domingo, 25 de mayo de 2014

Obras son amores

Domingo 25 de Mayo de 2014

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Mes gusta el refrán castellano: "Obras son amores y no buenas razones".
En la eucaristía de hoy nos enredaron hablando de la Santísima Trinidad y del Espíritu Santo... y apenas si nos comentaron esa palabra de Jesús: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos..."
Y no me refiero a los mandamientos tal como nos los han enseñado. No, es su palabra, su buena noticia, su llamada al cambio y conversión para convertirnos en criaturas nuevas que, ante todo, piensan y sueñan con un mundo más justo y solidario, que aspiran a una vida llena de compasión y ternura dispuesta a compartir y a dar incluso la vida por los hermanos.
Entiendo que cuando intentamos vivir de esa manera, Dios nos regala su aliento (que es su espíritu) y nos convertimos en hijos suyos, en la nueva humanidad. Y eso es lo que tiene que caracterizar a toda comunidad de seguidores de Jesús. Todo lo demás son elucubraciones de los hombres que según su saber y su cultura razonan e imaginan lo que jamás han visto. Y, desgraciadamente, proclamamos y convertimos en "palabra de Dios" lo que sólo es un producto de la pequeña mente humana.
"El que me ama..." = El que quiere seguir el camino del Maestro. De verdad, en serio.
"Guardará mis mandamientos" = Y el Maestro señala al prójimo, a los desvalidos, a los más pobres, a los humildes y despreciados, al que sufre, al oprimido... (Tuve hambre... Tuve sed... Estaba desnudo... Estaba en la cárcel...). Amar! Amar de verdad, no sólo con el pensamiento. Amar que es una entrega y un servicio, que es ayuda y solidaridad, que es compasión y ternura...
Obras son amores, y no buenas razones!
Texto del evangelio de Juan (14,15-21)

domingo, 18 de mayo de 2014

Yo soy el camino

Domingo 18 de Mayo de 2014.

Odres Nuevos - Evangelio 18_de_mayo_2014_color
Me gusta el detalle del título de José Antonio Pagola: "No te pierdas, yo soy el camino" (Y voy hacia el sur...)".
A mi modo de entender eso es precisamente lo que centra el mensaje de Jesús. Cuando nos habla y nos dice que él es el camino, sólo le falta decirnos que el camino es el hombre, el hermano, el que está a nuestro lado... Y casi siempre lo encontraremos en el "sur", en esas zonas y lugares en los que se amontona la humanidad, en los que abunda la miseria, la marginalidad, el desamparo, la falta de trabajo, la pobreza y el hambre... Todos los elementos que nos muestran la inhumanidad de una sociedad, de un mundo que adora el poder y el dinero y todo lo que puede dar, al tiempo que olvida a sus semejantes.
En nuestros encuentros de iglesia, en nuestras eucaristías, casi sin darnos cuenta nos quedamos mirando el cielo, añorando al Maestro y suspirando por el mundo del más allá. Y cuando nos dice que Él es el camino sólo acertamos a pensar que es el Hijo de Dios, que tiene palabras de vida eterna, que es el Señor, que sólo Él tiene la verdad, que sólo Él nos puede salvar... Y con esa nostalgia nos volvemos a nuestras casas y a nuestras rutinas...
Y nos olvidamos de su mensaje principal, de la buena noticia, de la conversión hacia los hermanos, de la compasión y la ternura, de que si no nos volcamos en los más débiles y necesitados jamás encontraremos el camino ni a nuestro Maestro.
Y en medio de tanta predicación y comentarios volvemos a repetir la petición de Tomás: "Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?..."
Rezo a Dios, nuestro padre, para que nos mande su aliento que nos permita entender el camino que nos señala Jesús. Amén.
Texto del evangelio de Juan (14,1-12)


