sábado, 14 de noviembre de 2020

Dónde está mi talento

Los talentos que Dios me ha dado 

15 de Noviembre de 2020

 

"La parábola de hoy habla de nuestras posibilidades y su desarrollo. (Así inicia su comentario Inma Calvo). Según ella, Dios ha dado a cada ser humano diversidad de talentos “conforme a su capacidad”. Y se los ha dado para que los explote y los multiplique. Somos seres inacabados, evolutivos y sociales. Abiertos y en proceso de desarrollo hacia nuestra plenificación."

Es la parábola en que a un criado le dan cinco talentos, a otro le dan dos y a un tercero le dan uno... Así, para que negocien mientras el amo anda de viaje... El primero y el segundo duplicaron lo que habían recibido. En cambio, el tercero lo escondió para no perderlo... por miedo a su señor... Y, claro, cuando el amo regresó le echó la bronca y lo dejó sin nada...

Como comenta José A. Pagola, "es importante que nos centremos en la actuación del tercer siervo, pues ocupa la mayor atención y espacio en la parábola. Su conducta es extraña. Mientras los otros siervos se dedican a hacer fructificar los bienes que les ha confiado su señor, al tercero no se le ocurre nada mejor que «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo seguro."

Y ahora viene la pregunta personal: ¿Qué talento he recibido? ¿Qué hago con él? Lo que viene a ser mismo: ¿Qué hago con mi vida? Ahí está la cuestión, porque no es la cantidad de dones o talentos que tengo o he recibido, sino qué hago con ellos. 

Me gusta cómo lo expone Fray Marcos: "-Como seres humanos tenemos algo esencial, y otro mucho que es accidental. Lo importante es la esencia que constituye al hombre como tal. Ese es el verdadero talento. Todo lo que puede tener o no tener (lo accidental) no debe ser la principal preocupación. Los talentos de que habla el evangelio, no pueden hacer referencia a realidades secundarias sino a las realidades que hacen al hombre más humano. Y ya sabemos que ser más humano significa ser capaz de amar más."

Siendo así no es de extrañar que Jesús de Nazaret llegara decir aquello de "hay personas últimas (a las que consideramos últimas) que serán primeras...; y primeras que serán últimas..." Y, en más de una ocasión, nos hemos encontrado con personas sin estudios, sin conocimientos, sin títulos ni propiedades...que nos demuestran una grandísima calidad humana, una gran capacidad de amar.

Me doy cuenta de que, en la sociedad que vivimos, en este mundo lleno de propagandas, de publicidad para el consumo, de los elogios y alabanzas hacia los que tienen, o hacia los famosos, o hacia los poseen grandes dotes físicas, no es fácil enfocar nuestra vida hacia eso que es lo más precioso de la persona: su capacidad de amar. Pero ése es nuestro reto. Ésa es la invitación de la Buena Noticia del Evangelio.

"La parábola del tesoro escondido -explica Fray Marcoses la mejor pista. Somos un tesoro de valor incalculable. La primera obligación de un ser humano es descubrir esa realidad. La “buena noticia” sería que todos pusiéramos ese tesoro al servicio de todos. En eso consistiría el Reino predicado por Jesús."

Si no me siento motivado, si me digo que eso a mí no me va..., ya estoy dando la respuesta. Es como si dijera: Mi vida es mía y hago lo que quiero con ella. Me puedo dedicar a contar mi dinero, a disfrutar de lo que he conseguido, a comer y a dormir... La cuestión está en si eso le da plenitud a mi vida; si eso me hace más humano. Que, al final, es lo que más importa. Habría que decir que cada persona recibe ese talento esencial y principal junto con otros talentos más superficiales y efímeros. Belleza, poder, dinero, influencias, fama... "dones o talentos" que van y vienen y duran el tiempo de un suspiro. En cambio ese don profundo, ese talento que todos recibimos para que vaya creciendo y alcance plenitud, es el que tiene que convertirse en el objetivo principal y final de toda nuestra vida. Nuestra capacidad de amar.

Así dice la canción: Al atardecer de la vida, nos examinarán del amor.

Texto del evanegelio de Mateo (25,14-30)


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