sábado, 30 de mayo de 2015
domingo, 24 de mayo de 2015
Su aliento
Domingo de Pentecostés
Domingo 24 de Mayo de 2015
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En la reunión y asamblea del día de hoy nos explican que es un día especial. Es la fiesta de Pentecostés. Y nos comentan lo del Espíritu Santo. Que los discípulos de Jesús lo recibieron ese día y que nosotros también lo recibimos el día de nuestra confirmación.
Además, en la misma ceremonia de la misa (estuve ayer por la noche), algunos jóvenes fueron "confirmados".
A partir de ahí, estaba yo reflexionando: ¿Es realmente así? ¿No estaremos simplificando demasiado las cosas? Se recitan unas palabras mientras nos bautizan... y ¡ya estamos salvados! Otra fórmula y una unción con aceite y ¡ya está! Ya tenemos el espíritu santo... ¿Eso es todo?
Me temo que no. Jesús no hacía magia. Jesús de Nazaret, a través de su vida, de sus actos y de sus palabras, desea introducirnos en un nuevo estilo de vida, en un modo distinto de ser hombres y mujeres.
Nos lo dice en las parábolas. Nos lo proclama en las "bienaventuranzas"... Ahí está su proyecto, ese proyecto de Dios que parece que pone las cosas del revés. No dice: "felices los ricos"; "felices los que tienen muchas casas o mucho dinero"; "felices los que tienen mucho poder"; "felices los que son admirados por todos, los que son como dioses"... Jesús de Nazaret nos invita a enfocar nuestro deseo y nuestro mundo de manera que máximo deseo y aspiración ya no somos nosotros, sino nuestro prójimo.
Y, después de la gran prueba de la pasión y muerte, el texto del evangelio nos hace ver que los seguidores de Jesús, por fin, lo han comprendido. Les da su paz y "exhala su aliento sobre ellos"... Es toda una manera nueva de respirar, de vivir, de ver las cosas.
En los textos del autor que leía hace un tiempo, Galarreta, hablaba del espíritu santo como del "viento de Dios", su modo de respirar... Siempre es mejor que tratar de "explicar" lo inexplicable: que si la tercera persona de la trinidad, que si qué sé yo...
Me creo que, únicamente, cuando intentamos escuchar y poner atención a ese "aliento" de Jesús de Nazaret (o de Dios mismo) y nuestras aspiraciones y deseos se acercan a los de las bienaventuranzas o proyecto de Jesús, entonces comenzaremos a sentir ese viento de Dios, esa manera nueva que nos pondrá como locos porque nuestra felicidad estará puesta en los hermanos y hermanas que más lo necesitan... "porque de ellos es el reino de Dios".
Texto del evangelio de Juan 20, 19-23viernes, 15 de mayo de 2015
Proclamad el evangelio
La Ascensión del Señor
Domingo 17 de Mayo de 2015
Esta semana me adelanto a la celebración de la eucaristía del domingo porque estaré fuera de viaje. Y estaba reflexionando sobre esa palabra: "Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación..."
Y le doy vueltas y me quedo pensando... (como si Jesús me lo dijera a mí personalmente).
Id al mundo entero... No importa donde estés, ni donde te encuentres. Qué más da lo que seas o el oficio que tengas. Da igual el color de tu piel o la lengua que hables.
Lo que importa es lo que sigue: ..."proclama el evangelio" = proclama la buena noticia.
Ésa es la cuestión.
¿Qué buena noticia?
Tal vez, después de tantos años (tantos siglos, en realidad), nos hemos quedado con muchas palabras y con pocas buenas noticias. O quizás ya no tenemos ninguna "buena noticia".
Mientras lo escribo me doy cuenta de que tengo que volver una y otra vez a "escuchar" el mensaje de Jesús de Nazaret.
Cuando le preguntan a Jesús: "Eres tú el Mesías que ha de venir a salvarnos o esperamos a otro?" Eres tú la "buena noticia" que esperamos? Jesús no les responde con una explicación larga y profunda, no les hace un sermón. Simplemente les dice: "Id y decid a Juan: Los ciegos ven, los cojos andan, los muertos resucitan y los pobres reciben la buena noticia..."
