sábado, 11 de agosto de 2012

El que cree tiene vida eterna



"Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre..."

12 de agosto 2012 - 19º domingo tiempo ordinario

Al escuchar el texto de Juan nos podemos encontrar, también hoy, con dos posturas o maneras de entender a Jesús.
Por un lado, esa pregunta que se hacían aquellos judíos que le escuchaban: "¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?"
En la actualidad nos encontramos a muchos que, en el fondo, se hacen las mismas preguntas. ¿Por qué creer en Jesús de Nazaret? ¿Por qué seguir las enseñanzas del evangelio? Que fue un gran hombre? Bien, muchos otros ha habido en la historia...
La otra manera de entenderlo es tomar el evangelio como historia y tomar todo al pie de la letra. Y ahí se encadenan todos los argumentos y razones que a lo largo de la historia de la iglesia se han ido acumulando: "Pan del cielo" - "Yo lo resucitaré en el último día" - "el que coma de este pan vivirá para siempre" - "el pan que os doy es mi carne" - "este pan da vida al mundo"...
Todo eso pensado, razonado, explicado hasta el detalle...
A pesar de la afirmación de "nadie ha visto al Padre..." es increíble todo lo que la iglesia y sus doctores y pensadores han desarrollado hasta conseguir una doctrina que termina dando la impresión de que ya estuvieron en la casa del Padre, comieron con él y les dijo todo lo que querían saber...

Con todo el respeto hacia los grandes sabios de este mundo, con humildad y aceptando que muchísimos tengan dudas y no acepten a Jesús de Nazaret como camino y buena noticia, me atrevo a hacer una lectura diferente.

Ante todo (volviendo siempre a lo que es el núcleo de su vida y de su mensaje), quiero centrarme en la persona de Jesús: su vida, su manera de hacer, su buena noticia, lo que propone como exigencia de Dios, nuestro padre, la idea de cambio, de pensar de otro modo, de centrar nuestra vida en la humanidad que nos rodea, de aceptar que lo que le importa a Dios es la vida... comenzando por aquellas personas que menos tienen...
Una vez centrado, entiendo que todo el texto que desarrolla Juan en el evangelio es como una respuesta a judíos que intentaban seguir con las enseñanzas de siempre: La Ley y los Profetas, las explicaciones de los doctores, las normas y mandamientos que la tradición indicaban a todos los que profesaban la fe judía.
La vida y estilo de Jesús crea polémica.
Se le ve muy libre, no atado a tantas tradiciones y tantas normas.
Acepta la Ley y los profetas; pero pone por delante a las personas más humildes, a los más desvalidos, a los niños, a las mujeres, a los "pecadores", a los que malviven... Por eso le acusan de borracho y bebedor que acepta comer con publicanos y gentes de mala vida.
Tiene la fe de su pueblo judío; pero está convencido que lo que agrada a Dios, su padre, es la compasión y la ternura... No la rigidez de las normas y prescripciones.

Y entra el tema de hoy: el pan... Dar de comer a los que tienen hambre...
El milagro propuesto por Juan se parece a otros que se narran en el Antiguo Testamento... Puede que eso quiera decirnos que todo eso es obra de Dios...
En fin, sea como sea, la discusión continúa y Jesús les indica que hay otro pan que sacia el hambre.
Y vuelve a indicarlo hoy recordando que "vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron..." El pan que nos propone es un pan "que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera..."
El domingo pasado recordábamos otro texto en el que nos dice lo mismo respecto a la sed (en el encuentro con la samaritana): "el que beba del agua que yo le daré no tendrá más sed..."
Entiendo (y eso me ayuda a seguir adelante) que tanto el pan que nos propone, como el agua, está haciendo referencia a su punto de partida: El que se convierte, el que se da la vuelta, y se pone en el camino y estilo de vida de Jesús de Nazaret comienza a gustar de un pan que sacia el hambre, un agua que apaga toda la sed que un hombre y una mujer puede llegar a sentir.
Y ese pan, esa agua, nos vienen de nuestro Padre, de Dios. Nos lo indica Jesús; pero si comenzamos a vivirlo lo experimentamos nosotros mismos en nuestra vida.
Esa manera de entender las cosas es tan extraña y contraria al estilo de este mundo que sólo puede venir de arriba, de la raíz de nuestra existencia, de Dios mismo.
Sí, claro, todos conocían a su familia y a sus hermanos. Por eso se les hace tan difícil aceptar sus palabras tan novedosas.
También nos ocurre ahora. Parece que todo tiene que ir avalado por diplomas, doctorados y licenciaturas, por todo el saber escrito acumulado en los libros y en las mentes de los sabios. Aunque Jesús nos advierte que eso Dios, nuestro padre, lo ha revelado a los más sencillos, a los humildes, a los que escuchan con corazón limpio y dispuesto.
En la eucaristía que celebramos trato de conectar con Jesús y con tanta gente sencilla que intenta seguir el camino de Jesús de Nazaret. Gentes de ahora, en mi iglesia, y también con tantas generaciones de hombres y mujeres que vivieron honradamente, solidariamente, intentando ser auténticos seguidores de Jesús, el que nos proclama la Buena Noticia y nos señala el camino.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,41-51):
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.”
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

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