lunes, 23 de marzo de 2015

El que quiera servirme, que me siga

Domingo 22 de Marzo de 2015

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Hace unos días estaba leyendo en el libro de José María del Castillo ("La humanización de Dios") algo referente al planteamiento que, demasiado a menudo, hacemos en nuestra manera de entender la fe en Jesús o la fe en Dios.
Llenamos nuestra cabeza de doctrina, de razonamientos, de enseñanzas y hasta nos llegan a explicar la manera como los doctores y entendidos nos presentan la "fe en Dios", la "creencia en Jesucristo"... Y nuestra vida se va llenando de palabras y de ideas que pretenden explicar lo que nadie ha visto jamás.
Y es que, como dice José María del Castillo, no se trata del "ser" de Dios (para creer en él). O de conocer cómo es la vida de Jesucristo en Dios (como resucitado). Lo que importa es el "acontecer", cómo vivimos nosotros el mensaje de Dios (como buena noticia en nuestra vida). En otras palabras, "cómo seria nuestra vida, nuestra sociedad y nuestro mundo si viviéramos al estilo de Jesús de Nazaret".
El texto del evangelio de Juan que leemos en la eucaristía de este domingo pasado se va a centrar en ese seguimiento: "El que quiera servirme, que me siga". Si quiero ser discípulo suyo, lo que importa es seguirle, hacer como él.
El comentario de José Antonio Pagola hace la misma reflexión: "Todo arranca de un deseo de «servir» a Jesús, de colaborar en su tarea, de vivir solo para su proyecto, de seguir sus pasos para manifestar, de múltiples maneras y con gestos casi siempre pobres, cómo nos ama Dios a todos. Entonces empezamos a convertirnos en sus seguidores.
Esto significa compartir su vida y su destino: «donde esté yo, allí estará mi servidor». Esto es ser cristiano: estar donde estaba Jesús, ocuparnos de lo que se ocupaba él, tener las metas que él tenía..."

El encuentro en la eucaristía o en algún otro grupo tiene que servirme para actualizar mi modo de vivir. Reforzar mi solidaridad, mi compasión y ternura, incrementar mi atención a las otras personas y hacer que mi actuación intente ser el reflejo de la gran ternura y compasión que es Dios... Lo que Juan expresa diciendo que "Dios es amor". Y cuando decimos amor no hablamos de hermosas palabras ni de sentimientos espirituales... Hablamos de ese amor hecho de carne y de sangre, de vida humana, de relación con los demás, de entrega, de ayuda, de atención. O sea que no se queda en sentimientos íntimos más o menos bellos y espirituales.
"El que quiera servirme, que me siga..."
Texto del evangelio de Juan 12, 20-33

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