domingo, 11 de mayo de 2014

Para que tengan vida y la tengan abundante

Domingo 11 de Mayo de 2014

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Odres Nuevos Evangelio 11 MAYO COLOR
El texto que nos han leído en la eucaristía de este domingo está tomado del evangelio de Juan y habla del Buen Pastor: su voz, conoce a sus ovejas, las llama por su nombre... Él es la puerta.
Sí, he escuchado el comentario muchas veces. Incluso he llegado a escuchar la importancia de los sacerdotes como "pastores" de la iglesia, de la comunidad de seguidores de Jesús.
Nos lo repitieron tantas veces que ya hemos asumido que la comunidad cristiana es como es: la jerarquía, los sacerdotes, los religiosos y finalmente los laicos. Somos el rebaño, los que tenemos que escuchar, los que decimos Amén.
¿Pero tiene que ser así? ¿Es realmente lo que quería decirnos Jesús, el Maestro?
Juan y los primeros seguidores hicieron una lectura de su palabra de acuerdo a sus tiempos, a su cultura, a su modo de entender. ¿Cómo lo entendemos hoy?
A mi me llama la atención su palabra final, algo así como su objetivo y finalidad: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante".
Cuando escuchamos su primer anuncio del reino de Dios, su buena noticia, es para hablarnos de una nueva vida, de un mundo y una sociedad más humana, más tierna y compasiva, más solidaria y justa. Se trata de la vida. Que los últimos, los olvidados, los oprimidos, los despreciados, los desheredados de esta tierra... sientan que Dios está de su parte, que nos los olvida, que lo que más desea es un mundo tan diferente... Y a esa tarea nos invita a todos sus seguidores. Que sea lo que más nos preocupa, lo que llevamos en nuestro corazón.
Y al escuchar hoy esa palabra siento que me remite, de nuevo, a su primer anuncio: el reino de Dios. Que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Una vida llena de compasión y ternura y en la que la fracción del pan, la eucaristía, el compartir es como el símbolo y el punto en el que encontramos la fuerza para intentar vivir esa vida a la que estamos invitados.
Texto del evangelio de Juan (10,1-10)

domingo, 4 de mayo de 2014

Al partir el pan

Camino de Emaús

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Odres Nuevos Evangelio 4 de mayo 2014 color
Frecuentemente la participación en la eucaristía del domingo resulta tan anodino y tan sin relieve que nos devuelve a la realidad de nuestras vidas sin sorpresas, sin ese algo que signifique el encuentro apasionante que nos cambia y nos motiva...
Camino de Emaús. Así les pasaba a aquellos discípulos de Jesús. Ellos se iban de Jerusalén con toda la carga y el peso de la pasión, del final, de la derrota. "Nosotros esperábamos..."
La diferencia enorme es que el Maestro les hace ver una historia diferente. Toda la pasión, el sufrimiento y la muerte aparecen en una lectura diferente. "¿No era necesario que padeciera...?" Lo que importa es el reino de Dios que sigue adelante... Y así entramos en la nueva vida, en la gloria de Dios.
Es verdad que se nos habla de que "venció la muerte" y "el pecado" y así nos salva a todos; pero hablamos de ello de forma tan espiritual que me temo que ya no entendemos nada de nada.
Jesús, con su palabra y con su vida, nos señala el camino hacia el reino, hacia la vida nueva de Dios. Y, precisamente debido a ese compromiso y a esa entrega, Jesús pasó por el sufrimiento, por el dolor, por la acusación, la condena y la muerte de cruz. Y si se dice que "venció la muerte y el pecado (también el dolor y la enfermedad)" no es porque a partir de ese momento iban a desaparecer. No, la muerte forma parte de nuestra vida física, de nuestro cuerpo. Con todas sus limitaciones y dolores. Lo que cambia es precisamente el sentido, la nueva lectura. "¡Qué necios y torpes sois para entender...!"
Así nos pasa a nosotros.
Al final del relato nos apunta el dato: "...cómo lo habían reconocido al partir el pan".
El estilo nuevo del grupo marcó de tal manera a los seguidores de Jesús que, entre las características que se recogen en los Hechos de los Apóstoles, se señala que eran asiduos en la fracción del pan.
Quiero entender que nuestra eucaristía, en cualquier comunidad de seguidores, debe ser menos espiritual y mucho más fraterna, solidaria y compasiva. Una acción que nos implique y nos comprometa, que incentive y aumente la relación compasiva con todos los que nos rodean y ayude a crear un entorno nuevo, una sociedad más justa a la manera de los hijos de Dios.
Texto del evangelio de Lucas (24,13-35)

domingo, 27 de abril de 2014

Así os envío yo

Domingo 27 de Abril de 2014 

2º Domingo de Pascua.

