de Pamplona y me ha sorprendido: por el comentario del sacerdote, por la presencia de gente joven, por su participación. Por eso, gracias por este soplo del Espíritu.
Jesús vivió, creció y se fue formando en una familia como las nuestras; en un barrio o pueblo como tantos. Y su pueblo tenía las virtudes y los defectos comunes a cualquier pueblo... Pero sobre todo aprendió el amor que es lo que une y mantiene a toda familia. Más tarde Jesús de Nazaret nos hablará de Dios y nos dirá que es "nuestro padre" (nuestro papá o mamá). Y la buena noticia insiste una y otra vez en la solidaridad, en la compasión, en la ternura, en el amor al prójimo...
Todas las escenas de la Navidad, de la Sagrada Familia, de la presentación en el Templo, nos gustan y las vemos con cariño. Simplemente nos recuerdan nuestras propias vivencias de familia: todo el cariño y ternura que hemos recibido y que nos han hecho crecer. Lo que quizás nos cuesta más es aceptar la "humanidad" de Jesús. Que fue creciendo, aprendiendo, conociendo, relacionándose... Bebé de verdad, niño de verdad, adolescente de verdad, joven de verdad... Tenemos miedo a rebajarlo. Que, como "hijo de Dios", ya sabía todo, ya conocía todo, ya no tenía nada que aprender... Lucas nos dice que "el niño iba creciendo y robusteciéndose..."
Un detalle del comentario del sacerdote. Hablando de que el amor es lo que mantiene a la familia, insistía en que "además de querernos como familia, también tenemos abrirnos a los hermanos, especialmente a los más desfavorecidos, a los marginados, a los pasan necesidad"... Me pareció excelente porque ahí es adonde apunta la buena noticia de Jesús y siguiendo sus pasos nuestra familia, nuestra comunidad cristiana tiene que ir creciendo, al igual que Jesús, hasta alcanzar su manera y estilo con una gran humanidad, solidaridad y compasión.
Y para terminar una canción que escuchaba esta mañana en la radio:
Sólo le pido a dios
que el dolor no me sea indiferente,
que la reseca
muerte no me encuentre
vacío y solo sin haber hecho lo suficiente.
Sólo le pido a dios
que lo injusto no me sea indiferente,
que no me abofeteen la otra mejilla
despues que una garra me araño esta suerte.
Sólo le pido a dios
que la guerra no me sea indiferente,
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.
Sólo le pido a dios
que el engaño no me sea indiferente
si un traidor puede mas que unos cuantos,
que esos cantos no lo olviden facilmente.
Sólo le pido a dios
que el futuro no me sea indiferente,
desahuciado esta el que tiene que marchar
a vivir una cultura diferente.
,
Texto del evangelio de Lucas (2,22-40)

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