sábado, 2 de abril de 2016

«No seas incrédulo, sino creyente»

Domingo 3 de Abril de 2016

Del texto del evangelio de la eucaristía de este domingo (Juan, capítulo 20) creo que lo mejor hemos aprendido es a decir las palabras de Tomás: "Si no lo veo..., no lo creo". Y me temo que eso lo aplicamos a todo el evangelio.
Repetimos con gusto las palabras que termina diciendo el mismo Tomás: "Señor mío y Dios mío"; pero tal vez no sabemos aplicarlas.
Hoy me quedo con el comentario de Jesús de Nazaret: "No seas incrédulo, sino creyente"
Y a mi modo de entender esas palabras no van dirigidas a la resurrección, sino a la buena noticia del Reino de Dios, al estilo de vida que tienen que llevar sus seguidores, a aceptar que es posible terminar en la cruz como un derrotado, como un marginado y apestoso... Pero que, a pesar de todo, el Reino de Dios sigue adelante. Que esa vida es mucho más fuerte que los tormentos, los sufrimientos, incluso la misma muerte. No seas incrédulo, sino creyente.
Escuchamos las noticias sobre nuestros políticos que hacen planes, que hacen pactos, que programan y que nos van a "salvar"... Luego nos enteramos de otros tantos planes de corrupción, de trampas y abusos, de violencias y egoísmos. ¿Creemos en algo?
Jesús de Nazaret, nuestro Maestro, con su vida, con sus actitudes y con sus palabras, nos propone algo bien distinto. Una manera de entender la vida y la sociedad. Como escribe Leonardo Boff: ...“el camino de Jesús”, se funda más en valores e ideales que en doctrinas. Son esenciales el amor incondicional, la misericordia, el perdón, la justicia y la preferencia por los pobres y marginados, y la total apertura a Dios Padre. Jesús, a decir verdad, no pretendió fundar una nueva religión. Él quiso enseñarnos a vivir. A vivir con fraternidad, solidaridad y cuidado de unos a otros..."
Reflexionando estas palabras y mirando a Jesús (que creo que está por encima de la cruz y su muerte violenta), me parece escucharle lo que le dijo a Tomás: "No seas incrédulo, sino creyente". Porque ése es el camino. Es lo que resuena en las palabras de las primeras comunidades de seguidores (Ponían todo en común y cuidaban unos de otros...).
Las imágenes de los miles y miles de refugiados, las familias desahuciadas, la enorme tasa de paro y marginación... nos hablan de lo lejos que andamos de ser "creyentes", verdaderos seguidores del Maestro.

Texto del evangelio de Juan (20,19–31)


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