sábado, 19 de noviembre de 2011

Venid, benditos de mi Padre...


20 de noviembre 2011 - 34º domingo tiempo ordinario
"Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis..."
Lo hemos escuchado tantas veces que casi no nos afecta... Y sin embargo esta especie de resumen que hace Mateo es como la clave de toda la buena noticia del evangelio de Jesús de Nazaret.
Con su vida, con su ejemplo, con sus palabras, Jesús nos va mostrando otro camino que no es el de la religión. Estamos seguros de que él era muy religioso, que había escuchado bien atentamente y seguido todo lo que proponía el judaísmo, la religión de sus padres. Seguro que se sentía, también, muy judío... Pero poco a poco nos indica que hay que cambiar, que el reino de Dios es otra cosa. Y nos habla en parábolas, en cuentos y ejemplos que cualquiera podía entender muy bien. La gente humilde y sencilla (también las mujeres y los niños) captaba esos ejemplos y percibía que les hablaba de algo bien distinto a la religión que siempre habían escuchado.
Los hombres y mujeres que le siguieron, aunque les costaba hacer ese cambio, fueron comprendiendo que Jesús se desligaba del templo, de tantas normas y mandamientos, que el camino estaba abierto a todos, que Dios (a quien llama nuestro padre) se hacía presente, se encarnaba en los hombres, que se hacía carne precisamente en los más débiles (los niños, las mujeres, los desvalidos, los enfermos, los extranjeros, los oprimidos...) y que sólo había una manera de entrar en el reino de Dios: poniendo toda nuestra atención, nuestro corazón y nuestra mente en encontrarlo, en atenderlo, en cuidarlo... Porque lo que Dios quiere es una humanidad nueva, un mundo de hermanos, de solidaridad, de no-violencia.
Y el texto de hoy es como el resumen de todo esto.
Pienso en nuestra iglesia. Me gustaría poder pasar por el examen de lo que hoy dice el evangelio toda nuestra práctica...
Sí, a menudo escucho a personas que tratan de "defender" a la institución que llamamos iglesia... y nos ofrecen argumentos como "miremos lo que hace Cáritas o Manos Unidas o los misioneros y misioneras por todo el mundo..." Pero eso no me sirve. Porque no es lo que algunas personas hacen. Es el estilo de iglesia, el estilo y modo de plantear su vida la institución.
Entiendo que las personas implicadas directamente en la organización y funcionamiento de la iglesia se vean abocados a seguir con unos ritos, unas prácticas y unas costumbres que recibieron y que están ahí como algo que les supera... Pero me descoloca el gran esfuerzo que se hace en mantener "la religión", con todo lo que conlleva de ritos, preparaciones, reuniones, comentarios, exposiciones, protocolos... que, al final, dan la impresión de querer mantener lo que está establecido. Con el agravante de que todo eso recibe una valor cuasi divino.
Los niños que se inician en la catequesis, los jóvenes que se preparan para la confirmación, los novios que quieren casarse en la iglesia, la reunión semanal para la eucaristía, la atención a los enfermos, etc. Me pregunto: No sería mejor comenzar por el programa del evangelio de hoy? Descubrir la humanidad de Dios en los pobres, en los hambrientos, en los que no tienen para comer, en los que no tienen casa, en los abandonados, en los oprimidos y explotados, en los inmigrantes... Porque si "nuestro examen final" es ése, significa que eso es lo importante, lo único que vale y que importa. 
Entiendo, y cada vez lo siento con más fuerza, que si quiero seguir a Jesús de Nazaret ése es el único camino. Vivir mi vida (mi humanidad) tratando de descubrirlo (a Dios) en esos hermanos y hermanas que parece que la vida los ha arrinconado. Bueno, la vida no, nuestro mundo (del que formamos parte) los echa en la cuneta, al borde del camino, los pisotea, los explota, los oprime y los convierte en basura...
Y si mi práctica religiosa no me lleva a ellos... no vale de nada. La eucaristía de los domingos, mis oraciones, los sacramentos que he recibido... si no me acercan a ellos, sólo serán eso: prácticas religiosas. Pero que, al final, sólo podré escuchar unas palabras terribles: "Apartaos de mí, malditos..."
¿Verdad que sólo de pensarlo le entran a uno escalofríos?
Hace unos pocos días falleció la madre de mi esposa. Un tiempo especial de reflexión. Uno termina su vida y... No deja uno de pensar: ¿qué hice con ella? ¿cómo la he vivido? ¿fui capaz de encontrar a Dios en los hombres y mujeres, sobre todo en los más necesitados?
Me alegra volver a escuchar las palabras de Jesús. Y deseo intentarlo una vez más. Porque creo en Jesús de Nazaret y acepto sus palabras como camino y vida... 
Me gustaría que al final de mi vida, cuando me despida de las personas que más he querido y he tenido cerca de mí, pueda sentir las palabras de Jesús de Nazaret: "Venid benditos de mi padre..., entrad en la vida plena de Dios".
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.” Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

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