Odres Nuevos Evangelio 27 abril 2014 color
Las palabras de Jesús en el texto del evangelio de este domingo: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así os envío yo"... Me han hecho pensar y reflexionar y entiendo que, una vez más, el mensaje se centra en la buena noticia: el reino de Dios, la misericordia y la compasión, la fraternidad y la solidaridad, un mundo nuevo y diferente que se base en nuestra relación más humana... De ahí la "comensalía" (= compartir la mesa y los bienes que tenemos) y la "copa de vino" (=dar la vida, la sangre misma, por los hermanos).
Y, al hacer eso, nos llega la paz. La paz más profunda y completa que es la vida de Dios mismo en nosotros.
Y cuando comenzamos a vivir de esa manera entendemos mejor la vivencia de la primera comunidad de seguidores de Jesús ("que eran asiduos en la fracción del pan... que vendían y compartían con los hermanos... y eran felices y daban gracias a Dios..."). Paz a vosotros! Como el Padre me ha enviado, así os envío yo...
Todos los que queremos seguir al Maestro, tenemos que sentirnos enviados. Es decir, tenemos que asumir el camino de Jesús y proclamar con nuestra vida y con nuestra actitud que el reino de Dios ha llegado, que nuestro modo de vivir hace entrever ese mundo tan soñado y deseado: una sociedad basada en la compasión, en la solidaridad, en lo más humano que pueda haber en las personas.
Ojalá podamos experimentar en nuestra vida esa paz profunda!
Texto del evangelio de Juan (20,19-31)

domingo, 20 de abril de 2014

Volver a Galilea

20 de abril 2014 - Domingo de Pascua
 Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”
Hoy, domingo de Pascua, tomo prestadas las palabras del comentario de José Antonio Pagola.  "Volver a Galilea". Y me preguntaba qué significado tiene para mí la "resurrección de Jesús de Nazaret". 
Nos hemos acostumbrado a esas palabras, a la narración de los evangelios, a la predicación de los sacerdotes, a las explicaciones o recomendaciones que nos han repetido en tantísimas ocasiones. Pero... ¿qué significa para mí?
A lo largo de muchos domingos he venido reflexionando en la Buena Noticia de Jesús, en su modo de vivir y de actuar, en ese mensaje hecho vida y que, finalmente, le llevó a ser acusado, juzgado, condenado y ajusticiado en la cruz... Siempre con todos los "por qué" y la terrible situación de nuestro mundo y nuestra sociedad que parece y vive tan ajeno a esa Buena Noticia.
Creo que todas aquellas personas que le siguieron pasaron también por la misma situación... "Nosotros creíamos que..." (como expresaban los discípulos camino de Emaús). Porque su mensaje, su buena noticia, su vida y manera de hacer, todo eso nos parece fabuloso. Entonces las acusaciones, el rechazo, la condena, su muerte como un malhechor...
Y es que sabemos que el "mundo" no perdona. El poder, la ambición, el dinero... no perdonan. Y a todo el que se oponga y presente otro camino y alternativa lo condenan y lo asesinan.
Ahora, después de verlo condenado y asesinado en la cruz... ¿dónde me agarro?
Aquellas personas hicieron "su lectura" de los acontecimientos y así se escribieron los evangelios. Hoy, en este año de 2014, me quedo con esas palabras que son un encargo actual: " Ahora id a decir a los discípulos...: El va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis".
Mi Galilea, la Galilea de cada uno, es ahí lo debo buscar y es allí únicamente donde lo puedo encontrar.
Transcribo parte del comentario de J.A. Pagola: "Los evangelios han recogido el recuerdo de tres mujeres admirables que, al amanecer del sábado, se han acercado al sepulcro donde ha sido enterrado Jesús. No lo pueden olvidar. Lo siguen amando más que a nadie. Mientras tanto, los varones han huido y permanecen tal vez escondidos.
El mensaje, que escuchan al llegar, es de una importancia excepcional. El evangelio más antiguo dice así: “¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado”. Es un error buscar a Jesús en el mundo de la muerte. Está vivo para siempre. Nunca lo podremos encontrar donde la vida está muerta.
No lo hemos de olvidar. Si queremos encontrar a Cristo resucitado, lleno de vida y fuerza creadora, no lo hemos de buscar en una religión muerta, reducida al cumplimiento externo de preceptos y ritos rutinarios, o en una fe apagada, que se sostiene en tópicos y fórmulas gastadas, vacías de amor vivo a Jesús.
Entonces, ¿dónde lo podemos encontrar? Las mujeres reciben este encargo: “Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. ¿Por qué hay que volver a Galilea para ver al Resucitado? ¿Qué sentido profundo se encierra en esta invitación? ¿Qué se nos está diciendo a los cristianos de hoy?"

