sábado, 29 de agosto de 2015
lunes, 24 de agosto de 2015
¿También vosotros queréis marcharos?
Domingo 23 de Agosto de 2015
Existe una sensación, iba a decir que generalizada, de cansancio, de desánimo y casi de desesperanza... Y no sólo a nivel social (los políticos, sus reformas, sus trucos y trampas, sus discursos vacíos y todos los medios usados para enriquecerse, para subir, para ganar más...). También en la iglesia (institución) experimentamos ese lento alejamiento hacia unas posiciones tradicionales, ortodoxas, conservadoras que inspiran poco entusiasmo y poquísimo atractivo.
¿No es verdad que, muchas veces, nos dan ganas de abandonar?
Es la pregunta que hace Jesús de Nazaret y que José Antonio Pagola recoge en su comentario al texto de este domingo (23 de agosto): «¿También vosotros queréis marcharos?». Es la pregunta que se nos hace hoy a quienes seguimos en la Iglesia: ¿Qué queremos nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es para seguir a Jesús, acogiendo su espíritu y viviendo a su estilo? ¿Es para trabajar en su proyecto?
La respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Los que se quedan, lo han de hacer por Jesús. Solo por Jesús. Por nada más. Se comprometen con él. El único motivo para permanecer en su grupo es él. Nadie más.
¿Por qué sigues yendo a misa? ¿Por qué continúas participando y estando en una institución que parece que vive de espaldas al mundo de hoy? Imagino que también a otros les han hecho preguntas parecidas... Es el "por qué" de nuestra fe, de nuestro compromiso, de nuestro deseo de seguir adelante.
El texto de Juan pone en boca de Pedro esa respuesta que puede iluminar nuestra decisión y compromiso: "Tú tienes palabras de vida eterna..." Lo que, traducido a nuestro modo de hablar, podría decir: Sólo tú te interesas, de verdad, por la vida de todos nosotros. A tí te importamos. Y tu proyecto, como hombre, como persona, es realmente un proyecto que da vida... Y no una vida para el futuro (para el más allá), sino para ahora. Y ese compromiso con el proyecto del "reino de Dios" es lo que me mantiene dentro y junto con todos aquellos que se sienten llamados a intentar hacer realidad un mundo más justo y solidario en el que la persona sea lo más valioso. Que todas las personas, sobre todo las que ahora mismo viven en niveles que tienen bien poco de humanos.
Y creo que Jesús nos transmite la mejor manera de acercarnos a lo que llamamos "voluntad de Dios", su reino, su sueño y proyecto. Y estoy convencido de que siguiendo tras la huella de Jesús de Nazaret me encontraré, también, con muchísimas otras personas que sueñan y viven con la mente y el corazón puestos en ese horizonte y utopía.
¿A quién íbamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna...
Texto del evangelio de Juan 6, 61-70

sábado, 15 de agosto de 2015
Comer y vivir
Domingo 16 de Agosto de 2015

Todos esos textos forman parte ya de nuestra cultura religiosa y los escuchamos repetir hasta con cierta indiferencia.
Estoy seguro que, también nosotros, nos hacemos la misma pregunta que aquellos que escuchaban estas palabras: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?..."
A pesar de todas las sabias explicaciones que nos han dado los doctores de la iglesia, los santos y los más espirituales, resulta bien difícil de explicar aún apelando al sacramento de la eucaristía.
Creo que nos hemos aferrado a estos textos de una manera literal y dejamos de lado la vida de Jesús de Nazaret, sus actitudes y su modo de entender su proyecto del "reino de Dios".
A partir de textos como éstos de Juan se nos insiste una y mil veces lo importante que es ir a misa, comulgar frecuentemente, alimentarnos de la carne y de la sangre de Cristo... Todo ello rodeado de su contexto de confesión, penitencias, arrepentimiento, purificación y limpieza de nuestra alma. Incluso las actitudes y ceremonias de arrodillarse, inclinarse, cerrar los ojos, recitar toda una serie de oraciones...
