sábado, 1 de octubre de 2011

La viña


2 de octubre 2011 - 27º domingo ordinario
"Un propietario plantó una viña... y la arrendó a unos labradores..."

Nos hemos acostumbrado a escuchar estas palabras de Jesús y, siguiendo las explicaciones recibidas, las atribuimos al pueblo judío... Como que ellos rechazaron a los criados, incluso al hijo del amo...
Así nos libramos de esa nota final: "Os quitará a vosotros el reino de Dios y se lo dará a un pueblo que produzca sus frutos..."

Reflexionando sobre esta palabra de Jesús de Nazaret, lo primero que entiendo es lo siguiente:
Siguiendo la parábola, hay un propietario que plantó una viña... Plantó una cerca y hasta construyó una lagar (donde pisar la uva y obtener un buen mosto y luego el vino). 
Y uno la imagina así, bien cuidada, mimada...
La viña es el mundo. Con sus maravillas, con toda su belleza, con todas sus gentes... Un mundo ideado y pensado para gozar del mismo (hasta con un lagar...), para tener vida y vida en abundancia como dirá Jesús en otro momento.
Entonces el propietario arrienda la vida a unos labradores.
Y esos labradores somos nosotros. Todos nosotros.
Creo que es una mala interpretación pensar y creer que se está refiriendo a los judíos, o que se trata de los gobernantes o los políticos o los jefes de las instituciones... Limitarnos a eso significaría escurrir el bulto y hacer como que la "viña" es como de los demás.
La viña que nos han encomendado está en mi casa, en mi barrio, en mi pueblo o ciudad. La viña es mi entorno. La viña es la vida que llevo, mi relación con los demás...

En la comparación del domingo pasado, Jesús reprochaba a aquella gente el que vino Juan hablándoles del camino de la justicia... y no le hicieron caso.
Ahora el ejemplo es la viña. Y los frutos que se esperan de nosotros, los arrendatarios, son los frutos de la justicia: solidaridad, compasión, atención a los más débiles, compartir y acoger...
Y si esos frutos no se dan, qué hemos hecho con la viña?
Ahora bien, nuestro mundo es una viña que sólo alimenta a algunos...
Los países ricos disfrutan de la casa, han hecho una cerca más grande, más fuerte y más alta...
Sólo unos pocos se beben el mosto y el vino que produce la viña...
La viña (el mundo entero) se va convirtiendo en algo privado y particular. Su riqueza y sus maravillas se van acumulando en las casas de unos pocos. Sus frutos aprovechan y engordan a un número muy pequeño de gentes...
Mientras tanto, se habla de millones de gentes que no tienen para comer; otros muchos que carecen de medicamentos; gentes de muchos países que apenas si sobreviven con las migajas de este mundo...
Y más cerca de nosotros, los miles y miles de gentes en paro; miles y miles de inmigrantes que, a la dificultad del idioma y la cultura, tienen que añadir la falta de acogida y el deseo de expulsarlos; personas mayores que cuando ya no pueden valerse se ven marginadas y con una pensión tan reducida que no les permite el acceso a los mínimos vitales...

Y es cierto que cuando aparece alguien reclamando esos "frutos de justicia", se les apalea, se les calumnia, se les desprecia y... si es necesario se les mata.
Qué importa que sean "criados" del amo o el propio hijo del amo...
Los que mandan, y en más de una ocasión nosotros mismos, nos comportamos como si la viña fuera nuestra. Nos queremos quedar con "la herencia", la viña, el mundo, todo lo que ha sido creado para todos...
Ése es nuestro error. La viña es del propietario. Y nosotros sólo somos arrendatarios que tenemos que intentar producir "frutos de justicia"... Y que el mosto, el vino del lagar llegue para todos. Que tengamos una vida realmente humana, justa, solidaria, compartida, feliz...

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 33-43
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancia­nos del pueblo:
–«Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labra­dores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labra­dores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Ten­drán respeto a mi hijo."
Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia."
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aque­llos labradores?»
Le contestaron:
–«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la vi­ña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice:
–«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
"La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente"?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

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