domingo, 5 de junio de 2011

Id y haced discípulos


5 de junio 2011 - Ascensión del Señor

..."enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado"

Una escena que casi la sabemos de memoria. El libro de los Hechos de los Apóstoles la presenta de una manera, Mateo en su evangelio de otra... Es igual. Lo que nos importa no es la manera de contarlo; sino lo que supuso para aquellos hombres y mujeres seguidores de Jesús de Nazaret.

Podemos quedarnos en esa celebración espiritual, mística o de admiración (como sucede muchas veces en la iglesia) de la ascensión al cielo... Una manera de hablar y de expresarse que hoy en día no debería usarse. Eso del cielo y la tierra, la derecha de Dios, etc. O como todavía oigo rezar en mi iglesia lo de "este destierro"... Y es que, vistas así las cosas, nuestra vida (maravilloso regalo de Dios, de la naturaleza, de nuestros padres) se convierte en una carga, una pesadez, una tristeza, un destierro... y terminamos invocando a Jesús para que nos lleve con él añorando la otra vida, el más allá como final de nuestras penas y tristezas.

Además, al expresarnos así nos ponemos a hablar de lo que no sabemos. Nadie puede explicarnos ni siquiera qué pasa después de la muerte. Nadie nos puede decir en qué puede consistir la vida plena en Dios... Lo que Jesús de Nazaret nos dice es cómo es y qué sucede cuando vivimos al estilo de Dios. Qué ocurre y acontece cuando comenzamos a dejarnos guiar por el estilo de Jesús de Nazaret. Es decir, qué pasa cuando entramos en el reino de Dios.

Y, por muchas vueltas que le demos, siempre llegamos a ese punto.
Si para Jesús fue como el motivo y razón de vivir: el anuncio del reino de Dios. Ahora, cuando los testigos recuerdan a Jesús (que, como escuchábamos el domingo pasado, sigue viviendo) evocan aquello de "id y haced discípulos por todo el mundo..."
Creo que, durante demasiado tiempo (quizás incluso ahora), hemos pensado que era aquello de "ir y enseñar", ir y predicar, ir y convertíos en maestros de los demás... Y hubo un tiempo en el que lo de hacer discípulos equivalía a "bautizar". Cuantos más mejor. Y se contabilizaba el número de conversiones y bautismos. Y la iglesia (hablo de la católica) se llenaba de orgullo a publicar su número de catecúmenos, las estadísticas de nuevos cristianos, etc.

Leyendo y escuchando ahora esta narración de Mateo, y después de tantos años dentro de la iglesia, me temo que no era acertado ese camino. Por lo menos, no del todo.
Y es que "hacer discípulos" me parece que se refiere más a eso de "guardar todo lo que nos ha mandado", vivir como él, hacer como él, entrar en el reino... Eso sí es hacer discípulos.
Tanto tiempo invertido en aprender de memoria las oraciones, los mandamientos de Dios y de la iglesia, las virtudes teologales, las virtudes cardinales, las obras de misericordia y todas aquellas preguntas del catecismo... Todo como indispensable para hacer la Comunión, como indispensable para formar parte de la comunidad cristiana.
Palabras, palabras, palabras.
Y ahora comprendo que lo que importa es "guardar", vivir, hacer, practicar, acontecer...
Creo que nuestra comunidad cristiana no tiene que acreditarse por lo que "sabe", ni por todas las oraciones que recita, ni por todas las prácticas religiosas y piadosas que completa a lo largo del día o de toda su vida.
Lo que importa es ese "guardar todo lo que nos ha mandado". Y, mira por donde, lo único que nos manda es "amar". Y que vivamos con el estilo de Dios. Y define, según toda su experiencia, como el que ama, el que tiene entrañas de misericordia y compasión, el que no se fija en lo que la persona tiene, que hace salir el sol para buenos y para malos, que no juzga, que no condena... que tiene en cuenta, por encima de todo, a los más humildes, a los desvalidos, a los niños y a las mujeres (y lo decía en aquel tiempo en el que tantos los niños como las mujeres no representaban nada importante y que valiera la pena)... Juan llegó a comprender muy bien todo eso y define a Dios como "amor".

Fernando Mosteiro en su blog comenta esto mismo diciendo:
"La tarea fundamental que les confía es clara: «hacer discípulos» suyos en todos los pueblos. No les manda propiamente a exponer doctrina, sino a trabajar para que el mundo haya hombres y mujeres que vivan como discípulos y discípulas de Jesús. Seguidores que aprendan a vivir como él. Que lo acojan como Maestro y no dejen nunca de aprender a ser libres, justos, solidarios, constructores de un mundo más humano."

De esa manera sí me parece que nos hacemos discípulos de Jesús de Nazaret: construyendo un mundo más justo, más solidario, más humano. Ésa es, me parece a mí, la tarea de nuestra vida. De esta vida que tenemos. Y, creo yo, que precisamente así nos encaminamos hacia la raíz de nuestra vida, Dios, hasta llegar a identificarnos con él en una vida plena. Si a eso le llamamos "ascensión", vale. Pero llegaremos a Él viviendo plenamente nuestra vida de hombres-mujeres marcados por el estilo y manera de hacer de Jesús de Nazaret.

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