Creo que ya he comentado todo esto en otras ocasiones.
¿Es malo todo eso? Por supuesto que no. Acaso toda esa doctrina recibida y que es tradición antigua en la iglesia es falsa? No me atrevería a insinuarlo.
Todo tiene su cultura y su razón. Durante siglos ha ayudado a muchísimos cristianos a vivir más piadosamente, a tener mejor corazón y a poner su mente en Dios y en los demás.
La dificultad que experimento es que, hoy en día, toda esa exposición no me dice nada. Siento como si nos alejara del mensaje central de Jesús de Nazaret. Porque su gran noticia del reino no consiste en centrarse en el culto a su persona, en todo que se hace y celebra en el templo. Y quiero creer que el fondo de todo ese discurso que nos presenta Juan va mucho más allá de las explicaciones literales que hemos recibido.
Voy a transcribir un texto de José Antonio Pagola que hizo comentando este discurso: "Lo decisivo es tener hambre de Jesús. Buscar desde lo más profundo encontrarnos con él. Abrirnos a su verdad para que nos marque con su Espíritu y potencie lo mejor que hay en nosotros. Dejarle que ilumine y transforme zonas de nuestra vida que están todavía sin evangelizar.
Entonces, alimentarnos de Jesús es volver a lo más genuino, lo más simple y más auténtico de su Evangelio; interiorizar sus actitudes más básicas y esenciales; encender en nosotros el instinto de vivir como él; despertar nuestra conciencia de discípulos y seguidores para hacer de él el centro de nuestra vida. Sin cristianos que se alimenten de Jesús, la Iglesia languidece sin remedio..."
Porque alimentarnos de Jesús de Nazaret tiene que ver con eso: Hacer mío su proyecto y tratar de vivir como él. Si la eucaristía que celebramos no nos lleva a eso, estamos jugando en falso. Comer y vivir. Asumir lo que nos muestra y señala y hacerlo vida.
Texto del evangelio de Juan 6, 51-58
sábado, 8 de agosto de 2015
Vida para siempre
Domingo 9 de Agosto de 2015
En la eucaristía de este fin de semana volvemos a tener un texto del evangelio de Juan en el que Jesús de Nazaret sigue comentando el tema de la multiplicación de los panes. Y habla del "pan bajado del cielo", "yo soy el pan vivo...", "el que coma de este pan vivirá para siempre..." , "el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo..."
Es un texto que hemos escuchado en muchas otras ocasiones y ya no nos llama la atención. Nos han comentado que se trata de la eucaristía. En ella está Jesús presente y es el sacramento que nos da la vida eterna, etc.
Supongo que la tradición de tantos siglos tiene un peso tan grande en la vida de la iglesia que es difícil no sentirse condicionado por la misma. Ceremonias, ritos, comentarios y explicaciones, dogmas y sentencias... Y sin embargo...
Me parece que nos hemos centrado en todo lo que dicen los doctores de la iglesia y hemos olvidado y dejado de lado la vida y el estilo de Jesús de Nazaret: Siempre centrado en la gran noticia, el reino de Dios, la nueva manera de vivir en la que lo que importa es la compasión y la ternura... Y a lo largo de su vida (con su modo de actuar y con sus palabras) van desfilando ejemplos como el "buen samaritano", "el padre tierno y amoroso del hijo pródigo", "la acogida a publicanos y prostitutas", "que el hombre es más importante que el sábado", "que sólo si damos de comer al hambriento, de beber al sediento, etc. entramos en el reino de Dios"... Y que Jesús mismo es pan que se da y se entrega. Porque toda su vida y su mensaje se resume en éso precisamente: pan y vino - carne y sangre... Una entrega total a los demás, especialmente a esos que llamamos los últimos, los donnadie, los despreciados y marginados.
Creo que sólo cuando empezamos a comprender ese modo de vivir, somos capaces de captar el sentido profundo de ese "pan bajado del cielo", del pan que nos da vida para siempre...
