sábado, 11 de julio de 2020

Dar fruto

12 de Julio de 2020

Magisterio de la Iglesia | De la mano de María"Salió el sembrador a sembrar..." Así comienza el texto del evangelio de esta semana (es el capítulo 13 del evangelio de Mateo). Un texto muy conocido para los que solemos ir a la eucaristía. Por si acaso dejaré el texto al final del comentario.
"La parábola -explica Fray Marcoses un género literario muy apropiado para hablar de realidades trascendentes. Al partir de conceptos simples, tomados de la vida cotidiana y que todo el mundo conoce, trata de proyectarnos hacia una realidad que va más allá de lo material. La parábola, por estar pegada a la vida misma, mantiene el frescor de lo genuino y auténtico a través del tiempo y las culturas..."
Por eso, lo primero que tengo que hacer es abrir bien los oídos y el corazón y escuchar. No se trata de un cuento, una narración para entretener, para pasar el rato... Cada parábola de Jesús cuestiona mi vida, me pide una respuesta. Y si no hago nada, significa que ya he definido mi postura: continuaré mi vida como siempre...
Cuando Jesús de Nazaret dice "el reino de Dios está cerca..."  o señala que "está dentro de vosotros..." está seguramente comunicando su propia experiencia vital. Quizás, en más de una ocasión, hemos imaginado que la palabra que escuchamos o el sermón que nos predican es la semilla del reino del Dios, algo que nos manda nuestro Señor como hace el sembrador que arroja la semilla... Y entonces yo soy el campo de buena tierra, o el camino, o las piedras y zarzas...
Este comentario de Fray Marcos me ayuda a entender mejor la parábola. "La verdadera “semilla” es lo que hay de Dios en nosotros. Lo importante no es la palabra, sino lo que la palabra expresa. Esa semilla lleva miles de años dando fruto, y seguirá cumpliendo su encargo. El Reino de Dios está ya aquí, pero su manera de actuar es paciente..." 
El que yo escuche esta parábola no me hace un privilegiado. Dios derrama esa semilla y la siembra en cada uno de nosotros. En cambio sí soy responsable de escuchar o no, de acoger o no, de dejar que fructifique o no. Como dice el final de la parábola: "el que tenga oídos que oiga..." 
Entonces se nos ocurre que, tal vez, tenemos que hacer algo especial, obras grandes... Y Fray Marcos apunta lo siguiente: "Generalmente caemos en la trampa de creer que dar fruto es hacer obras grandes. La tarea fundamental del ser humano no es hacer cosas, sino hacerse. “Dar fruto” sería dar sentido a mi existencia de modo que al final de ella, la creación entera estuviera un poco más cerca de la meta. La meta de la creación es la UNIDAD. Yo no tengo que dar sentido a la creación sino impedir que por mi culpa pierda el sentido que ya tiene. Mi tarea sería no entorpecer la marcha de la creación entera hacia la consecución de su objetivo final..."
Y José A. Pagola escribe lo que sigue: "El evangelio no es una moral ni una política, ni siquiera una religión con mayor o menor porvenir. El evangelio es la fuerza salvadora de Dios «sembrada» por Jesús en el corazón del mundo y de la vida de los hombres..."
En medio de este mundo y esta sociedad que tenemos, si nos fijamos bien, resulta sorprendente encontrar tanta bondad, entrega, sacrificio, generosidad y amor verdadero... incluso en personas que no tienen nada que ver con la religión. Es que "salió el sembrador a sembrar..." y una parte cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento; otros, sesenta; otros, treinta...
Texto del evangelio de Mateo (13,1-23)

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»

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