Una cosa te falta...
13 de octubre 2024
El texto del evangelio de este domingo nos trae la pregunta que un joven rico le hizo a Jesús: "- Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva?"
Y Jesús le dice: "-Los mandamientos, los conoces: no mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, sustenta a tu padre y a tu madre"
A lo que el joven le replica: - Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven."
Entonces Jesus le dice: - Una cosa te falta: márchate; todo lo que tienes, véndelo y dáselo a los pobres, que tendrás un tesoro en el cielo; entonces, ven y sígueme."
Seguro que, de una manera o de otra, todos recordamos ese texto del evangelio. También la expresión de Jesús: "- ¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero! (los ricos)."
Nos hemos quedado con eso. La Iglesia la ha utilizado para señalar al grupo consagrado de los sacerdotes, monjes-monjas, religiosos y religiosas... Personas que han dejado todo para seguir a Jesús. Y los demás nos quedamos como en una vía secundaria en la que intentaremos cumplir los mandamientos.
Pero realmente, ¿la respuesta de Jesús nos lleva en esa dirección?
Después de leer y escuchar el texto más detenidamente, me ha quedado esa palabra suya pendiente: -"Una cosa te falta..."
Imma Calvo, en la presentación de los comentarios de este domingo, se arranca con un pensamiento lleno de ilusión y con una carga de utopía y esperanza... Escribe (entre otras cosas): "Imaginaos que los obispos cierran sus despachos, cuelgan sus trajes majestuosos y convierten los palacios en hospedaje para migrantes o sin techo. Imaginaos que los párrocos, junto a sus comunidades, se ponen a trabajar como uno más por el bien de los próximos, de los que necesitan un trabajo, de los que están solos, enfermos o impedidos. Imaginaos que la iglesia deja de juzgar a los divorciados, a las mujeres que no encontraron otra salida que el aborto o a las personas LGTBIQ+…"
¡Qué maravilloso! ¡Qué utopía!, ¿verdad?
Dejando a un lado a la Iglesia como institución, al Papa, a los Obispos, a los párrocos, etc... siento que esa palabra va dirigida a mi (a cada uno de nosotros). Una cosa te falta...
Y estoy recordando ciertos comentarios de Anthony de Mello en su libro "Despierta". Para seguir al Maestro tengo que aprender a perderme. Porque estamos convencidos y seguros de que no somos ricos, como el joven del evangelio. No amontonamos riquezas. No pertenecemos a la clase poderosa. No formamos parte de los políticos que mandan y deciden sobre los demás... Pero me agarro con todas mis fuerzas a mis cosas, a mi opinión, a mi fama, a mis conocimientos, a mi importancia, a mis preocupaciones... Todo ese mi-mío-mía... creyendo que todo eso soy yo. Es nuestro error.
Ahí entra la palabra final de Jesús: "-Márchate; todo lo que tienes, véndelo y dáselo a los pobres, que tendrás un tesoro en el cielo; entonces, ven y sígueme."
Yo, cada persona, estoy llamado (invitado) a seguirle. Dejando atrás todo eso. Poniendo mi confianza en Dios, nuestro padre. Intentando cada día ser ese nuevo yo que se desprende de todo eso que he ido acumulando. Y teniendo ante mis ojos y ante mi corazón esa utopía que nos muestra Jesús: ese mundo nuevo hecho de hermandad, de compasión, de servicio y de entrega... Ése es el camino hacia la vida definitiva.
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