viernes, 7 de octubre de 2022

Lo que nos salva

Tu fe te ha salvado

9 de octubre 2022

Tal como se contaba antes... Y sucedió que iba Jesús por el camino de Jerusalén y le salieron al encuentro 10 leprosos. A voces le dijeron: "Jesús, ten compasión de nosotros". Y Jesús les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes". Y cuando iban de camino, quedaron limpios.

Entonces, uno de ellos, viendo que se había curado, se volvió alabando a Dios y se echó a sus pies dándole las gracias.

Éste era un samaritano.

-¡Ahí va! ¿No han quedado limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve?

-Anda, levántate. Tu fe te ha salvado".


Es un texto conocido. Lo que ocurre es que, quizás, no acabamos de entender su significado y profundidad.

Y es que, seguramente, lo que importa no es "quedar limpio", sino el salvarse.


Como escribe Fray Marcos: -"No tiene por qué tratarse de un relato histórico. Los exégetas apuntan más bien a una historia del primer cristianismo, encaminada a resaltar la diferencia entre el judaísmo y la primera comunidad cristiana. En efecto, el fundamento de la religión judía era el cumplimiento estricto de la Ley. Si un judío cumplía la Ley, Dios cumpliría su promesa de salvación. En cambio, para los cristianos, lo fundamental era el don gratuito e incondicional de Dios; al que se respondía con el agradecimiento. “Se volvió alabando a Dios y dando gracias”. Tenemos datos para descubrir que esta era la actitud de la primera comunidad."

Hay un pasaje del evangelio en el que leemos el encuentro de Jesús con una samaritana en el que Jesús le pide de beber... Entonces, a los comentarios que hace la mujer, Jesús le dice:..."«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»

En otras ocasiones hemos hablado de la fe-confianza, de fiarse de la palabra y del mensaje de Jesús. Una vez más, Jesús insiste en esa fe-confianza. Y le escuchamos decir muchísimas veces: "Tu fe te ha salvado".

Y eso es, tal vez, lo que nos pierde. Nos sentimos más seguros con lo que rezamos, con nuestras actividades religiosas, con nuestros ritos, con las ceremonias, con las misas y novenas. Y así quedamos limpios. Como los nueve leprosos. Pero no nos salvamos. Nuestra vida no cambia. Nos parece que lo más importante es cumplir la Ley. Nos hemos hecho judíos. Y si cumplimos lo que nos dicen los curas, pues ya tenemos la salvación asegurada.

Fray Marcos lo expresa de esta manera: -"La verdadera salvación para el leproso llega en el agradecimiento. El problema es que queremos expresar a Dios nuestro agradecimiento como lo hacemos a otras personas. Solo viviendo el don podemos agradecerlo. Los otros nueve fueron curados, pero no encontraron la verdadera salvación; porque tenían suficiente con la liberación de la lepra y la recuperación del estatus social."

Hacer mío, interiorizar, el don de Dios. Que se nos da. Que todo lo que tengo y lo que soy es un don, un regalo... Lo que pasa es que dar gracias a Dios, no es decirle Gracias! o hacer algo para que esté contento, como haríamos con los amigos y vecinos. Acoger el don de Dios, darle gracias es intentar vivir a su manera, al estilo de Jesús de Nazaret. Intentar día a día, parecerme un poco a lo que Jesús entendía que debía ser la vida de cualquier hombre-mujer; adquirir una humanidad solidaria y compasiva que hace que el Reino de Dios llegue a nosotros, a nuestras casas, a nuestro barrio, a nuestra sociedad.

Y cuando acogemos y hacemos nuestro ese regalo de Dios, empezamos a salvarnos. Y nuestra Eucaristía es como repetir el gesto de leproso samaritano: Volvemos dando gracias.

"Agradecer es reconocer que lo que tienes, y sobre todo lo que eres, se lo debes a Otro."

Texto del evangelio de LUCAS 17, 11-19

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