lunes, 14 de abril de 2014

La solución de nuestros políticos

Expulsados por la puerta trasera

Los senegaleses sin papeles deportados de España en vuelos que se repiten cada dos meses intentan recomenzar sus vidas entre la humillación y la frustración por los años perdidos

Alioune Diop. Nacido en Dakar hace 29 años, fue expulsado el pasado 27 de marzo en el un vuelo desde España, donde llegó en cayuco en 2006. / JOSÉ NARANJO
Hace sólo dos meses, Saliou Niabaly vivía con su novia Maite en un piso de alquiler de Valdesparteras (Zaragoza), se buscaba la vida como podía para salir adelante y cada dos domingos se permitía el pequeño lujo de ir al estadio de La Romareda a ver a su equipo del alma. Llevaba dieciocho años, media vida, entre Portugal y España, subido al andamio, trabajando en el campo, apretando tornillos en una fábrica. Hoy está escondido en un apartamento de Grand Yoff, en Dakar, una ciudad que ya no conoce y que no siente como suya, porque le da vergüenza volver a la casa familiar. El pasado 27 de marzo le ataron las manos, lo subieron a un avión y lo expulsaron a Senegal. Lo arrancaron de cuajo. No tenía trabajo, no tenía un papel.
La pesadilla empezó el pasado 26 de febrero. Saliou se había quedado esa noche en casa de su hermano Kramo en Zaragoza. Al día siguiente, ambos estaban en el parque Bruil charlando cuando pasaron por allí dos policías. Le pidieron la documentación y, al no tener permiso de residencia, lo esposaron y lo metieron en un calabozo. Dos días después ya estaba en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche, en Madrid. Y, como no le habían quitado lo suficiente, quisieron quitarle hasta el nombre. Saliou se convirtió en el interno 0439. "Aquello fue un infierno. Había muchísima gente, yo estaba en una celda con cinco cameruneses. La comida era horrible y si tardabas más de tres minutos en el baño te dejaban encerrado. Y encima no podías quejarte", asegura.
Le dijo a su novia que no viniera a verlo. "No quería que entrara en este agujero terrible". Saliou y Maite se habían conocido en 2004 y desde hace tres años vivían juntos. "Queríamos casarnos, pero no acababan de llegar los papeles que tenían que mandarme desde Senegal". El jueves 27 de marzo, dos policías entraron en su celda. "¿Eres el 0439?", le preguntaron. "Sí", contestó él. Y le dieron "el billete", como lo llaman los internos. Ante su incredulidad, el agente se lo aclaró. "Te vamos a llevar a tu puto país", recuerda Saliou que le dijo. Y todo ese miedo acumulado, esa incertidumbre de lo que iba a pasar, la sensación de sentirse tratado como un objeto, se convirtió de repente en la certeza de que solo en unas horas iba a ser expulsado.
"Me parece que estoy viviendo un sueño horrible, que voy a despertar y que todo habrá acabado", dice, entre lágrimas. Es el más pequeño de doce hermanos y cuando en 1996 viajó a Lisboa con su grupo de música decidió quedarse. Tenía entonces 23 años y "trabajaba en la construcción, tocaba el yembé, salía adelante como todo el mundo". En el 2000 aterrizó por primera vez en Zaragoza, donde vivía uno de sus hermanos, llamado Kramo. Después de trabajar aquí y allá, un empresario lo reclutó para trabajar en el campo con la promesa de hacerle un contrato para poder conseguir los ansiados papeles. Pero no cumplió. Sus problemas con la Seguridad Social le impidieron hacerlo.