Hoy qué proclamamos nosotros? Las obras y las palabras de Jesús anuncian una vida nueva, una humanidad diferente. Son obras y palabras de vida, de salud, de acogida, de solidaridad y ternura. Algo que vence la miseria, la pobreza, la injusticia, la muerte en vida de tantos hombres y mujeres.
Y al afirmar todo eso está diciendo que, precisamente, eso es lo que Dios quiere. Por encima de todo. De ahí que ponga por delante a los más débiles, a los marginados, a los oprimidos, a los que sufren hambre y sed, a los que no tienen para vestirse, a los que sufren violencia... Y llega a decir que "el hombre es antes que el sábado", antes que la iglesia, que los rezos y oraciones, que los ritos y las devociones.
Sí, necesito reunirme con los hermanos en la eucaristía para recordar todo esto de Jesús de Nazaret, para cobrar fuerzas, para no desanimarme, para confirmar que quiero seguir a Jesús y su estilo de vida. Eso está claro. Pero el mensaje: "Id y proclamad la buena noticia..." es comenzar a vivir esa nueva humanidad en la que lo más importante es recuperar al hombre y a la mujer en lo que tienen de más humano, más tierno y compasivo. Ya nos lo decía la semana pasada: el amor.
Y le doy vueltas y me quedo pensando... (como si Jesús me lo dijera a mí personalmente).
Id al mundo entero... No importa donde estés, ni donde te encuentres. Qué más da lo que seas o el oficio que tengas. Da igual el color de tu piel o la lengua que hables.
Lo que importa es lo que sigue: ..."proclama el evangelio" = proclama la buena noticia.
Ésa es la cuestión.
¿Qué buena noticia?
Tal vez, después de tantos años (tantos siglos, en realidad), nos hemos quedado con muchas palabras y con pocas buenas noticias. O quizás ya no tenemos ninguna "buena noticia".
Mientras lo escribo me doy cuenta de que tengo que volver una y otra vez a "escuchar" el mensaje de Jesús de Nazaret.
Cuando le preguntan a Jesús: "Eres tú el Mesías que ha de venir a salvarnos o esperamos a otro?" Eres tú la "buena noticia" que esperamos? Jesús no les responde con una explicación larga y profunda, no les hace un sermón. Simplemente les dice: "Id y decid a Juan: Los ciegos ven, los cojos andan, los muertos resucitan y los pobres reciben la buena noticia..."
Hoy qué proclamamos nosotros? Las obras y las palabras de Jesús anuncian una vida nueva, una humanidad diferente. Son obras y palabras de vida, de salud, de acogida, de solidaridad y ternura. Algo que vence la miseria, la pobreza, la injusticia, la muerte en vida de tantos hombres y mujeres.
Y al afirmar todo eso está diciendo que, precisamente, eso es lo que Dios quiere. Por encima de todo. De ahí que ponga por delante a los más débiles, a los marginados, a los oprimidos, a los que sufren hambre y sed, a los que no tienen para vestirse, a los que sufren violencia... Y llega a decir que "el hombre es antes que el sábado", antes que la iglesia, que los rezos y oraciones, que los ritos y las devociones.
Sí, necesito reunirme con los hermanos en la eucaristía para recordar todo esto de Jesús de Nazaret, para cobrar fuerzas, para no desanimarme, para confirmar que quiero seguir a Jesús y su estilo de vida. Eso está claro. Pero el mensaje: "Id y proclamad la buena noticia..." es comenzar a vivir esa nueva humanidad en la que lo más importante es recuperar al hombre y a la mujer en lo que tienen de más humano, más tierno y compasivo. Ya nos lo decía la semana pasada: el amor.
Texto del evangelio de Marcos 16, 15-20
domingo, 10 de mayo de 2015
Que os améis!
Domingo 10 de Mayo de 2015

Jesús de Nazaret, a lo largo de toda su vida, nos anuncia la buena noticia de Dios: Cómo lo experimenta él mismo, cómo lo vive. Y se trata de Dios como "Abbá"= papá o mamá... Una experiencia tan especial que quiere expresar en todas las parábolas... Nada de "Señor Todopoderoso" o "Creador del Universo" o "Juez de todas las criaturas"... Y las imágenes (tan cercanas y fáciles de entender) nos muestran al "pastor", a la "mujer" que busca la moneda, al "padre" que celebra la vuelta del hijo, los lirios del campo, los pájaros del cielo...
