domingo, 8 de enero de 2012

Os bautizará con espíritu santo


8 de enero 2012 - Bautismo del Señor
Hoy escuchaba la lectura del texto del evangelio de Marcos y los comentarios que le siguieron y no pude menos de sentir cierta confusión.
Aparte las reflexiones y argumentos propios o atribuidos a sabios y entendidos de la iglesia sobre el "rasgarse el cielo", "la voz", el "espíritu en forma de paloma"..., todo eso de que al ser bautizados entramos a formar parte de los "hijos de Dios"; que Jesús de Nazaret se hizo bautizar como para asumir los pecados de todos hombres (los de antes, lo de su tiempo y los de todos los que vendrían...); que todo eso nos habla de la santísima trinidad y ahí tenemos la declaración de que es hijo de Dios, Dios mismo eterno, etc... Como que esos sabios y entendidos se han estrujado mucho el cerebro. Han elaborado argumentos muy "razonables", muy trabajados y muy a su manera...
Pero, en mi sencillo y llano entender, creo que el que escribió el evangelio andaba por otro camino.
El personaje Juan, las imágenes que utiliza en su descripción, su manera de hablar... no son un invento suyo. Como cualquier escriba judío (eso lo entendía toda la comunidad de seguidores de Jesús) echaba mano de su modo de pensar, de sus narraciones y ejemplos... todos sacados de la biblia. Lo escuchaban siempre.
El gran impacto de Jesús de Nazaret (su vida, su ejemplo, su manera de pensar y de hacer, y sobre todo su muerte tan terrible y la experiencia y convencimiento de que su vida y su proyecto seguían adelante, eso que llamarán "que ha sido exaltado" y elevado hasta Dios mismo) ¿cómo lo iban a traducir y transmitir? 
El bautismo de Juan, sentir que todo lo que habían recibido de Jesús de Nazaret provenía de Dios, que su vida estaba animada por el aliento mismo (espíritu) de Dios, que si le seguimos y vivimos como él nos libramos de nuestra vida vieja y pecadora para entrar en la nueva comunidad de "hijos de Dios"...
Con todo ese bagaje cultural y religioso de hace dos mil años nos transmitieron su experiencia de Jesús de Nazaret.
Ahora nos toca a nosotros. Cuando hablo de Jesús, ¿qué es lo que siento? ¿qué vivencia despierta en mí? ¿realmente estoy entrando en un nuevo estilo de vida? ¿me "bautizo" en ese nuevo aliento de Dios?
Ahí es donde me encuentro. Y no me importan nada las imágenes o expresiones que utilizaban hace dos mil años. No! Creo que amarrarme a ellas es caer en algo parecido a la idolatría. De ahí que hayamos llegado a afirmar que si no estoy bautizado (=recibido el agua del bautismo físico) no entro en el cielo, no formo parte de los hijos de Dios...
Y miraré a los inmigrantes africanos que mañana vuelven a nuestras clases de español y me surge el interrogante: ¿ellos y tantos millones de personas no son hijos de Dios? Ellos que, casi siempre coincide, son los más pobres, los más débiles u olvidados, los más oprimidos... no son hijos de Dios? Es que Dios, nuestro papá en la manera de sentir y de expresar de Jesús de Nazaret, los abandona a su suerte? Dios, nuestro papá que pone por delante de todos a esos "más pequeños..."?
No puede ser. Algo se ha entendido mal. En el seguimiento de Jesús de Nazaret no hay nada de magia, ni ritos o gestos que por arte de... No, no lo creo. Ni por arte del espíritu santo. Jesús hablaba de personas, de hombres y mujeres de carne y hueso, a los que insistía en que teníamos que cambiar, vivir de otra manera, relacionarnos de otro modo... Al estilo de Dios "que hace salir el sol sobre buenos y malos", que abandona todo "para encontrar al que se ha perdido", que hace una gran fiesta cuando "el que había muerto" al irse de casa y gastarse todo su dinero en fiestas y corrupción... "ha vuelto, ha resucitado"...
Deseo sentir ese aliento nuevo de vida, ser bautizado, ser capaz de captar y aceptar ese espíritu nuevo que me haga ser más humano, más solidario, más acogedor, más sensible... al estilo de nuestro padre (nuestro papá).
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,7-11):
En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»

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