Los conocidos como vuelos macro,  con destino a Senegal, son la puerta de atrás por la que cada año se ha expulsado secretamente a miles de personas de España
Le metieron en una furgoneta de la Guardia Civil. "Cada uno íbamos en una jaula individual. Del CIE fuimos al aeropuerto, a un lugar apartado. Éramos más de sesenta senegaleses y había dos policías por cada uno de nosotros, un avión enorme", recuerda. Tras cuatro horas de vuelo, a su llegada a Dakar, le quitaron las esposas de plástico y le dieron treinta euros. "Allí estaba yo, a la salida del aeropuerto, sin saber qué hacer. Pasé la noche en la calle y al día siguiente reuní fuerzas para llamar a mi hermano Sanko, que vino a buscarme y me llevó a casa de un amigo suyo. No quería que la gente se enterara de que había vuelto así, me escondieron".
En ese mismo vuelo viajaba Alioune Diop, de 29 años. "Tengo grabado en la cabeza el nombre del juez que firmó mi orden de expulsión", dice, "ha destrozado mi vida y la de mi novia. Él está ahora sentado con su familia y no siente, no puede sentirlo, el dolor que nos está haciendo pasar. Eso hay que vivirlo para saberlo". En 2006, con 21 años, Alioune se jugó la vida en un cayuco para llegar a Canarias, vio morir a uno de sus compañeros de viaje y cuando llegó al sur de Tenerife besó el suelo que pisaba. España, por fin. Tras cuarenta días, la Cruz Roja lo acogió en Valladolid y de allí se trasladó a Granada, donde vivía su tío Assane Fall.
Hasta el año 2010, Alioune trabajó vendiendo recuerdos en una pequeña tienda de Sierra Nevada, alojado por una familia española, pero sin papeles era un riesgo para ellos. Así que se fue a vivir con unos amigos, juntando unos pocos euros como pintor y jardinero. Hasta que en 2012 se fijó en Concepción, una joven gitana que paseaba cada día con sus dos tías. Y ella en él. Empezaron a salir a escondidas de sus padres hasta que un día reunió fuerzas para irles a pedir su mano. Al principio, la sorpresa. Pero acabaron aceptándolo. "Desde ese momento yo me convertí en el marido de la Chon y ella en mi mujer. Nos fuimos a vivir juntos, de eso hace un año ya, sólo nos faltaba la cita del juez para casarnos con papeles".
Pero la cita no llegó. El pasado 13 de marzo, Alioune estaba hablando con un amigo español en la puerta de su casa, en el barrio granadino de Almanjáyar, cuando un coche policial pasó por allí. "Aparcaron a diez metros, yo me quedé tranquilo, no estaba haciendo nada malo y si corres es peor", explica, "como no tenía papeles me esposaron delante de mi mujer, que había bajado al oír las voces, y me metieron en el coche". De allí al calabozo y al CIE de Aluche, donde le asignaron el número 521. "Pasábamos frío en el módulo, se lo dije a un policía y me respondió que él también estaba jodido por estar allí. Nos trataban mal. La comida no la puedes imaginar".
Además de las visitas de las asociaciones de apoyo como Pueblos Unidos, el único consuelo para Alioune eran las cartas que le mandabaChon. "Cuando te vi por primera vez sólo eras un grano de arroz negro, ahora en mi corazón hay una montaña de lo que te quiero. Esta casa sin tí no tiene sentido", le escribía. Pero el día 27 llegó el mazazo. Él también iba en aquel avión. Lo esposaron, lo subieron al furgón y lo trasladaron al aeropuerto. "Empecé a protestar y me apartaron de los demás", recuerda. Al día siguiente de su llegada a Dakar cogió un taxi colectivo para Touba, donde vive su familia. "Me recibieron bien, yo los he ayudado todos estos años y ahora han compartido esta desgracia conmigo. Estoy viviendo un calvario, mi familia de aquí depende de mí, soy el mayor y tengo que ayudarles, pero mi familia de España está destrozada".