A Juan se le quedó tan grabado! Y en un alarde define a Dios como "amor". Así, sin más!
Una vez más diría que, especialmente entre los cristianos, nos encontramos con una palabra que ha perdido el sabor. Escuchamos las palabras de Juan en la iglesia, en la celebración de la eucaristía, y nos saben a eso, a iglesia, a cosa religiosa...; pero son palabras sin fuerza, sin emoción, sin sangre. Y se habla, también, de mandamiento. Algo tan contrario a la dinámica misma del amor. Lo que nos hace ver lo alejados que andamos de la vida real, de la vida de hombres y mujeres que "aman". Un sentimiento y una fuerza que nos conmueve y nos transforma, que nos hace vibrar y nos hace temblar por dentro, que ilumina nuestra mirada y nos llena de una vida especial...
Que os améis! Con un amor que es carne y sangre, es pan y vino, es entrega y solidaridad, es compasión y ternura...
Y volvemos a las palabras de Jesús de Nazaret: "Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba enfermo y me visitaste..."
Quiero recordar un texto y comentario de José María del Castillo en el que dice que "encontramos a Dios al humanizarnos". Porque no es que nos hagamos "divinos" al seguir los pasos de Jesús; sino que simplemente nos hacemos más humanos. Al estilo de Dios, nuestro papá. Al estilo de Jesús, nuestro Maestro.
Diría que si amamos, nos hacemos más humanos. Igualmente diría que sólo el amor me hace más hombre, más mujer, más persona... Y todo lo que me aleja del amor, de la compasión, de la ternura, de la solidaridad, eso es lo "inhumano" que hay en mí. Es la enfermedad que nos deshumaniza (la ambición, el deseo de poder, el afán de dinero, de ser más que los demás, el tener más y más...).
"¡Que os améis!"
Así, sin más. Ése es el camino de nuestra Maestro, Jesús de Nazaret.
Y si nuestra mayor aspiración es "ser más humanos", ése es el modo de conseguirlo
José Antonio Pagola comenta: "Ser cristiano no es en primer lugar un asunto doctrinal, sino una cuestión de amor." Y añade: "Jesús no presenta este mandato del amor como una ley que ha de regir nuestra vida haciéndola más dura y pesada, sino como una fuente de alegría: «Os hablo de esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud».También eso de la alegría es otro detalle. Me temo que el ambiente de iglesia no es precisamente "alegre". Todo resulta demasiado serio, demasiado solemne, demasiado religioso ... Parece hasta triste.
¿Recordáis cómo se comportan dos personas enamoradas? Ni serias, ni solemnes, ni religiosas, ni siguiendo normas...
"Que os améis!"
Texto del evangelio de Juan 15, 9-17
domingo, 3 de mayo de 2015
La gloria de mi padre: que deis fruto abundante
Domingo 3 de Mayo de 2015
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A pesar de todo el discurso elaborado de este texto del evangelio de Juan (cap.15, 1-8), nuevamente nos encontramos con una parábola de Jesús: La vid y los sarmientos...
Y nos dice que Dios es el labrador y que él es la vid... Y que si nosotros estamos unidos a él, daremos mucho fruto. Ésa es la gloria del padre: que demos fruto abundante.
Me gusta pensar e imaginarme a Jesús de Nazaret hablándome así: en parábolas, en ese lenguaje sencillo que hasta las personas más humildes, las que menos han estudiado pueden entender fácilmente.
Y me disgusta el lenguaje de los "entendidos", de los "sabios" y de los "maestros" que pretenden (seguramente sin querer o sin darse cuenta) saber más que Jesús de Nazaret y explicarnos cómo nos hacemos casi divinos por medio de los ritos o de los sacramentos y casi casi podemos flotar por encima de las cosas de este mundo...
¿Acaso no es más fácil de entender lo de la vid y los sarmientos?
Si se reconoce a una persona como "hijo/hija de Dios" cuando da de comer al hambriento, de beber al sediento, visitar al enfermo, visitar a que está en la cárcel..., algo tan fácil de entender y tan "material", algo que afecta a nuestra carne y a nuestra sangre... ¿No querrá decir eso que lo que Dios quiere es una humanidad más compasiva, más tierna, más llena de solidaridad, más "material"?