Porque, al vivir de esa manera, vamos tomando el aire de Dios mismo. Y, con la vida que hemos recibido, nos dirigimos hacia Dios, nuestro padre... aunque no sabemos ni la forma ni la manera. Y tampoco sabemos explicarlo.
José Antonio Pagola indica esto en su comentario: "Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad, seguiremos atrapados en el pasado, viviendo nuestra religión desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para otros tiempos que no son los nuestros."
Y es que, o entramos en la dinámica y modo de hacer de Jesús de Nazaret, o nos quedamos repitiendo palabras, sentencias y discursos que son totalmente ajenos a nuestra vida real.
Texto del evangelio de Juan 6, 41-52
domingo, 2 de agosto de 2015
Yo soy el pan de vida
Domingo 2 de Agosto de 2015

Hoy, el texto de Juan recoge los comentarios que se hacen al día siguiente de la "multiplicación de los panes y los peces". Y en boca de Jesús pone esta frase: –Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
Entonces le dijeron:
–Señor, danos siempre de ese pan.
Jesús les contestó:
–Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.
Y a partir de ahí, hemos centrado nuestra vida y nuestra práctica en el sacramento de la eucaristía como algo mágico, que nos salva de todo, que nos transporta a la vida del cielo y que nos hace prácticamente hijos de la divinidad. De ahí todo el culto fomentado de mil maneras: las exposiciones, las adoraciones, las visitas al santísimo, la riqueza y el arte que rodea los sagrarios, etc.
Me pregunto si, realmente, era éso lo que Jesús de Nazaret proyectaba. ¿Una religión con todos sus ritos, sus adoradores, sus servidores y sacerdotes...? ¿No era volver a la religión del Templo con sus sacrificios y ofrendas?
Comenta José Antonio Pagola: "Después de veinte siglos de cristianismo, ¿no necesitamos descubrir de nuevo que toda la fuerza y la originalidad de la Iglesia está en creer en Jesucristo y seguirlo? ¿No necesitamos pasar de la actitud de adeptos de una religión de «creencias» y de «prácticas» a vivir como discípulos de Jesús?
La identidad cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Jesús el Cristo. Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús."
En estos últimos días hemos acompañado a un familiar en sus últimos días de enfermedad y de muerte. Una persona muy religiosa y devota, de gran fe y de gran entrega para que nada había más importante que sus oraciones y sus misas. Fiel discípula de lo que siempre se ha predicado y recomendado... No me cabe ninguna duda de que Dios (al que llamamos papá) la ha acogido y que ha alcanzado eso que llamamos "vida eterna" sea lo que sea lo que ello significa.
Pero yo me preguntaba si la orientación que nos da Jesús de Nazaret coincide con todo eso. Y no puedo menos de pensar que los muchos siglos de tradición en la iglesia ha ido distorsionando algo tan claro y diáfano como la propuesta de nuestro Maestro: "Convertíos y creed en la buena noticia... El trabajo que Dios quiere (de todos nosotros) es que creamos en el que nos ha enviado... Y hacer lo que Dios quiere es: Dar de comer el hambriento, de beber al sediento, acoger al necesitado, visitar al enfermo... Y si no lo hacemos, añade Jesús, nos dirá "no os conozco". En cambio, si lo hacemos es como recibir auténtico "pan del cielo". Y ya no tendremos más hambre o sed. Nosotros mismos seremos el hambre y la sed de los hermanos más débiles y marginados. Y nos convertiremos en pan y sangre, en comunión, en nueva vida en medio de este mundo, de esta sociedad tan rica y tan consumidora; pero tan hambrienta y sedienta. Y los hermanos (esos que no cuentan para nada y no son nadie), los muertos de hambre, comerán y reirán celebrando la vida que "Dios nos da".
En estos últimos días hemos acompañado a un familiar en sus últimos días de enfermedad y de muerte. Una persona muy religiosa y devota, de gran fe y de gran entrega para que nada había más importante que sus oraciones y sus misas. Fiel discípula de lo que siempre se ha predicado y recomendado... No me cabe ninguna duda de que Dios (al que llamamos papá) la ha acogido y que ha alcanzado eso que llamamos "vida eterna" sea lo que sea lo que ello significa.