"Me parece que estoy viviendo un sueño horrible, que voy a despertar y que todo habrá acabado""
El vuelo del pasado 27 de marzo Madrid-Dakar en el que fueron expulsados Saliou y Alioune es sólo el último de una larga serie. Conocidos como vuelos macro, se han intensificado en los últimos años y se producen, con destino a Senegal, cada dos meses aproximadamente. Son la auténtica puerta de atrás por la que cada año y en medio de un gran secreto se ha expulsado a miles de personas de España y que cuesta unos 20 millones de euros anuales al erario público (21,5 en 2011, 17,4 en 2012). Existe una gran opacidad en torno a los mismos, aunque se sabe que se llevan a cabo a través de compañías como Air Europa y Swiftair. No sólo van a Senegal, también hay vuelos a Nigeria, Marruecos e incluso a Colombia y Ecuador. Los colectivos de apoyo a los inmigrantes han detectado que en las semanas previas a estos vuelos se intensifican los controles de identidad orientados por el color de la piel o los rasgos físicos. Y que incluso se engaña a los inmigrantes sin papeles para "atraerlos" hacia las comisarías.
Esto fue lo que le ocurrió a Ndiaga Ndiaye. Me recibe en la casa de su hermano en el barrio de Parcelles Assainiés de la capital senegalesa, donde las calles se confunden con la arena de la playa. Con sólo 14 años empezó a trabajar de carpintero en Pikine. "Mis padres eran muy pobres y ya sabes, en Senegal las cosas son al contrario que en tu país, aquí son los hijos quienes ayudan a los padres", asegura en un perfecto español. Pero como aprendiz no ganaba nada, así que en el año 2000 decidió ir a trabajar al campo. "Quería montar mi propio taller". Sin embargo, la suerte y las lluvias no le acompañaron y hasta su novia, Astou, decidió dejarle y casarse con otro. Regresó a Dakar, aguantó como pudo unos años más malviviendo con el miserable sueldo que obtenía por trabajar en una tienda y estudiando Informática y, en 2009, dijo ya no puedo más. "Nada de lo que había intentado funcionó, así que pensé que tocaba intentar la emigración".
En Dakar proliferan los conseguidores profesionales. Tanto te arreglan un trámite en comisaría como te consiguen un permiso para entrar en Europa. Ndiaga le pidió 3.000 euros a un buen amigo al que la vida sí sonrió y "compró" su acceso a España. El 23 de abril de 2009 aterrizaba en Barajas con un visado de turista de tres meses. Pero la capital no era lugar seguro para un vendedor callejero, negro y sin papeles, así que puso rumbo a Cáceres. "En Navalmoral de la Mata tenía un tío y un primo, Serigne y Papa Dieng, que vendían en los mercadillos. Empecé a trabajar con ellos, ganaba para sobrevivir y mandar dinero a mi familia hasta que me pude comprar un coche propio. Vendía cosas de chinos por los pueblos".
Un día, el 5 de agosto de 2013, Ndiaye volvía a casa desde El Puente del Arzobispo, una pequeña localidad toledana, con el coche cargado de pulseras, cinturones, juguetes y calcetines. La Guardia Civil le para y le pide los papeles, que no tenía. Entonces le quitan el carné de conducir senegalés y le dicen que al día siguiente pase por el cuartelillo de Navalmoral con el pasaporte para fotocopiarlo y que allí le devolverían el permiso de conducir. Pero era mentira. "Confié en ellos, me dijeron que podría ir tranquilo, que no me iba a pasar nada. Pero me esposaron y me llevaron a un calabozo en Cáceres. Pedí un abogado, pensaba que me soltarían, pero tras un juicio rápido me trasladaron al CIE de Aluche".
