sábado, 16 de abril de 2011

Debilidad y locura


17 de abril 2011 - Domingo de Ramos
SEMANA SANTA
En estos días de gran religiosidad, de tantas procesiones y celebraciones, la iglesia nos propone la lectura de la Pasión de Jesús de Nazaret.
Convendrá insistir en que no se trata de una lectura de libros de historia. No es la narración del periodista testigo de lo que pasó en aquellos días en Jerusalén hace 2.000 años. Es el relato de fe de unos hombres y mujeres que estaban convencidos de lo que Jesús había vivido entre ellos.
Y ahí está la clave. La convicción, la fe unida a ese estilo de vida.

Hace unos días mi amigo Jaime nos invitaba a compartir un poema de Félix Morisseau Leroy titulado "La Cruz de los negros" del que extraigo este fragmento:
Desde entonces
Cuando es muy pesada una cruz
Cuando algo pesa demasiado
para las fuerzas de un blanco
Llaman a un negro para que cargue
Y leyéndolo pensé (y estoy convencido) que Jesús se hizo "negro" (San Pablo dirá que se hizo esclavo)... Y ésa es, creo yo, la gran convicción que tenía aquel grupo de hombres y mujeres que siguieron a Jesús. Que Dios vino a nosotros, a los hombres y mujeres de todos los tiempos, que se encarnó (que se hizo carne, como dice San Juan). Y decimos que se manifestó en Jesús de Nazaret asumiendo la humanidad al nivel más bajo, como las personas a las que sólo les queda eso, el ser hombre o mujer ya que no tienen nada más. Ni poder, ni dinero, ni influencia, ni son famosos, ni tienen propiedades, ni tienen papeles que acrediten nada...
José Mª Castillo, en su libro "La humanización de Dios" titula este apartado como "Jesús, locura y debilidad de Dios". Y, como dice muy bien, suena a blasfemia. Y es que aquellos hombres y mujeres estaban convencidos e iban anunciando que el Dios en el que ellos creían era un Dios crucificado.
Ahora, dentro y fuera de la institución de la iglesia, nos hemos acostumbrado a esas imágenes, las hemos sacralizado, las hemos elevado a los altares, las hemos puesto por encima de todo o hacemos adornos y colgantes... Pero la cruz era el tormento con el que se ejecutaba a los esclavos y a los subversivos contra el Imperio Romano. Tormento de esclavos. Lo más opuesto a los dioses y a cualquier tipo de dignidad. Era el suplicio que llevaba consigo la infamia... Y esto, exactamente esto, es lo que hicieron con Jesús. Y es lo que veían las gentes del Imperio cuando se les hablaba de un crucificado. Lo que es tanto como decir que en un hombre que había muerto así, aparte de ser un mortal como los demás, era considerado como el mortal más indeseable de todos los humanos y para todos los humanos.
La reflexión que hará Pablo y que vivieron todos los seguidores de Jesús es precisamente ésa: Que el Dios de Jesús se asocia con la necedad, con la debilidad, con la condición de plebeyo y, en este proceso de descenso, llega hasta lo más asombroso: "lo que no existe". Es la nada, lo que representa nada, ni pinta nada...
Si hoy en día, ponemos nuestra mirada en esa humanidad que no representa nada, hombres y mujeres que no pintan nada, que son vulgares, plebeyos, incultos, miserables, que no tienen donde caerse muertos... seríamos capaces de entrever esa debilidad y locura del Dios de Jesús? Gentes sin papeles, ilegales, que duermen bajo un puente o se amontonan en albergues o pisos alquilados, sin papeles que acrediten nada, expuestos a la expulsión, al maltrato o simplemente al olvido y a la indiferencia... Tendrán algo que ver con nuestras ceremonias, procesiones y funciones especiales?
Como un esclavo, como un subversivo... así terminaron con él.
La pena es que nosotros sacralizamos la "historia de Jesús", la elevamos hasta el cielo y nos quedamos tan tranquilos porque Jesús venció a la muerte, resucitó y pudo con todos declarándole Rey del Universo, Juez y Liberador.
Como que nos hemos desviado de la dirección de Jesús, de su mensaje. Porque cuando habla de ese examen final (que nos llegaría a todos) Jesús habla de todos esos "donnadie", de los sin papeles, de los miserables, de los hambrientos, los sin techo, los incultos, los que sufren en su carne una auténtica "pasión y muerte"... Y si no nos dimos cuenta de ellas, ni pasamos indiferentes ante ellos... Dios tampoco nos conoce.
Esa es la debilidad y la locura de Dios, el Dios de Jesús, el que nos ha mostrado con su vida, el que se ha hecho carne para hacernos más humanos, más cercanos a Él.
Cómo agradezco a esas personas que nos ayudan a ver las cosas más claras, a entender el mensaje de Jesús, el crucificado, el "esclavo", el que se "hizo nada" (en palabras de Pablo).
Dios, si no soy capaz de encontrarlo ahí... no lo encontraré nunca.

No hay comentarios:

Para que llevéis dentro mi propia alegría

Que os améis unos a otros 5 de mayo 2024 En este sexto domingo después de Pascua escuchamos/leemos un texto del capítulo 15 del evangelio de...