Pero yo me preguntaba si la orientación que nos da Jesús de Nazaret coincide con todo eso. Y no puedo menos de pensar que los muchos siglos de tradición en la iglesia ha ido distorsionando algo tan claro y diáfano como la propuesta de nuestro Maestro: "Convertíos y creed en la buena noticia... El trabajo que Dios quiere (de todos nosotros) es que creamos en el que nos ha enviado... Y hacer lo que Dios quiere es: Dar de comer el hambriento, de beber al sediento, acoger al necesitado, visitar al enfermo... Y si no lo hacemos, añade Jesús, nos dirá "no os conozco". En cambio, si lo hacemos es como recibir auténtico "pan del cielo". Y ya no tendremos más hambre o sed. Nosotros mismos seremos el hambre y la sed de los hermanos más débiles y marginados. Y nos convertiremos en pan y sangre, en comunión, en nueva vida en medio de este mundo, de esta sociedad tan rica y tan consumidora; pero tan hambrienta y sedienta. Y los hermanos (esos que no cuentan para nada y no son nadie), los muertos de hambre, comerán y reirán celebrando la vida que "Dios nos da".
Texto del evangelio de Juan 6, 24-35
domingo, 26 de julio de 2015
Aprender a compartir
Domingo 26 de Julio de 2015.
El texto del evangelio de Juan que nos han ofrecido en la eucaristía de este domingo es el de la "multiplicación de los panes y los peces". Resulta tan conocido que muchísima gente, sin necesidad de ir a misa, lo tiene recogido como anécdota. Y me temo que a muchísimos de los que somos habituales en la iglesia también se nos ha quedado más la narración misma sin llegar a entender de verdad el sentido de la acción de Jesús de Nazaret.
La semana pasada comentaba la frase de Jesús al decir que le "daba lástima de la gente que andaba como ovejas sin pastor"... Nuestra sociedad, nuestro mundo, anda teledirigida y gobernada por los hilos del poder, del dinero, de los grandes y prepotentes. Y tenemos el peligro constante de guiar nuestra vida y nuestra actividad basándonos en lo que ellos nos indican a través de todos los medios de comunicación...
De ahí el grito del Papa Francisco en Bolivia: “La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero”... “Las famosas “tres T”: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra”...
Entiendo que el sentido profundo de la vida y de la acción de Jesús de Nazaret va precisamente en esa línea: El hombre es más importante que el sábado. Y decir el "sábado" era decir la religión misma. Por encima del dinero, del poder, de la gran empresa, de los negocios, de los beneficios... de la religión y todo lo que ella supone.
Eso es fuerte, verdad?
Nos parece demasiado radical. Hasta nos tacharían de comunistas o de izquierda radical. Pero es evangelio, es el proyecto de Jesús de Nazaret.
El siguiente paso es qué hacer... En la narración del evangelio Felipe se lo plantea a Jesús. Lo comenta José Antonio Pagola: "Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero...
Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».
La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?"...
Me quedo con esa pregunta. Y quiero convertirla en reflexión y momento de oración.
Cada vez que participo en la eucaristía escucho atentamente las palabras que se dicen al partir el pan: "Tomad y comed, éste es mi cuerpo..." y trato de tomar conciencia de lo que significó para los primeros seguidores de Jesús de Nazaret que "ponían todo en común", que hasta la gente comentaba cuánto se querían... Entonces el encuentro con los hermanos en la "cena del Señor" tenía la fuerza increíble de revivir las palabras del Maestro y ánimo renovado para compartir y mirar con ojos nuevos a los pobres y marginados, a los despreciados, a los últimos, a los más débiles...
¿Quién nos va a enseñar a compartir?
Desde luego, no soy nadie; pero enséñame a compartir lo poco que soy y tengo.