Ndiaga define el lugar como "un infierno, sobre todo si no has hecho nada malo. Entiendo que si has robado o matado a alguien te castiguen, pero yo no había hecho nada. Cada día te preguntas en qué te has equivocado para merecer eso y te preguntas cuándo acabará el suplicio". Le asignaron el número 1778 y pasó 55 días yendo de la celda al patio y del patio a la celda. Hasta que el 26 de septiembre, "nunca me olvidaré", fueron a por él. "Me sentía decepcionado, muy triste, pensaba en todos esos años perdidos en España porque ahora tenía que volver con las manos vacías, ni siquiera ropa me pude llevar. Al final no conseguí nada de lo que quería".
Su hermano pequeño, que regenta una pequeña tienda en el barrio de Parcelles, le ha dejado una habitación, pero el trabajo escasea. "Ya no conozco tanta gente como antes por aquí, es difícil encontrar faena. No entiendo cómo se puede expulsar así a una persona, es muy injusto. Y al Gobierno de Senegal tampoco le importan sus ciudadanos, sólo le interesa ingresar dinero, tendrían que pensar en la gente como si fueran sus hijos, pero nos venden". El sueño de Ndiaga Ndiaye es conseguir los 2.500 euros que necesita para montar una tienda de venta y reparación de ordenadores y teléfonos móviles. Mientras, va haciendo lo que puede. Y se devana los sesos pensando en volver.
Talla Fall, de Mbour, al que todos conocen como Mor, fue expulsado el 19 de noviembre del año pasado. "Mucha gente se había ido a España y luego volvían como jefes. Tenían casas grandes, coches, una mujer guapa. Yo también quería", dice. Así que se subió a un cayuco y, tras una breve estancia en Canarias, logró llegar a la casa de un amigo de su padre en Oviedo. Aquello fue en 2006. Pero este mantero que vendía CD por las calles, repartía publicidad o trabajaba en la construcción o en las ferias de los pueblos está ahora en Senegal. "Me esposaron como a un animal, como a un asesino. Yo sólo quería trabajar y ganarme la vida", explica.
Abdoulaye Ndiaye, que vivió cinco años en Granada, Sené Massiga, nada menos que 26 años en España, Lamine Weye, Abdoulaye Sow, de Tambacounda, detenido en Barcelona durante una manifestación, Moustapha Diouf, de Thiaroye sur Mer, repatriado dos veces... La lista podría ser interminable. Algunos de los ocupantes de esos vuelos macro tienen hijos y mujer en España, otros están a la espera de un papel para casarse, la mayoría llevan más de cinco años en nuestro país y casi todos se han quedado sin trabajo por culpa de la recesión económica. Vuelven a Senegal con las manos vacías, apenas con la ropa que llevan puesta, y nadie les ayuda luego. Son el eslabón más débil de la cadena. Pero también una herida abierta entre ambos países. Desde que en 2006, en medio de la llamada crisis de los cayucos en Canarias, los gobiernos de España y Senegal alcanzaron un acuerdo de repatriación, la herida no ha dejado de abrirse más y más

Dios no mandó su hijo al mundo para condenar...

...sino para se salve por él 14 de septiembre 2025 (Fiesta de la Exaltación de la Cruz) El texto que nos ofrece este fin de semana la Iglesi...