sábado, 31 de octubre de 2015

¿Hablamos de felicidad?

Domingo 1 de Noviembre de 2015

En la celebración de la eucaristía de este fin de semana nos han leído el texto de Mateo (cap. 5) en el que Jesús proclama las "bienaventuranzas". Un texto bien conocido y supercomentado.
Claro que, como nos decía un amigo hace unos días, cada uno hace su lectura del evangelio. Los mismos discípulos y seguidores de Jesús de Nazaret (que le escuchaban en directo) entendían y planteaban aquello de "estar a su derecha y a su izquierda" en su reino. Y el esquema del imperio se metió en la iglesia y nos cuesta aceptar el estilo sencillo y desnudo de un Jesús "que no tiene donde reposar la cabeza".
Entrar en la dinámica del reino de Dios, en esa buena noticia, lleva consigo un sinfín de cambios y de conversión. Nos hacemos mayores y seguimos en la escuela como niños que aprenden a leer y escribir:
Dad la vuelta a vuestras vidas.
El que quiera ser el primero que sea vuestro servidor.
No todo el que dice "Señor, Señor"... entrará en el reino.
Si no os hacéis como uno de estos niños... tampoco entraréis. (Hacerse como niños es hacerse como esos últimos desgraciados y marginados, los que no cuentan para nada).
Felices los pobres...
Felices los que sufren...
Felices los que lloran...
Anda que Jesús se queda corto. Como para hacer un spot publicitario.
Tanto lo hemos escuchado. Tanto se ha comentado. Al final se pasa todo al lado espiritual y nos vamos tranquilos a casa.
Y celebramos la fiesta de Todos los Santos y nos consolamos con que todos nos vamos haciendo más o menos santos camino de la "vida eterna".
¿Pero es que Jesús hablaba de la "vida espiritual"? ¿Es que se refería a la "vida eterna"?
Yo creo que tenía ante sus ojos la gente de Palestina, la gente de su pueblo, la que encontraba por los caminos, en las aldeas... Y hablaba de ellos. Se refería a ese cambio de estilo y de mentalidad para encaminarse a una vida distinta, una vida solidaria, compasiva, en la que los hombres, las mujeres, los niños, los extranjeros, los sin-nada tenían cabida. Es más serían los primeros.
Las bienaventuranzas, la vida eterna, el cielo... Los santos. ¿Cómo entendemos todo eso?

Después de leer el texto, he leído y releído los comentarios que hace J.A. Pagola y me ha parecido mejor transcribirlos y que, también vosotros, podáis saborearlos: "Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria...
Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el gozo de tu Señor...
No me resigno a que Dios sea para siempre un «Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada...
Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

Texto del evangelio de Mateo 5, 1-12a


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