Esta fiesta de Reyes me deja confuso.
Recuerdo de años infantiles, con el nerviosismo de la espera, la ilusión que se va a hacer realidad, la novedad, los regalos...
Ahora, en cambio, contemplo la ilusión de mi entorno comprando, preparando, envolviendo los regalos y la mente y el corazón se me va hacia tantos y tantos que no ven jamás un regalo, un detalle.
Y esta fiesta de la Epifanía (manifestación) si algo tiene tendría que ser precisamente eso: una auténtica manifestación de Dios en el otro, en los más pobres y débiles.
O sea, debería tener ojos para ver y comprender que está ahí, delante de mí: en la calle, en la boca del metro, en los suburbios, en los pobres de todo el mundo.
Y me temo que no tengo los ojos tan limpios como para verlo.
Cómo deseo poder contemplar "esa manifestación" y convertirme yo mismo en regalo para alguien.
Así pues, en esta mañana de Reyes cierro los ojos y expreso este gran deseo. Caer en la cuenta de esa grandísima manifestación.
Desde aquí un gran beso y mis mejores deseos para todas esas personas que son la mejor Epifanía de Dios.
domingo, 6 de enero de 2008
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