Y no olvidemos que la buena, buenísima noticia de Jesús de Nazaret es que Dios (el Omnipotente, el Señor de los Ejércitos, el Juez Supremo, el Creador...) es, por encima de todo, nuestro Abbá= nuestro papá o nuestra mamá. Y que lo que quiere es que nos amemos. Y, como dice Juan en una de sus cartas, que nos amemos "de verdad". Y cuando decimos amor, no nos referimos a palabras espirituales y bonitas; sino a actos que afectan realmente a nuestra carne y a nuestra sangre. Es nuestra humanidad la que tiene que estar implicada sin las divisiones filosóficas de alma y cuerpo o carne y espíritu.
Qué bueno es que nos agarremos a las parábolas de Jesús de Nazaret, que le escuchemos a él.
Comenta José Antonio Pagola: "Se cristiano exige hoy una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y una pasión por su proyecto..."
Somos seguidores de Jesús de Nazaret. No de Pablo ni de Pedro, ni de Juan, ni de un Papa, ni de un doctor... No! Mi fe es en Jesús de Nazaret, el mismo que pasó haciendo el bien y curando a todos..., el de las parábolas, el terminó tan horriblemente mal en la cruz... El mismo en quien creo que "vive en Dios" y que se hace presente en la vida de sus seguidores. Y al que sentimos presente en nuestro encuentro o celebración de la "Cena del Señor"...
Viviendo y actuando así damos gloria a nuestro padre... Nuestra vida, llena de compasión, de ternura y solidaridad, llena de risa la cara de nuestro papá o de nuestra mamá. Y es su gloria.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 15, 1-8
sábado, 25 de abril de 2015
Hablando en parábolas
Domingo 26 de Abril de 2015
Escucho, una vez más, la parábola del buen pastor. Ya me la sé de memoria. Cuántas veces la habré escuchado!
Quizás lo malo de nosotros es eso: que nos hemos acostumbrado y hemos perdido la frescura y el significado de las parábolas.
Nosotros, gentes de ciudad o de otra cultura, no tenemos en nuestra mente ni en nuestra sensibilidad la figura del "pastor", ni la figura de la "oveja"...Y, con eso, se nos fue toda la profundidad de las palabras del Maestro.
Nuestra torpeza nos ha llevado (guiados por los "ilustres doctores" de la iglesia) a tomar al pie de la letra las parábolas y, para más exageración, aplicarlas a otros seguidores de Jesús dándoles el papel de "pastores"... que, en más de una ocasión, se han convertido en "dueños y dominadores" de las ovejas llegando a ponerse "en el lugar mismo de Dios".
Jesús de Nazaret habría soltado una carcajada e incluso habría llegado a enfadarse como cuando la madre de dos discípulos le pidió que les diera los dos primeros puestos en su reino...
Hablando en parábolas.
¿Cómo hablar o explicar lo que nadie ha visto ni oído? ¿Como hablar del reino de Dios? ¿Cómo expresar la manera y estilo de Dios?
Así son las parábolas: "Se parece el reino de Dios..." "Es semejante a..."
Y surgen las imágenes: el grano de trigo, el racimo de uva, el padre bueno, el pastor bueno, la levadura, el campo sembrado... Todas esas cosas que la gente veía siempre y entendía tan bien.
Y la madre que saca adelante a sus hijos. El viento que sopla y no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Y los lirios del campo o los pájaros...
El evangelio de Juan aplica la parábola del pastor bueno al mismo Jesús de Nazaret. Porque su vida entera y sus hechos fueron así: Como el pastor que cuida y se desvela por sus ovejas. Como la madre que lucha y pelea por sus hijos, por sacarlos adelante. Y los niños conocen bien a su mamá. Y saben de esa ternura "infinita" que alberga su corazón...
En la vida de Jesús aparece una constante: "curar, sanar, liberar..." Que tenga vida. Que sean felices. Que la persona es más importante que el sábado (la gran fiesta en honor de Dios)... Y si se trata de los pobres, los infelices, los marginados, los despreciados, los sin-papeles, los extranjeros sin documentos... Dice que son los preferidos de Dios!
Así era y así se comportaba como "el pastor bueno". Y así llegó hasta el final en que le arrebataron la vida colgándolo de la cruz, matándolo como a un renegado, revolucionario, blasfemo... Como a un esclavo.