La semana pasada comentaba la frase de Jesús al decir que le "daba lástima de la gente que andaba como ovejas sin pastor"... Nuestra sociedad, nuestro mundo, anda teledirigida y gobernada por los hilos del poder, del dinero, de los grandes y prepotentes. Y tenemos el peligro constante de guiar nuestra vida y nuestra actividad basándonos en lo que ellos nos indican a través de todos los medios de comunicación...
De ahí el grito del Papa Francisco en Bolivia: “La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero”... “Las famosas “tres T”: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra”...Entiendo que el sentido profundo de la vida y de la acción de Jesús de Nazaret va precisamente en esa línea: El hombre es más importante que el sábado. Y decir el "sábado" era decir la religión misma. Por encima del dinero, del poder, de la gran empresa, de los negocios, de los beneficios... de la religión y todo lo que ella supone.
Eso es fuerte, verdad?
Nos parece demasiado radical. Hasta nos tacharían de comunistas o de izquierda radical. Pero es evangelio, es el proyecto de Jesús de Nazaret.
El siguiente paso es qué hacer... En la narración del evangelio Felipe se lo plantea a Jesús. Lo comenta José Antonio Pagola: "Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero...
Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».
La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?"...
Me quedo con esa pregunta. Y quiero convertirla en reflexión y momento de oración.Cada vez que participo en la eucaristía escucho atentamente las palabras que se dicen al partir el pan: "Tomad y comed, éste es mi cuerpo..." y trato de tomar conciencia de lo que significó para los primeros seguidores de Jesús de Nazaret que "ponían todo en común", que hasta la gente comentaba cuánto se querían... Entonces el encuentro con los hermanos en la "cena del Señor" tenía la fuerza increíble de revivir las palabras del Maestro y ánimo renovado para compartir y mirar con ojos nuevos a los pobres y marginados, a los despreciados, a los últimos, a los más débiles...
¿Quién nos va a enseñar a compartir?
Desde luego, no soy nadie; pero enséñame a compartir lo poco que soy y tengo.
Texto del evangelio de Juan 6, 1-15
sábado, 18 de julio de 2015
Desorientados, sin saber qué hacer
Domingo 19 de Julio de 2015
El texto que se nos propone en la eucaristía de este domingo (tomado del evangelio de Marcos) nos dice que Jesús de Nazaret vio una multitud de gente deseosa de orientación y respuestas... Y sintió lástima de ella porque andaban "como ovejas sin pastor".
Me pregunto si la multitud de nuestras iglesias, la gente que se dice cristiana y seguidora de Jesús, no andamos también así medio perdidos y desorientados.
Y resulta paradójico que después de tantos sermones y explicaciones, después de tanta práctica religiosa y devociones, mantengamos una gran cantidad de incógnitas e interrogantes.
Nuestro mundo, nuestra sociedad, pone ante nuestros ojos un sinfín de cuestiones y situaciones que nos desbordan y casi casi nos paralizan: El hambre de tantísima gente, la miseria de muchas familias sin trabajo y sin medios, la marginación y desprecio hacia los más débiles, los inmigrantes... Y todo eso al tiempo que muchos políticos, banqueros, administradores y gestores de los bienes de las naciones ni perciben la existencia de todas esas personas.
Los medios de comunicación nos llenan la cabeza y los ojos de noticias y de imágenes que ensalzan el poder del dinero, de la belleza, de la fama, de grandes mansiones... Cosas todas ellas "imprescindibles y necesarias para ser feliz"...
El proyecto de Jesús de Nazaret nos habla de "conversión", de cambiar nuestro modo de mirar, de valorar algo tan diferente como es la persona, los hombres y mujeres que encontramos, en especial a todos esos que no pintan nada en esta sociedad.
Y tomo prestadas a José Antonio Pagola estas palabras: "hemos de aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos y muchas. La compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren."
Quizás el primer paso sería precisamente ése: Mirar atentamente... Un mínimo de contemplación ante todos esos hombres y mujeres de la última fila, los sin medios, los que apenas tienen otra cosa que su aliento y respiración, para decirnos que son personas.
Texto del evangelio de Marcos 6, 30-34
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