sábado, 24 de julio de 2010

Testimonio de la resurrección


25 de julio 2010 - Fiesta de Santiago Apóstol
-Los apóstoles daban testimonio de la resurrección de Jesús...
-Llevamos (el tesoro del ministerio) en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios.
-No sabéis lo que pedís... Entre vosotros el que quiera ser el más grande que sea vuestro servidor...

Las lecturas de hoy nos ofrecen toda una serie de pistas sobre la "nueva vida" de Dios en nosotros que es el estilo y manera de vivir que Jesús de Nazaret mostraba y vivía.
Frecuentemente se ha identificado en la iglesia eso del testimonio-predicación-enseñanza con lo que tenía que ser la vida de los apóstoles, de los obispos, curas y frailes... Y hoy, en la fiesta de Santiago Apóstol, escuchamos esas lecturas como recalcando esa idea precisamente.
Y puede que tenga sentido; pero me voy a atrever a hacer una lectura diferente.
No me cabe duda de que aquellos primeros discípulos de Jesús terminaron asumiendo esa manera nueva de vivir, a pesar de que, tanto ellos como sus familias, tenían una visión bien distinta. Estaban convencidos de que las cosas iban a cambiar, que llegaba el reino de Dios, un reino que les quitaría de encima a los romanos, que restauraría el reino de Israel... y ellos, ¿por qué no?, podían llegar a ser ministros (uno a la derecha y otro a la izquierda) del nuevo reino.
Pero qué lejos estaban de comprender el estilo de Jesús, la manera de hacer y de vivir que les proponía.
Y la muerte de Jesús, su pasión, su caída en desgracia, su crucifixión, supuso un shoc terrible...
El reino que imaginaron al principio se había evaporado. Tuvieron que rebobinar y, con la ayuda de esa fuerza y aliento nuevos de Dios (eso que llamamos Espíritu Santo) comenzaron a entrever la vida nueva (lo que es verdadera resurrección), la de Jesús y la de ellos.
Y entonces vino ese empuje y demostración de fuerza y valor para dar testimonio de la Buena Noticia. Así leemos en los Hechos de los Apóstoles. Ya no había miedo. Es cierto que les podían ajusticiar igual que a Jesús, como así sucedió muy pronto con Santiago. Es cierto que, a partir de ese momento, su vida se complicó y tuvieron que experimentar dificultades, persecuciones, trabas, obstáculos, penas y penurias...
Y ahí encontramos esas líneas de la carta que Pablo escribía a los cristianos de Corinto: "Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús para que también se manifieste la vida de Jesús en nosotros..." Y comenta: "Nos aplastan, estamos apurados, acosados, nos derriban..." pero no pueden con nosotros, seguimos adelante.
Y no porque seamos especiales, excepcionales o que valgamos más que los otros... No, sino que todo eso que hacemos, nuestro nuevo estilo de vivir es algo que llevamos "como en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios..."
Cuántas veces lo habrá repetido Pablo. No es cosa nuestra, no es mérito nuestro, no son nuestras obras, nuestros esfuerzos, ni siquiera nuestras oraciones... Es obra de Dios. Es un don, un regalo. En otro tiempo se le daba el nombre de gracia.
Es como decir si yo me apunto a vivir al estilo de Dios, tal como nos indica Jesús de Nazaret, entonces comienzo a ser testigo de esa vida nueva, de la resurrección de Jesús y se me complica la vida y puedo tener dificultades y problemas y quizás cosas peores...; pero entonces, precisamente, aparece esa fuerza extraordinaria que es de Dios que permitirá que nos mantengamos a pesar de todo... porque todo eso es y será un don y regalo de Dios.
Y para no olvidar la manera de vida de Jesús, repasamos lo que les dijo a los hermanos Santiago y Juan en lo que se refiere al reino: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor..."
En un mundo como el nuestro, tan dominado por el poder y el dinero, qué difícil de entender todo esto!
A lo largo de los siglos se ha visto cómo se quería defender la palabra de Jesús usando la fuerza y el poder (incluso las armas) y los dirigentes de la iglesia se han convertido en auténticos jefes...
¡Qué extraño resulta, entonces, escuchar la palabra de Jesús: "No será así entre vosotros..." Y es que nos pasa lo mismo que a los hermanos Santiago y Juan: queremos el poder, los primeros puestos, un reino que ponga a todo el mundo firme y que, a las buenas o a las malas, meta a todo el mundo en el "buen camino"...
Y ahí está la media sonrisa de Jesús para decirnos: "No sabéis lo que pedís"... Y es que lo único que nos asegura Jesús es lo de "beber el caliz", el camino duro y difícil que conduce a la vida nueva: su pasión y muerte en la cruz.
Y de eso saben mucho todos los que buscan primero el reino de Dios y su justicia. A ellos también les ocurre lo que a Pablo: les atacan, los acosan, los derriban y llevan la muerte de Jesús en su cuerpo...; pero aguantan por la fuerza de Dios... Y ahí llega la vida nueva que es la resurrección. Amén.

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