domingo, 1 de abril de 2012

Como un malhechor


1 de abril 2012 - Domingo de Ramos
"Dios mío, por qué me has abandonado"


Durante mucho tiempo he vivido y experimentado los días de la Semana Santa como un cúmulo de sensaciones personales, íntimas, de una gran pena... Eran días de conmoverse por el dolor que veía en la figura de Jesús, la crueldad y la saña por parte de sus verdugos, la soledad y el desamparo en medio del gentío que grita contra él...
Por un lado, en contraste con las secuencias de los relatos de la pasión, la celebración del domingo de ramos como el "gran triunfo" de Jesús que entra en Jerusalén como si fuera el conquistador... Todos cantando, agitando palmas y ramos, los gritos de "hosanna" (que a nosotros no nos dice nada; pero que debe significar "gloria a tí"...), las personas que muestran la alegría y el optimismo por el triunfo...
Y pasado ese instante de gloria, nos adentramos en todo el drama: la cena de despedida, la traición, la pena y la soledad, el apresamiento, las acusaciones, la condena, las torturas, la ejecución... (como un malhechor, como un bandido...).
Y todos le abandonaron!
Todavía hoy escucho los comentarios y explicaciones -siguiendo el esquema clásico- de una lectura espiritual y personal en la que se insiste (siguiendo a Pablo en alguna de sus cartas y a muchos otros que lo han hecho después) en que "Dios envió a Jesús para..."; que Jesús vino al mundo para morir en la cruz por todos nosotros; que aceptó todo ese sufrimiento, todo ese dolor, porque asumía todos nuestros pecados y así nos salvaba de la muerte y del infierno...
Y, a partir de ahí, todo sirve para enternecer nuestro corazón, para sentir tristeza y dolor por todo lo que pasó por mí, por mis pecados... Y esa meditación se entretenía en considerar todos los dolores posibles.
Las procesiones, las imágenes, las cofradías y todos los asistentes nos ofrecen esa imagen de dolor en la que sólo faltan las plañideras.

No cabe duda de que todo esto tiene su importancia como expresión de un pueblo, de una comunidad, del pueblo que (estoy seguro) en más de una ocasión y circunstancia se ha identificado con Jesús de Nazaret, apresado, juzgado y condenado, torturado y ejecutado...
Sin embargo siento que nos hemos alejado de la buena noticia de Jesús de Nazaret.
Porque, como expresa Pedro, todo comenzó en Galilea... Y aquella "buena noticia", verdadera liberación de los poderosos, de los ricos, de la religión incluso, fue comprometiendo cada día más a Jesús y a los que le seguían. Su manera de entender el "reino de Dios", el nuevo estilo en el que lo más importante es la fraternidad, la solidaridad, la justicia, la atención al hermano... por encima del "sábado", de los ritos y ceremonias del templo... eso no fue bien visto por los "representantes de Dios" en su pueblo, en su religión.
Y por eso lo acusaron, lo juzgaron y lo condenaron... Y lo mataron como a un malhechor colgándolo de una cruz.
El impacto entre sus seguidores fue terrible. ¡Cómo era posible! ¿Por qué?  A Jesús de Nazaret que "pasó haciendo el bien y curando a todos..."
Fue tan difícil de asumir...

¿Quién podía explicarlo?
Y comenzaron a recordar escritos de la biblia. Explicaciones y pensamientos que hombres llamados profetas habían vivido; salmos o poemas que trataban de entender situaciones parecidas...
Por eso, reviviendo lo sucedido con Jesús, citan testimonios, recrean escenas, retoman imágenes antiguas... todo aquello que cualquier judío ya conocía de tiempos antiguos: el siervo de Yahvé, contado entre malhechores, el cordero degollado, la pascua y la liberación...
A nosotros nos viene un poco grande. Sabemos lo que nos han ido explicando; pero la tradición judía se quedó ya muy lejos. Ahora aplicamos a Jesús todo eso; pero sin su comprensión. Por eso me parece que nuestra presentación y vivencia de la Semana Santa es como una desviación. Nos alejamos de la buena noticia de Jesús de Nazaret. Y, al hacerlo como tan espiritual y personal, perdimos también la dinámica social y fraterna del nuevo estilo de Dios que predicaba Jesús.

La buena noticia de Jesús de Nazaret compromete y nos lleva a una nueva manera de vivir.
Vivir solidariamente y en fraternidad te obliga a situarte en el lado de los más débiles.
Si das más importancia a la justicia, a compartir, a las personas por encima de las cosas, del poder y del dinero entonces sentirás el peso de los poderosos, de los sabios de este mundo, de la religión incluso.
Y si insistes en vivir así, ese peso de la ley y de la religión... es más que probable que te arrincone, te desprecie y quizás de acuse y te condene...
Revivirás, entonces, la pasión de Jesús... confiando siempre en Dios, nuestro padre. Y es casi seguro que no comprenderemos bien lo que nos pasa y se nos escape el mismo grito: "Por qué me has abandonado"...
Será entonces, creo yo, el momento de agarrarnos fuerte a la fe y a la esperanza que vivimos cuando intentábamos seguir su camino como nuevo estilo de vida, a la manera de Dios.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (15,1-39):
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?»
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, está llamando a Elías.»
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»

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