sábado, 11 de febrero de 2012

Puedes limpiarme...


12 de febrero 2012 - 6º domingo tiempo ordinario
"-Si quieres, puedes limpiarme"
"-Quiero: queda limpio"
Leo y escucho el texto de Marcos.
Algo que ya he oído muchas veces. Frases que nos han predicado de muchas maneras y que, nosotros mismos, nos hemos aplicado un montón de veces...
Rezamos y pedimos a Jesús de Nazaret que nos limpie, que nos perdone, que nos salve... Algo así como una confesión privada y una consulta médica en la que el doctor (en este caso Jesús) resuelve nuestros problemas y nos limpia y nos cura...
Sin embargo, todo eso me resulta como algo conocido, algo así como una lección tantas veces repetida que casi me resulta aburrida.
¿Qué tiene de especial la narración de Marcos?
Tan acostumbrados estamos a las explicaciones "de los sabios y entendidos" que ya hemos dado por sentado que Jesús de Nazaret (hijo de Dios y todopoderoso) puede hacer eso y mucho más, que sólo se trata de un pequeño milagro, que él con sólo su palabra nos limpia y nos salva... y que sólo tenemos que pedírselo como hizo el leproso de la narración...
Pero tengo la sensación de nos quiere decir algo más, algo que va más allá de todo eso tan repetido y que pasamos por alto.
Apuntaría un par de cosas:
Primero de todo, la exclusión del leproso. Habla de alguien "marginado, excluido". De la sociedad, de la religión... de Dios. No sólo es un pobre, un don nadie, una persona sin importancia. Es que, además, está manchado y es impuro "para Dios". ¿Qué esperanza podía quedarle? ¿Qué futuro? ¿Hacia dónde mirar?... Los entendidos, los sabios, los que podían explicar las cosas de Dios, lo rechazaban. Tendría culpas grandes, pecados...
La otra cosa que me llama la atención en esta persona: Su decisión. Ha oído cosas de ese hombre, Jesús de Nazaret. Y decide acercarse a él. "Si quieres, puedes limpiarme"
No quiero hacer una lección de teología, de explicaciones sabias... Sólo deseo entender esta narración de Marcos y ver en mí mismo si soy capaz de entender y hacer mía la actitud de esta persona leprosa... Y la actitud de Jesús de Nazaret.
Y es que nuestro mundo está más que lleno de gentes "leprosas". Personas (hombres y mujeres) excluidas de la sociedad, tachadas de impuras, indecentes, no dignas, marginadas hasta de Dios mismo. Si miro a mi alrededor, si leo las noticias de las revistas y periódicos, si escucho lo que nos dicen los medios de comunicación... termino viendo a miles, mejor dicho a millones, de personas que aparecen "excluidas" de la sociedad, de la vida. Veo gentes que, por su lugar nacimiento, por su condición... aparecen como condenados a un verdadero infierno.
Y, cuidado!, que por el hecho de estar bautizado y acudir a la iglesia me llego a creer "dentro de la salvación"... Yo no estoy excluido de Dios, lo tengo de mi parte. Porque, además, estoy bautizado y Jesús me ha salvado...
La actitud de Jesús me tiene que cambiar el "chip", la manera de ver, la manera de vivir. "Quiero: queda limpio".
Esa limpieza es la que hace que esa persona deje de vivir excluido de todo y de todos... La mano de Jesús que le toca, que le mira con compasión, que le acoge. Estoy seguro de que la exclusión, el desamparo del leproso debía pesar como una losa de la tumba...
De ahí que, hoy, al escuchar este texto del evangelio, me lleguen estos dos sentimientos: Por un lado, la persona del leproso (junto con toda la multitud de personas marginadas y excluidas de nuestro mundo y nuestras sociedad)... y yo mismo que me creo que "ya estoy a salvo", del lado de los "escogidos" por Dios.
Por otro lado, la actitud y manera de actuar de Jesús de Nazaret. "Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó..." Y me digo que realmente lo que nos salva (a mí y a las personas marginadas y excluidas) es ese sentir lástima, extender la mano y tocarlas... Ése es el gran milagro y, entiendo, que ésa debe ser la actitud de las personas que quieren seguir el camino de Jesús. Porque sólo el sentir lástima, el extender la mano y tocar... es lo que hace que vaya entrando en el "reino de Dios".
Creo que Jesús me puede limpiar... Creo que si me acerco a él y me pongo en esa actitud, puedo cambiar y dejar de vivir excluido (colocándome entre los elegidos y salvados) y acercándome a su estilo de vida.
Creo, también, que si mi corazón comienza a llenarse de compasión, si extiendo la mano y toco a esos que, les llamemos como les llamemos, son verdaderos leprosos en nuestro mundo... Si actúo de esa manera, muchos quedarán limpios y podrán experimentar la acogida de Dios y habrá esperanza en su vida.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,40-45):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

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