sábado, 7 de agosto de 2010

Donde esté tu tesoro...


8 de agosto. domingo 19º tiempo ordinario
-La noche de la liberación se anunció de antemano...
-La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve...
-Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón... Estad preparados porque a la hora que menos penséis viene el hijo del hombre...

Intento leer y escuchar las palabras de Jesús como lo debieron hacer muchos de aquellos hombres y mujeres de Palestina. Ellos, al igual que nosotros y la mayoría de nuestros antepasados, se encontraban en situaciones nada fáciles. No es que tuvieran tiempos de crisis económica. No! Su vida entera se veía gobernada y regida por unas condiciones de dominio y poder que apenas si les permitía subsistir viviendo pobremente y con bien poca cosa.
Y Jesús de Nazaret conocía personalmente esa situación. Por eso sus palabras hablan de realidades que todos podían ver y tocar. Sus parábolas son como pequeños cuentos que formaban parte de sus conversaciones: los campos, los rebaños, la viña, los graneros, el pan, la lámpara, el aceite... Eran las pequeñas cosas. También la necesidad y los posibles robos de alguien más necesitado todavía...
Así pues, les decía que "el reino de los cielos" es parecido al que trabaja en la viña, o al pastor que cuida de sus ovejas o la mujer que amasa el pan...
También hablaba de los sueños y esperanzas que todos guardaban en su corazón: el tesoro escondido que uno puede encontrar o la boda maravillosa de un rey a la que te han invitado, o la gran cosecha que necesita granero más grande...
¿Qué harían?... Pues el reino de Dios se parece.
Para aquellas gentes de hace 2000 años, en aquella situación y condiciones económicas, su tesoro podía ser "la oveja perdida y hallada", "la moneda perdida y hallada", "el hijo que se había perdido y ha vuelto", "el pescador que ha tenido muchísima pesca", "el que encontró un tesoro en un campo"...
Hoy en día, para nosotros en 2010, nuestro tesoro puede concretarse en un buen hijo o hija, en un excelente trabajo, en una colocación muy rentable, en una salud magnífica...
En realidad, a lo largo de la vida, vamos señalando muchos pequeños tesoros que nos llenan de satisfacción y, a veces, también de preocupación y sacrificio.
Y Jesús de Nazaret que oyó muchísimas narraciones parecidas a lo largo de su vida, nos dice: "Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón..." Y todos decimos: Así es.
Nos queda por rumiar en nuestro corazón esas dos cosas: 1º Cuál es nuestro tesoro y 2º Sabremos dónde está nuestro corazón.
El domingo pasado, en la misma narración de Lucas, decía Jesús aquello de "no pongáis vuestra confianza en los bienes", en las cosas que pasan..."porque vuestra vida no depende de vuestros bienes..."
Hoy, siguiendo con el mismo tema, podemos intentar reflexionar sobre nuestro tesoro y en qué ponemos nuestra confianza. Es como preguntarse qué es lo que nos hace suspirar...
Para los que ya hemos alcanzado cierta edad, que ya estamos jubilados, es posible que lo que más nos hace suspirar sea nuestra salud, la vida que se nos va y parece que se escapa demasiado rápido. También es posible que lo sea la familia (los hijos o en algunos casos los padres más ancianos)... Quizás nuestra casa sea nuestro pequeño tesoro.
Y ahí está nuestro corazón. Contento en unas ocasiones, preocupado en otras.
Y Jesús nos señala que existe un tesoro diferente, algo que los ladrones no pueden robar, bienes que no se estropean y tampoco tienen fecha de caducidad.
El otro ejemplo que utiliza es el del servicio. Eran tiempos en los que los siervos debían estar bien atentos y vigilantes de manera que el señor, el amo, el patrón los encontrara preparados y despiertos a cualquier hora.
Como en la actualidad (año 2010) no vivimos en tiempos de amos y siervos, nos centraremos mejor en el tema del tesoro, en lo que más queremos, lo que más apreciamos.
Con todos esos ejemplos Jesús nos quiere señalar el reino de dios como un tesoro de verdad, como algo que no se pasa ni caduca y que nadie nos puede robar.
No es algo que pueda guardar en mi cartera o en la cuenta del bando. Tampoco se trata de comer y beber, de gozar y divertirse. Ni hacer referencia a puestos de mando y poder. O ser más que los otros...
A fuerza de escucharle intuyo que Jesús habla y se refiere a una manera de ser y de vivir.
Un tesoro es mi vida, esa pequeña parte de Dios que he recibido. Un tesoro frágil que se puede romper y quebrar. Un tesoro que no sé lo que me va a durar...
Entonces lo que importa es el modo como la vivo, no las cosas que pueda yo acumular. Así está la clave.
Estoy leyendo un libro delicioso que se titula: "Señor Dios, ésta es Ana". Así, es la manera como se presenta y reza una niña de 5 años... A un momento dado, esa niña, Ana, viene a decir que lo que Dios quiere es que seamos como él, como Dios...
Me pareció una observación preciosa. Ser como Dios... Y me recuerda la frase de Jesús: "Sed perfectos como vuestro padre es perfecto...", tiernos de corazón, compasivos, acogedores, capaces de compartir... De esa manera se irá haciendo presente en nosotros el reino de Dios, nos iremos pareciendo a él que es la mejor manera de encaminarnos a la casa del padre, a reencontrarnos con el origen mismo de nuestra vida... Amén

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