sábado, 4 de febrero de 2012

El dolor con que miramos


5 de febrero 2012 - 5º domingo tiempo ordinario
"...Curó a muchos enfermos y expulsó muchos demonios..."
"...Se marchó al descampado y allí se puso a orar"
Son dos puntos que me hacen reflexionar.
A la hora de resumirlo me acordé de algo que proclaman en la Fundación Concordia: Que el camino de crecer en compasión y estilo de Jesús de Nazaret es "un proceso que depende del "dolor con que miramos"...
Hoy en día tenemos la sensación de que la vida de nuestra sociedad, de nuestro mundo, anda falta de valores, de ideales... Que nos mueven desde los hilos de los grandes medios de comunicación (la TV, las revistas, los múltiples medios que van destilando "modas y maneras de vivir" para "ser felices"). Y ponen en nuestro punto de mira: las cosas, el dinero, el bienestar, el divertirse, gozar todo lo que podamos haciéndonos creer que el mundo gira en torno nuestro, sin apercibirnos que nos mueven como a peones de ajedrez empujándonos al consumo y a pensar únicamente en nosotros mismos.
Quiero imaginarme a Jesús Nazaret en ese medio rural y de pescadores, en donde la vida no es nada fácil y sus gentes tratan de sobrevivir con lo poco que tienen...
"Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó..."
Es su manera, su estilo. 
Acercarse, tomar de la mano... Nuestro mundo (y todas las ideas que nos va metiendo en nuestras cabezas) parece tener miedo a "acercarse", a "tomar de la mano". Cualquiera sabe...! Y si son extranjeros..., gente sin papeles, ilegales... A lo mejor son delincuentes, ladrones... 
Los pobres, los "inútiles", los que no tienen medios, los ignorantes, los mal alimentados, todos esos "diferentes" a nosotros... ¿Cómo me voy a acercar a ellos? ¿Cómo les voy a dar la mano?
Todo eso es lo que entendía al leer este texto de Marcos. Y esa manera de resumirlo utilizando la frase de la fundación Concordia me parecía exacta: "...depende del dolor con que miramos". Si mi corazón se llena de compasión, si mis ojos ven en cada hombre y mujer a Dios mismo que se encarna, si me duele lo mal que lo están pasando, si me hace daño que pasen hambre, que no tengan para vestirse, que les falte casa, escuela, limpieza, trabajo...
Si se me encoge el corazón cuando me entero, entonces no me costará acercarme ni tomarles de la mano...
El otro punto que hace reflexionar es el que dice que "se marchó al descampado y allí se puso a orar".
Quiero señalar que cuando escucho o leo la palabra "orar" no entiendo todo eso de recitar oraciones, rezar padrenuestros y avemarías u otras devociones. Me dejo guiar, más bien, por la sencilla oración de Jesús de Nazaret: "Padre nuestro...". Sin necesidad de recitarlo, sin necesidad de repetir y repetir... Nuestro Padre ya sabe lo que necesitamos, lo que queremos... Es más bien un saborear lentamente lo que dice. No lo termino. Frecuentemente mi mente y mi corazón se asientan tratando de captar lo mejor posible el significado del "reino de Dios" (que venga, que vaya apareciendo en mi vida...), la "buena noticia" para los que andamos en esta vida tan llena de proclamas políticas, anuncios-basura, consumo a tope, problemas de todo tipo...
Orar para conectar con lo más íntimo de nuestro ser, con la razón de nuestra vida, lo que puede dar sentido a todo lo hacemos...
Y para mí es Jesús de Nazaret, su anuncio del reino de Dios, su estilo y manera de vivirlo...
A ver si consigo llenar mi corazón de toda la compasión posible... porque todo "depende del dolor con que miro" a mis hermanos.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

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