A eso nos llama nuestro Maestro: a vivir como él. Nada de proclamarnos "pastores" o superiores a otras personas. No! Llamados a dar la vida, a entregarla poco a poco o de golpe; pero sí a convertirnos en granos de trigo (para formar el pan que da vida), o granos de uva (para formar el vino que alegra y consuela a los demás)...
Me quedo mirando y pensando en Jesús... Con qué sencillez nos empuja en esa dirección. A intentar vivir al estilo y manera del "reino de Dios"... ¿Cómo sería nuestra vida, nuestra sociedad y nuestro mundo si yo mismo comenzara a ser "pan y vino" para los demás...?
Texto del evangelio de Juan 10, 11-18
domingo, 19 de abril de 2015
Reconocieron a Jesús en el partir el pan
Domingo 19 de Abril de 2015
El texto de la Eucaristía de este domingo, tomado del evangelio de Lucas, abunda en los detalles que hicieron que aquellos hombres y mujeres volvieran a encontrar a Jesús de Nazaret. Fue experimentar que Jesús seguía ahí, vivo entre ellos (de alguna manera que no sabemos explicar), y eso les impulsaba a proclamar ante todos que, a pesar del desastre de la cruz (con ese final tan horrible), creían en su mensaje, en su vida y en sus palabras...
Hoy, tantos años después, nosotros también decimos que creemos en él, que somos sus seguidores. Y me pregunto en qué reconozco yo a Jesús de Nazaret.
Tal vez las ceremonias celebradas en la iglesia. Quizás las charlas o predicaciones de alguien. O a lo mejor las grandes manifestaciones que se pueden dar en Roma (alrededor del Papa) o en otros lugares famosos. Quien sabe si no ha sido en el silencio de algún claustro de monasterio o en la penumbra de una catedral...
¿En qué lo reconozco yo?
Y cuando digo reconocer, significa volver a encontrar a aquel hombre, Jesús de Nazaret, que proclama la Buena Noticia del reino de Dios; que nos invita a cambiar de estilo de vida, que nos explica en forma de parábolas cómo es Dios y cuál es su proyecto de vida para todos hombres y mujeres... Resentirlo y dejar que me afecte, que me arrastre y cambie mi escala de valores.
Los discípulos seguidores suyos que se iban a Emaús lo reconocieron en el partir del pan... Y ese signo (tan común y tan ordinario) se convirtió en la "señal", en el signo más íntimo y más cercano al Maestro: "La cena del Señor". El partir el pan. Partir y compartir los bienes, la vida, el deseo de seguirle. En ese signo se le recordaba y se retomaban fuerzas para mantener el compromiso y el nuevo estilo de vida.
Hoy en día la mayoría de nuestras celebraciones de la Eucaristía se han convertido en ceremonias, en culto, en algo que celebran y realizan los "protagonistas" del mismo: los sacerdotes. Igual a como lo hacen en todas las religiones de la humanidad. Rodeadas de adornos y vestiduras especiales, utilizando un lenguaje totalmente alejado de nuestro vocabulario y de nuestra realidad, me obligan a hacer un gran esfuerzo mental para reconocer en ellas a Jesús de Nazaret. No! Seguro que aquellos grupos o comunidades de seguidores tampoco lo reconocerían si se acercaran hoy hasta nuestras iglesias.
La vida, los gestos y las palabras de Jesús forman una unidad. No son cosas que podamos separar como si fueran aspectos o detalles distintos.
Su mensaje, fiel hasta la misma cruz; sus gestos (en las comidas, en los encuentros, en la atención y curación de enfermos); su vida (atenta a los más pequeños, a todo lo que nos rodea) que nos enseña a ver y percibir la ternura y atenta mirada de Dios que nos quiere como una madre ama y cuida a sus hijos; o como el pastor que sale a buscar la oveja perdida; o como el padre que celebra la vuelta a la vida del hijo perdido... Todo eso es lo que se celebra en la "cena del Señor". Es lo que celebraba en las comidas, en su compartir con sus seguidores... Comed este pan y bebed este vino en recuerdo mío... Un recuerdo actualizado y reforzado al repetir el gesto. Y de ahí tengo que sacar nuevas fuerzas y nuevo ánimo para seguirle, para convertirme yo mismo en pan y vino y darme a los demás a fin de continuar el proyecto de nuestro padre.
Texto del evangelio de San Lucas 24, 35-48
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