domingo, 19 de abril de 2015

Reconocieron a Jesús en el partir el pan

Domingo 19 de Abril de 2015

El texto de la Eucaristía de este domingo, tomado del evangelio de Lucas, abunda en los detalles que hicieron que aquellos hombres y mujeres volvieran a encontrar a Jesús de Nazaret. Fue experimentar que Jesús seguía ahí, vivo entre ellos (de alguna manera que no sabemos explicar), y eso les impulsaba a proclamar ante todos que, a pesar del desastre de la cruz (con ese final tan horrible), creían en su mensaje, en su vida y en sus palabras...

Hoy, tantos años después, nosotros también decimos que creemos en él, que somos sus seguidores. Y me pregunto en qué reconozco yo a Jesús de Nazaret.
Tal vez las ceremonias celebradas en la iglesia. Quizás las charlas o predicaciones de alguien. O a lo mejor las grandes manifestaciones que se pueden dar en Roma (alrededor del Papa) o en otros lugares famosos. Quien sabe si no ha sido en el silencio de algún claustro de monasterio o en la penumbra de una catedral...
¿En qué lo reconozco yo?
Y cuando digo reconocer, significa volver a encontrar a aquel hombre, Jesús de Nazaret, que proclama la Buena Noticia del reino de Dios; que nos invita a cambiar de estilo de vida, que nos explica en forma de parábolas cómo es Dios y cuál es su proyecto de vida para todos hombres y mujeres... Resentirlo y dejar que me afecte, que me arrastre y cambie mi escala de valores.
Los discípulos seguidores suyos que se iban a Emaús lo reconocieron en el partir del pan... Y ese signo (tan común y tan ordinario) se convirtió en la "señal", en el signo más íntimo y más cercano al Maestro: "La cena del Señor". El partir el pan. Partir y compartir los bienes, la vida, el deseo de seguirle. En ese signo se le recordaba y se retomaban fuerzas para mantener el compromiso y el nuevo estilo de vida.
Hoy en día la mayoría de nuestras celebraciones de la Eucaristía se han convertido en ceremonias, en culto, en algo que celebran y realizan los "protagonistas" del mismo: los sacerdotes. Igual a como lo hacen en todas las religiones de la humanidad. Rodeadas de adornos y vestiduras especiales, utilizando un lenguaje totalmente alejado de nuestro vocabulario y de nuestra realidad, me obligan a hacer un gran esfuerzo mental para reconocer en ellas a Jesús de Nazaret. No! Seguro que aquellos grupos o comunidades de seguidores tampoco lo reconocerían si se acercaran hoy hasta nuestras iglesias.
La vida, los gestos y las palabras de Jesús forman una unidad. No son cosas que podamos separar como si fueran aspectos o detalles distintos.
Su mensaje, fiel hasta la misma cruz; sus gestos (en las comidas, en los encuentros, en la atención y curación de enfermos); su vida (atenta a los más pequeños, a todo lo que nos rodea) que nos enseña a ver y percibir la ternura y atenta mirada de Dios que nos quiere como una madre ama y cuida a sus hijos; o como el pastor que sale a buscar la oveja perdida; o como el padre que celebra la vuelta a la vida del hijo perdido... Todo eso es lo que se celebra en la "cena del Señor". Es lo que celebraba en las comidas, en su compartir con sus seguidores... Comed este pan y bebed este vino en recuerdo mío... Un recuerdo actualizado y reforzado al repetir el gesto. Y de ahí tengo que sacar nuevas fuerzas y nuevo ánimo para seguirle, para convertirme yo mismo en pan y vino y darme a los demás a fin de continuar el proyecto de nuestro padre.

Texto del evangelio de San Lucas 24, 35-48

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